Eduardo R. Huchim
El sueño

Anoche tuve un sueño. No hermoso, como el célebre de Martin Luther King, sino más bien esperanzador. Si se hiciera realidad... pero mejor les cuento.

Era una mañana primaveral y Ernesto Zedillo encabezaba, en el salón Vicente Guerrero de Los Pinos, una reunión de gabinete. El Presidente, adusto el semblante, dijo con energía desusada en él:Emilio, tu informe sobre los rumores de mi renuncia no es satisfactorio. No aclara, por ejemplo, si alguna relación tiene con ellos el profesor. Y a propósito, es preciso marcarle el alto. Desde la devaluación y hasta el caso del gobernador de Tabasco, siempre se ha comportado como enemigo de mi gobierno.

Yo veía sorprendidos a los funcionarios. Evidentemente, su jefe no solía hablarles con tanta claridad. El Presidente continuó:Guillermo, ponte de acuerdo con Antonio Lozano y con el procurador fiscal para iniciar un proceso contra el profesor por evasión de impuestos. Sabemos que no hay duda de la defraudación fiscal, pero indaguen si también puede acusársele de lavado de dinero. Como sea, espero que en 72 horas a más tardar el profesor esté en la cárcel, a menos, claro, que no podamos probarle nada. Ah! y en diez minutos todo mundo debe saber que Carlos Hank, sus familiares y socios no pueden sacar ni un dólar del país.

En diez minutos, señor? balbuceó Guillermo Ortiz y, tras de recibir una dura mirada presidencial, salió presuroso del salón.

El Presidente retomó la palabra:Respecto al cártel de gobernadores, Emilio, yo no respaldo a defraudadores electorales ni a represores y sospechosos de lavado de dinero. Roberto Madrazo y Manuel Bartlett deben irse. Habla con ellos y diles que no me obliguen a usar las facultades metaconstitucionales, como diría Carpizo.

En seguida, Ernesto Zedillo ordenó a José Angel Gurría y a Herminio Blanco preparar la argumentación necesaria para denunciar el Tratado de Libre Comercio, en los términos que éste mismo prevé, pues dijo no podría seguir vigente mientras lo estuviera la ley Helms-Burton. Asimismo, pidió al secretario de Educación que, junto con el de Hacienda, instrumentara un aumento de 12 por ciento adicional a los maestros.``Sé que no los satisfará, pero espero entiendan que, ahora sí, no podemos más'', comentó, y luego anunció:Como ustedes saben, es preciso superar el estancamiento en Chiapas. Cambiarán los negociadores gubernamentales y su jefe. Emilio, háblale hoy mismo a Cuauhtémoc Cárdenas y pídele que encabece o nos sugiera, públicamente si quiere, a alguien para encabezar la delegación. Vamos a negociar en serio y a darles a los alzados todo lo que no nos prohíba la ley. No, no he perdido la razón añadió el mandatario mirando a sus atónitos interlocutores. Estos son tiempos difíciles y demandan soluciones audaces. Además, le solicito a Francisco Labastida y al director de Conasupo que en tres días me presenten un plan de abasto, a mitad de precio, del maíz y el frijol suficientes para aliviar la escasez en las zonas marginadas del país, empezando por Chiapas.

Pero, señor, el tiempo... quiso argumentar el de Conasupo.

El tiempo se les ha terminado lo atajó Zedillo. Ahora les pido abasto suficiente de granos o su renuncia, señores. Sobre Chiapas agregó quiero decirles que antes de esta reunión hablé con el gobernador y con Laco y les pedí una acción inmediata para desarmar a todas las guardias blancas y similares. Les sugerí muy respetuosamente que empezaran con los tales Chinchulines de Bachajón, y en esa labor, señor general Cervantes, tendrán el apoyo del Ejército. Luego hablaremos sobre la reducción de tropas en Chiapas; usted convendrá conmigo en que no son necesarias tantas.

La reunión continuó. Yo tuve la clara percepción de que Ernesto Zedillo estaba asumiendo, al fin, el liderazgo del país, ése que no se recibe con la sola asunción a la Presidencia sino exige el entreveramiento del mandatario con los intereses sociales y el ejercicio firme del poder. Sin autoritarismo, sí, pero con autoridad. Sin excesos, sí, pero con valor y decisión.

La arbitrariedad onírica me sacó de Los Pinos cuando el Presidente disponía que fuera citado a declarar Carlos Salinas de Gortari, y me llevó a la dirección de La Jornada. Ahí vi a Pedro Valtierra tratando de convencer a Carlos Payán de no dar en primera plana una fotografía de Afp sino otra de Ernesto Ramírez, mientras el Og Mandino de la información promovía para la contraportada una nota sobre el transporte urbano. Payán no les prestaba mucha atención. Estaba concentrado en armar un esquema tipográfico que permitiera destacar tantas noticias fuertes.

A ver quién habla ahora de la renuncia de Zedillo, don Carlos dije yo, y en ese momento desperté.

Era el mediodía. Llamé al periódico. Manuel Meneses me dijo que era un día flojo y para salvar la edición iba a echar mano de unos reportajes buenísimos que tenía preparados. Miré luego el diario del sábado 8 y vi de nuevo la declaración de Emilio Chuayffet sobre los críticos del gobierno que ``lo que realmente quieren no es un líder sino un caudillo... la vuelta al discurso populista''. Tuve entonces plena conciencia de mi onirismo, y por si alguna duda quedaba de que todo había sido un sueño febril, recordé que Carlos Payán no dirige ya La Jornada.