José Blanco
La licenciatura

El pasado 14 de mayo me referí en este espacio a algunos aspectos del posgrado, a propósito del capítulo 1 del Programa de Ciencia y Tecnología 1995-2000, presentado por la SEP y el Conacyt. Mi comentario terminaba refiriéndose a la necesidad de una evaluación profunda de las licenciaturas. Dos días después recibí una llamada telefónica de Manuel Pérez Rocha, coordinador de los Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la Educación Superior (CIEES). Respecto a la necesidad de la evaluación de las licenciaturas me dijo, subrayando sus palabras: ``pero si es justamente lo que estamos haciendo!''.

Un día después me envió (gesto que mucho le agradezco) una buena cantidad de material acerca de los productos y acciones de esos Comités. Los CIEES son fruto de un acuerdo de los rectores y directores de centros de enseñanza superior, reunidos en asamblea de ANUIES de julio de 1990, por el cual propusieron a Conaeva (Comisión Nacional de Evaluación de la Educación Superior), la conformación de un sistema nacional de educación superior. Los CIEES son parte de dicho sistema.

Al César lo que es del César. El material al que por ahora me he asomado someramente muestra el esfuerzo y los trabajos realizados por un nutrido grupo de competentes académicos y profesionales, para llevar a cabo evaluaciones diagnósticas que permitan derivar acciones para la elevación de la eficiencia y la calidad de la educación superior. En todo caso, este material ha tenido una escasa difusión general, y parece haber sido sólo del conocimiento interno de los medios educativos, y más estrechamente aún, de los especialistas y los responsables y dirigentes de las instituciones de educación superior. Estos materiales, de otra parte, muestran también la gigantesca tarea aún pendiente de realizar.

Para contribuir a difundir los trabajos realizados por los CIEES y la existencia de materiales de interés sustantivo para quienes en general se preocupan y ocupan de la educación superior, enumero los materiales referidos: 1) una colección de 21 números de la serie ``Materiales de apoyo a la evaluación educativa'', publicada entre septiembre de 1992 y marzo de 1993, que comprende informes, artículos y ensayos de autores mexicanos y extranjeros que son de gran valía para quienes dedican al menos parte de su esfuerzo al análisis y la búsqueda de soluciones a los problemas de la educación superior; 2) cuatro documentos titulados ``Marco de referencia para la evaluación'', elaborados respectivamente por los Comités de Ciencias Agropecuarias, de Ingeniería y Tecnología, de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, y de Ciencias de la Salud; 3) tres documentos de investigación educativa titulados ``La enseñanza de la pedagogía en las universidades'', ``La educación de la medicina veterinaria y zootecnia en México'', y ``La educación agropecuaria en México''; 4) una copia del reporte de evaluación de la licenciatura en química farmacéutica-biológica que imparte la Facultad de Química de la UNAM; 5) un resumen de los avances de los trabajos de evaluación de los CIEES a febrero de 1996, cuyos datos muestran que los Comités han entregado 225 reportes que incluyen 3 mil 887 recomendaciones; a los que se agregan 61 más en revisión y 119 evaluaciones en proceso; 6) finalmente, copia de la intervención del ingeniero Pérez Rocha en la tercera Reunión Anual sobre colaboración en educación superior, investigación y capacitación en América del Norte, organizada en Guadalajara en abril pasado, uno de cuyos principales objetivos (de esa intervención) era mostrar la diferencia entre una evaluación para la acreditación de instituciones, y una evaluación diagnóstica para la elevación de la eficiencia y la calidad de la educación superior.

Los ``Marcos de referencia para la evaluación'', elaborados por los Comités de distintas áreas disciplinarias, son documentos clave. Ahí están los criterios centrales, los enfoques fundamentales, las concepciones básicas para la evaluación de los ``componentes'', los procesos y los resultados académicos de las diversas áreas del conocimiento y, por tanto, los instrumentos centrales que guían las tomas de decisiones para la elevación de su eficiencia y calidad.

Luego de una revisión somera de los materiales, percibo que esos criterios, enfoques y concepciones, difieren de un Comité a otro, y no necesariamente porque esas diferencias provengan de la distinta naturaleza y características de cada disciplina, lo que sería totalmente explicable.

Acaso falta aún una mirada unificada del conjunto de las disciplinas, que permita establecer el sentido de las diferencias disciplinarias. Las hay académicas (su actividad se realiza en el seno de las propias instituciones académicas), y las hay profesionales (su actividad se desenvuelve en una gran diversidad de esferas de la vida social); las ciencias básicas se articulan de modos distintos con sus extensiones tecnológicas. Los modos de relación con la práctica académica disciplinaria a nivel internacional son decisivos para la enseñanza y la investigación nacionales.

Con más cautela que en mi colaboración sobre el posgrado, reiteraría que es necesario atender a la estructura de los conocimientos, disciplina por disciplina; distinguir al interior de esas estructuras las áreas básicas y las profesionalizantes, detectar en qué áreas en cada licenciatura están ubicados los profesores con mayores deficiencias, esclarecer en profundidad los criterios que deben guiar los planes de estudio de cada licenciatura, evaluar si los sistemas de evaluación de la promoción de los estudiantes son o no los adecuados a nivel de asignatura, entre otros factores.