En su conferencia de prensa semanal (a la que algunos llaman lunática por celebrarse los lunes, día consagrado a la luna), el abad del cabildo cetemista aseguró que durante la asamblea plenaria que tendría lugar el martes siguiente, se integraría la Comisión de Honor y Justicia del Congreso del Trabajo para que ante ella fueran consignados Francisco Hernández Juárez y toda su comitiva por traición al gobierno y al propio organismo cupular. Imponente inquisidor, severos cargos. Pero durante la asamblea de anteayer no se creó ninguna Comisión como la invocada por el defensor de la fe, sencillamente porque no está prevista en los estatutos, y lejos de abrir juicio a nadie, se invitó a los foristas a sumarse al esfuerzo unitario, quizá porque ``don Fidel tuvo sus cinco minutos de líder'', según cuenta Andrea Becerril que cuchicheó uno de los asistentes (La Jornada, ayer); como sea, la ojeriza gremial al líder de los telefonistas se mantiene, porque este personaje, al decir del hombre de Vallarta, encabeza a los foristas y (consiguientemente) ha hecho causa común con los enemigos del gobierno.
Un líder de tiempo completo, legítimo y representativo, no diría que Hernández Juárez es la cabeza del Foro ``El sindicalismo ante la nación'', simplemente porque no es cierto y porque los foristas merecen un poco más de respeto. Debe reconocerse, creo yo, que en el sindicato postsalustiano de telefonistas ha habido avances en cuanto a la democracia inducida y a las relaciones de trabajo, pero ni ese organismo ni su dirigente son prototípicos del sindicalismo que el país reclama. Hernández Juárez es hábil y ambicioso, sin duda, pero sigue anclado en los viejos modos de relación con el gobierno y la sociedad.
En todo caso, don Fidel no tiene par en lo que hace a relaciones arcaicas. Varios días antes del 22 de mayo, fecha de la asamblea de elección del presidente del CT, el prelado cetemista, en sesión secreta, había designado para el cargo a Víctor Flores Morales, dirigente en turno de los zarandeados ferrocarrileros, que están enfrentando la privatización de su empresa. Y esa designación fue puntualmente atendida en cuanto la hora hubo llegado. Los foristas consideraron que lo hecho acusaba las prácticas viciadas, excluyentes y autoritarias que han esclerosado al CT de unos años a la fecha, y resolvieron no validar con su presencia en dicha sesión el nombramiento del presidente y, en vez de ello, dar a conocer públicamente su posición en un desplegado que en efecto apareció el 23 de mayo.
En verdad, el CT no parece tener remedio. Su esclerosis data de unos años a la fecha, de acuerdo; concretamente, de más de 30 años: fue creado en febrero de l966, y ya cuatro años después Rafael Galván, uno de sus fundadores por la CNT, lo acusaba de tener una vida puramente vegetativa y de ser un membrete de membretes. Pero no todo era crítica: Galván aportó un proyecto de reestructuración que habría podido conferirle un mayor dinamismo a su esfuerzo de transformación democrática interna y a su acción unitaria; se le respondió de mala manera y, en un acto insólito, aberrante y antiestatutario, el proponente acabó siendo expulsado del CT junto con su comitiva. En el esquema corporativo, el CT no podía ser sino la extensión del poder de la CTM y de su líder, para unificar el control económico y político sobre los trabajadores organizados.
Pero el problema para los líderes tradicionales es que precisamente está en crisis el esquema corporativo, y de ello es un testimonio, entre otros, la existencia de los foristas, de 20 organizaciones que plantean una redefinición del papel que en los tiempos actuales, y a la vista de los cambios operados en el mundo laboral y sindical, debe desempeñar el CT si quiere convertirse ``en un espacio abierto para establecer nuevas formas de organización, de acción y de representación del movimiento sindical, y con ello recuperar su papel de interlocución, y de factor protagónico en el contexto político y social del país''.
En el panorama social de nuestros días, ciertamente no ha habido planteamientos más inteligentes y denotativos de una percepción profunda y moderna de lo que debe ser el sindicalismo, que los hechos por los foristas. Pero la construcción orgánica de una alternativa unitaria o de una corriente nueva dentro del CT, habrá de ser lenta, penosa, difícil, siempre en el tropezadero, y no sólo ni principalmente por los escollos fidelianos, sino por el enorme esfuerzo transformador que se requiere al interior de los mismos integrantes del forismo. En esa construcción hay algo que no ofrece dudas: desde las primeras paletadas para la cimentación, se requiere de algo más que líderes por cinco minutos.