A Carmen Lira, felicidades
A punto están de que los acusen de desestabilizadores y enemigos de la paz, porque los maestros han puesto de nuevo en entredicho los principios de la política económica, y eso el gobierno no lo perdona. Mientras el diálogo en Chiapas sigue sin avances de fondo y la reforma del Estado se restringe exclusivamente a lo electoral, el movimiento social busca sus propios caminos y se enfrenta de manera aislada al gran aparato gubernamental y a la política económica dictada desde el exterior. Tienen razón los maestros al intentar cambiar la política salarial?El garrote gubernamental contra el magisterio no es pura incapacidad e impotencia económica y política, sino conlleva dos mensajes autoritarios, tras el autoproclamado acto de ``bondad'' presidencial que otorgó un 12 por ciento de aumento salarial el pasado día del maestro: la política salarial no se discute y descentralizadamente se impone.
La descentralización de la negociación magisterial por estados revela nuevamente que el gobierno juega al desgaste y la represión, más que a la solución de fondo; en todas partes el gobierno acepta diálogos y negociaciones, pero en ninguno acepta cambiar sus decisiones económicas y políticas, y el magisterio no ha sido una excepción. Luego, se impone el criterio de que ya no habrá luchas sociales nacionales, porque cada sindicato, sector o movimiento, deberá sujetarse a las condiciones de control político descentralizado que ha impuesto el gobierno al SNTE y a la CNTE.
Es bastante sencillo: mientras el gobierno centraliza y concentra las decisiones para contener a los movimientos, a éstos les impone un criterio de negociación descentralizada para impedir estrategias generales de lucha y de alianza. En los últimos años hemos visto pasar, uno por uno, a todo el movimiento social (lucha por la vivienda, Ruta-100, deudores de la banca, trabajadores de Pemex, del IMSS, universitarios y ahora maestros), sin que siquiera se haya podido plantear la posibilidad de un programa político contra el proyecto económico y social, y sin que los partidos de oposición hayan propuesto conectar el malestar social a la lucha por el cambio político y económico.
En México, la clase política considera que la movilización social es un peligro para la estabilidad. Movilizaciones como la de los maestros son vistas siempre con sospecha desde las estructuras políticas, porque hoy se considera que la lucha social que busca presionar sobre el esquema macroeconómico ``es peligrosa''.
La movilización magisterial escenificada en la ciudad de México por miles de maestros tiene enfrente la misma actitud soberbia de siempre: obligar a una negociación dividida y con un puñal en la garganta. Esta es la base del optimismo presidencial, que no es un gobierno débil y amenazado, sino el rostro civil de un golpe de Estado que funciona a base de decretos y restricción de los derechos y libertades.
Aislados, los maestros están dando una batalla por el país. Su lucha cada vez se agrava más porque la decisión oficial es no ceder en lo esencial: la estructura del salario directo. Atentar así contra el magisterio del país, revela también que el gobierno no está pensando en la reconstrucción del país a mediano ni largo plazo, ni tiene expectativa en el sistema público de enseñanza.
El país ha cambiado mucho, el gobierno nada, y por eso las respuestas del gobierno son de nuevo la manipulación y la represión. Esa es la verdadera nostalgia por el autoritarismo, que sigue siendo la visión esencial del gobierno hacia todos los mexicanos.