La Jornada 10 de junio de 1996

Corporativismo y lucha de facciones, tras los 10 meses de estancamiento perredista

Alonso Urrutia /I Con una crisis institucional profunda que propició el desconocimiento de las instancias de dirección y un retraso de 10 meses en la renovación de su dirigencia en la ciudad, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) realizará un proceso electoral abierto para elegir a un nuevo Comité Estatal y así encarar, sin división interna, los comicios de 1997. El proceso será también un laboratorio de la elección de su dirigencia a nivel nacional en julio próximo.

La polarización de los grupos dejó acéfalo al partido desde mayo pasado, cuando las dos principales instancias de dirección --el Comité Ejecutivo y el Consejo Estatal-- desconocieron mutuamente su legalidad y obligaron a la intervención del Comité Ejecutivo Nacional. Son ya casi diez meses de que el PRD en el Distrito Federal no ha podido resolver el cambio institucional de su dirigencia, que debió entrar en funciones desde septiembre pasado.

Esta lucha a llevado a ese partido a una práctica paralización de los preparativos ante el proceso electoral de 1997, cuya primera fase comenzó en noviembre con la elección de Consejos Ciudadanos, punto clave para consolidar la territorialización y penetración de los partidos.

``El debate en el consejo fue difícil y prevaleció quienes se opusieron a participar como partido, porque era hacerle el juego al PRI; por eso tuvimos que ir de manera independiente'', señaló Armando Quintero, candidato de la Corriente de Izquierda Democrática (CID), al explicar el impulso que este grupo dio al denominado Movimiento Ciudadano. ``No se entendió la urgencia de territorializar el partido, en medio de la discusión interna''.

Quizá como en ninguna otra entidad, en el Distrito Federal ``el traslado corporativo que se ha hecho de la organización social a la estructura partidista con sesgos clientelares, ha conformado una situación que hoy es motivo de polémica interna'', sostienen miembros del Movimiento del Cambio Democrático (MCD) que irán en alianza con la Corriente de la Reforma Democrática (CRD).

Esta situación ha limitado la penetración y gestión partidista a las demandas del Movimiento Urbano Popular (MUP), al impedir una mayor penetración en otros sectores.

El peso que han ganado las organizaciones sociales a través de sus líderes y expresado en corrientes políticas ``asociadas más por intereses pragmáticos que por definiciones ideológicas'', ha generado que la dinámica del partido esté volcada más en disputar el poder al interior del PRD que en definir estrategias que le permitan aprovechar el potencial electoral.

En ese contexto, los principales candidatos a la presidencia perredista en el Distrito Federal han planteado la necesidad de reorientar la vida interna que les permita superar la polarización. Un primer síntoma: la distensión con que se efectúan las campañas de proselitismo rumbo a la elección del próximo 23 de junio, que aspira a restituir la institucionalidad del partido.

MUP: fuerza y debilidad del PRD

Prácticamente con el surgimiento del PRD, las organizaciones urbanas capitalinas empiezan a aparecer como actores principales. Con excepción de Heberto Castillo, primer presidente del partido capitalino, sus sucesores, Marco Rascón y René Bejarano, son dirigentes que provinieron de la Asamblea de Barrios y la Unión Popular Nueva Tenochtitlán (UPNT), respectivamente.

En el PRD la presencia del MUP ha sido hegemónica y ha inhibido la participación de quienes no son parte de organizaciones sociales. Esto se ha vuelto una crítica recurrente.

Sin embargo, al paso del tiempo la inserción de las organizaciones sociales se tornó en una disputa interna por alcanzar y mantener cuotas de poder tanto en la dirección del partido como para perfilar candidatos para puestos de elección popular, señala Graciela Rojas, candidata a secretaría general por la CRD-MCD.

El caso más significativo: la integración de la actual fracción perredista en la Asamblea de Representantes del Distrito Federal está prácticamente copada por dirigentes del Movimiento Urbano Popular, que impide que surja ``la expresión propiamente ciudadana del PRD. Los intereses de las corrientes han florecido sobre el interés del militante individual'', indica un documento del MCD.

Si bien las diversas corrientes reconocen que la vinculación con las organizaciones urbanas representan el sector más dinámico del partido que le ha dado mayor vinculación social y que ha tenido un papel fundamental en la realización de las campañas electorales, también se admite que hay que replantear su forma de operar para alejar ``esquemas clientelares''.

El destierro del corporativismo y el retorno a la institucionalidad son ahora el centro de la oferta política que plantean tanto la CID, la alianza CRD-MCD, como la Asamblea de Barrios.

La razón --señalan algunos miembros del MCD-- es que esa misma conformación ha motivado que el partido se mueva prácticamente sólo en dos ámbitos reivindicativos: la reforma política y la gestión de vivienda o de servicios.

``Se ha dejado --agregan-- un espacio vacío de actividad política y de iniciativa programática que reduce la presencia social del PRD a un segmento determinado de la sociedad.

``Más allá de eso, nos hemos convertido sólo en un partido testimonial que no ha podido irse conformando organizativamente en una alternativa de gobierno. Tenemos una eterna vocación oposicionista y poca proyección para convertirnos en una oferta real de gobierno'', advierten integrantes de la Corriente por la Reforma Democrática.

Para la Corriente de Izquierda Democrática es urgente replantear las relaciones del partido que permitan recuperar el potencial de penetración que el proyecto perredista ha tenido desde su conformación como FDN, y que incorporaba a grandes franjas de universitarios, sindicalistas e intelectuales, quienes ahora están alejados del PRD.

La crisis institucional

Muy ligado al esquema corporativo que se ha desarrollado al interior del PRD capitalino, las corrientes internas no han alentado la discusión ideológica. Por el contrario, señala René Arce, candidato a la dirigencia por la CRD-MCD, se han tornado en grupos de poder o --como dice otro aspirante, Javier Hidalgo-- facciones que han ``priorizado la preservación de intereses propios sobre los del partido''.

La polarización en la lucha entre las corrientes durante los últimos meses generó una crisis institucional. Impulsado por los grupos que ahora conforman la Corriente de Izquierda Democrática, René Bejarano ``gobernó'' el PRD a partir de un pacto con la segunda fuerza, la CRD, situación que permitió una relativa estabilidad interna durante dos años de mandato.

Al acercarse el proceso de sucesión, la ruptura del pacto, así como la creciente inconformidad de otras corrientes como el Movimiento por el Cambio Democrático o la Asamblea de Barrios, aceleró las diferencias, motivó la renuncia de Bejarano para dar paso al proceso electoral y generó una serie de improvisaciones en la dirección perredista.

La integración de una dirección colegiada de tres miembros se desgastó rápidamente ante la imposibilidad de mantenerse estable. Muy pronto, desde el Consejo Estatal, se demandó su desaparición porque no se garantizaban las condiciones para la elección interna.

Esto derivó en una nueva dirección denominada Coordinación Ejecutiva,todo ello en el marco de una doble postergación de la elección interna, acusaciones de varios grupos sobre la ruptura de la legalidad y las impugnaciones de vicios de afiliación clientelar.

Meses después, conforme se acercaba el plazo para la elección, las instancias de dirección del PRD volvieron a entrar en crisis.

Miembros del Consejo Estatal afines a la CID demandaron al Comité Ejecutivo Nacional que declarara la disolución de la Coordinación Ejecutiva del Distrito Federal, en tanto que la mayoría de los integrantes de ésta desconocieron la autoridad del consejo, cuyo plazo legal de duración terminó en septiembre y operaba sólo mediante un acuerdo político.