Juan Arturo Brennan
Varias músicas en el Galindo

En semanas recientes, el Auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes ha sido escenario de algunas sesiones musicales de orientación diversa. Poco después de haber sido la sede principal del Encuentro Internacional de Música Antigua, esta sala de conciertos con muy buena acústica y muy feo diseño cambió de vocación para convertirse en sede del XVIII Foro Internacional de Música Nueva.

El penúltimo día del Foro tuvo lugar en el Blas Galindo un espléndido concierto del cuarteto de percusiones Tambuco que comanda Ricardo Gallardo. El progreso del conjunto, su creciente repertorio y su sólida presencia escénica ha logrado algo insólito en nuestro medio: convocar públicos muy numerosos y muy prendidos a audiciones de música contemporánea. De hecho, la asistencia a este concierto (como a otras presentaciones recientes del grupo) fue tan numerosa que no faltaron los chistosos que sugirieron que el grupo debería llamarse Los Tambukis. Bromas aparte, Tambuco dio inicio a su concierto con Kietak, del japonés Akira Nishimura, sabrosa trenza de patrones rítmicos balineses complementados con las voces como percusiones. Fascinante manejo de la dicotomía caos-orden a cargo de Tambuco, en una interpretación que permitió detectar la raíz del trabajo de músicos como Steve Reich. Después, Tambuco interpretó Zihua, de Marcela Rodríguez, amalgama de citas tropicales que no llega a cuajar como obra con personalidad propia, y que no está entre lo mejor del catálogo de la compositora. Del puertorriqueño Roberto Sierra, una gran voz musical de Latinoamérica, un Mano a mano que sintetiza espíritus sonoros de Puerto Rico y de Nueva York, de modo muy abstracto y poderoso. Obra protagonizada por semillas, parches y bongós, en la que se alterna el discurso de flujo rítmico constante con momentos espasmódicos llenos de síncopas tentativas. Raúl Tudón, miembro de Tambuco, se presentó como compositor con su Cuarteto No. 2, fascinante punto de vista del instrumentista que conoce a fondo su parafernalia (en este caso, las marimbas) y que sorprende por la amplitud de modos de producción que pueden ser utilizados en un instrumento aparentemente tan sencillo. Una marimba es un instrumento de aliento o de tecla frotada? Si lo duda, escuche el Cuarteto No. 2 de Raúl Tudón o pregunte directamente al compositor-percusionista. Para finalizar, Tambuco ejecutó Corazón sur de Eduardo Soto Millán, obra no del todo homogénea pero que contiene momentos de muy buen nivel expresivo, así como un final de teatro musical construido alrededor de máscaras y crótalos que fue muy aplaudido por unos (los más) y muy cuestionado por otros (los menos). Con esta participación en el Foro Internacional de Música Nueva de 1996 el cuarteto de percusiones Tambuco refrendó su sitio como el mejor grupo en su tipo y como uno de los mejores ensambles musicales mexicanos de la actualidad.

Al día siguiente, La Camerata cerró el Foro con otro muy buen concierto, en el que el director huésped Jesús Medina tuvo una de sus más destacadas actuaciones sobre el podio. De nuevo, el Auditorio Blas Galindo registró una asistencia copiosa, lo cual hace pensar que, finalmente, mucha gente se está convenciendo de que la música de nuestro tiempo no muerde. Sin embargo, una semana después, el mismo auditorio estuvo frío y desolado para otro concierto de La Camerata, al que asistimos no más de una veintena de oyentes. El oboísta Roberto Kolb, guía y alma del grupo, propuso un programa realmente atractivo sobre el grupo de Los Seis, con una obra de cada uno de ellos: Durey, Auric, Tailleferre, Milhaud, Honegger y Poulenc. Además de la posibilidad casi irrepetible de escuchar música de los tres primeros, este concierto estupendamente preparado y ejecutado resultó una oportunidad inmejorable para analizar, de nuevo, los puntos de contacto entre los miembros del grupo. Y de nuevo, quedó la impresión de que el crítico Henri Collet se equivocó al incluir al suizo Arthur Honegger en el grupo. Mientras sus cinco colegas se dedicaban con entusiasmo sin par a explorar la sensualidad del jazz, el humor ácido del burlesque y la decadencia del music-hall, Honegger declaraba abiertamente (y reafirmaba con sus obras) su intención de componer música seria y profunda.

A la luz de este notable concierto ofrecido por La Camerata, propongo un acto de franco revisionismo histórico-musical: despedir amablemente a Honegger del grupo de Los Seis, regalándole un reloj y una placa por sus servicios, y en su lugar inscribir a Erik Satie, cuya presencia sería sin duda un elemento de equilibrio ideológico y estilístico para el grupo. Lástima que un concierto tan atractivo haya sido tan mal promovido por el Centro Nacional de las Artes.

Para concluir, la noticia de que unos días después de este inmerecido desaire, el Auditorio Blas Galindo volvió a recibir a una buena multitud con motivo de la primera presentación en esa sede de Eduardo Diazmuñoz como nuevo director artístico de la Orquesta Sinfónica Carlos Chávez. Su ejecución de un programa formado por Schubert, Schumann, Revueltas y Chávez invita a dar la bienvenida a algo que está haciendo falta en nuestro medio: una batuta clara y enérgica y un espíritu musical lúcido y exigente.