La influencia latina en Estados Unidos tiene tentáculos por todas partes. Hasta Schwarzenegger el fuerte, cuya cercanía fisonómica con los latinos debe calcularse en siglos luz, incluye varios hasta la vista en los parlamentos de sus películas. Evitemos el complicado recuento de los tentáculos y mejor brinquemos directamente hasta Los Lobos, esa banda que ha logrado capitalizar la influencia latina, fabricando ese sonido propio que con los años ha conseguido encumbrarlos. Mariachi Song, probablemente su canción menos representativa, incluida en el soundtrak de la película Desperado (Robert Rodríguez, 1995), acaba de ganar un Grammy; y para equilibrar la balanza, también acaba de perder un Oscar: los jueces consideraron que la letra era ``ininteligible''. Para volverla ``inteligible'', tendrían que haberla grabado en un idioma menos ininteligible que el español y con una voz menos titubeante que la del actor Antonio Banderas. En fin, Los Lobos perdieron en justicia artística lo que ganaron en difusión y celebridad.
Ya antes habían tomado la precaución de difundir su espíritu latino, o expresamente mexicano, desde las bases de la sociedad estadunidense; a lo largo de su carrera han aparecido varias veces en el programa infantil Sesame Street, mejor conocido en México como Plaza Sésamo. Todavía es pronto para discernir las secuelas que dejó el programa en nuestra memoria infantil, pero no estaría de más apuntar que Abelardo, Archibaldo y Beto el maquiavélico debieron ser una influencia, como mínimo, atroz. Para el aniversario 25 del programa en Estados Unidos, Los Lobos compusieron una canción titulada Elmo and the Lavender Moon. Aquí el asunto se pone, igual que Mariachi Song, ininteligible. ¿Quién demonios es Elmo? La enciclopedia de programas infantiles consigna exclusivamente a las estrellas, grupo al que Elmo no pertenece, con sus nombres debidamente traducidos al español. Abelardo, el pájaro desmesurado que funcionaba de anfitrión, se llama en inglés (qué no vaya a confundirse lo que sigue con una obviedad); Big Bird. El-Monstruo-Come-Galletas es The Cookier Monster, la Rana René es Kermit, Archibaldo es Grover y Enrique y Beto, cuya relación nunca quedó suficientemente esclarecida, son Emie y Bert, es decir: Ernestito y Berto.
Los Lobos, más famosos que nunca y a la cabeza de esa recuperación paulatina de nuestras tierras, que perdió Santa Anna el presidente y empezó a ganar Santana el músico, aparecen con un nuevo álbum de nombre Colossal Head, con el busto del robot Big Loo en la portada y dos close-ups de su cara con ojos de foco en los interiores. Once tracks que recorren la facción completa del rock latino, con un eje enorme que arranca en el universo del ritmo caliente enfriado con acordeón y termina (o comienza de nuevo) en una suerte de Funk Groover. Imposible definir lo que sucede, quizá decir que se trata de un disco de Los Lobos sea más que suficiente. Aunque Colossal Head empieza con la canción Revolution, es recomendable arrancar desde el track dos, un poderoso obús de energía latina que tiene el nombre de Más y Más, para después caer sobre esa delicia entre playa, frontera y bar de ambiente espeso que se titula Maricela: ``vamos a bailar, oye Maricela, vamos a gozar esta bomba negra''. En este track se termina el español, ese idioma ininteligible para la academia que otorga los óscares, y empieza la feria de la diversidad; Los Lobos renuncian al vehículo lucrativo de La Bamba y de Mariachi Song, y se ponen a fabricar música de primer nivel, en donde la lengua puede ser cualquiera.
Una parte importante de la influencia latina en Estados Unidos sale de Los Angeles y sus alrededores, desde ahí arrancan los tentáculos que hacen decir hasta la vista al actor Schwarzenegger. La estética musical de esta sociedad, que con el tiempo será un tercer país, empieza a sacudir el edificio del rock sajón; cada vez es más común descubrir guiños latinos en los productos más güeros (o hueros) del mainstream. Especulaciones aparte, Colossal Head es un álbum que reorienta ese sonido latino, u (otra vez) expresamente mexicano; las bases que dejó Santana (el músico) se expanden hacia otros géneros durante los once tracks del disco y proponen un sonido-latino-planetario, que con el tiempo será esencial para la recuperación de las tierras que perdió Santa Anna (el presidente). El truco sería sentarse a escuchar Colossal Head y tratar de olvidar que Don Francisco, el show de Cristina, la banda Bronco y el programa Ocurrió así, son los embajadores de Latinoamérica en Estados Unidos. Después de oírlo dos o tres veces, no es difícil imaginar que Los Lobos, aunque son nada más mitad mexicanos, podrían ser parte fundamental de nuestra política exterior.