Chartier: México, laboratorio de la historia donde las culturas se cruzan
Luis Enrique Ramírez/ I Roger Chartier, uno de los más importantes historiadores de Francia, se encuentra en México, donde permanecerá por espacio de dos semanas, a invitación del programa ``Gramática de la Memoria'', con el cual el Departamento de Historia de la Universidad Iberoamericana (que coordina Ilan Semo) obtuvo una de las becas en Humanidades que entrega la Fundación Rockefeller.
Entrevistado en su habitación de hotel, el historiador habla en un español casi perfecto aprendido, evidentemente, en España (por las zetas). Y habla, por principio, de su relación con México y con Latinoamérica.
``En los últimos tres años me he vinculado con historiadores, sociólogos y críticos literarios en América Latina. No soy hispanista ni trabajo directamente sobre la historia ni la literatura española o de América Latina, pero tengo mucho interés por la historia y por el presente de México y de lo que conozco mejor que es América del Sur: Brasil, Argentina. Por otra parte, lo más interesante para un historiador de las prácticas culturales es la sedimentación de la historia, y en México, más quizá que en ninguna otra parte de América, se da este fenómeno de culturas que se cruzan, que no desaparecen; las nuevas no se imponen sobre las antiguas. México es como un laboratorio. He leído con mucho interés a los historiadores, sean mexicanos, sean los colegas franceses, que trabajan sobre esto, por ejemplo Serge Gruzinski. Me interesan también las nuevas formas de pensamiento que desarrollan aquí los colegas en los campos que me son familiares: la historia, la observación del presente --que se puede llamar etnología, sociología-- y la literatura, la de los siglos XVII y XVIII pero también la contemporánea.
--Qué referencias tiene, en particular, de la literatura mexicana?
--Carlos Fuentes es una referencia fundamental, y también autores clásicos o canónicos, autores de ensayos históricos y literarios a la vez. Me acuerdo del último libro de Antonio Saborit que, al tiempo que trata una intriga, es historia. Son cuestiones que me interesan mucho en la reflexión sobre qué es la historia: conocimiento por una parte y por la otra escritura. Ficción no significa invención necesariamente ni que no pueda agarrarse de la realidad pasada. Un problema para los historiadores ahora es entender cómo a través de una forma literaria se puede decir algo sobre una realidad pasada.
--Considera usted a la historia una disciplina crítica?
--Sí, pienso que es una definición fundamental. He dicho que la historia es conocimiento, pero conocimiento, me parece, cargado de una función crítica contra los mitos, los mitos que crea cada sociedad, cada grupo o cada comunidad para establecer su memoria. Pero la historia no debe copiar estos mitos sino, por el contrario, establecer una forma crítica de conocimiento. En Europa, con la multiplicación de los nuevos o antiguos países
tras la caída de la Unión Soviética, o en EU con las identidades de los distintos grupos, se ve cómo se construye una historia cuyo propósito es fortalecer la identidad particular y me parece respetable, pero la acción crítica de la historia es decir que historia no es memoria, y que la construcción de una memoria no significa necesariamente un conocimiento histórico objetivo. De esta manera, sí, hacer historia es una función crítica. Forma parte de ello dar a los lectores herramientas, instrumentos para pensar el presente; no aceptar sin distancia crítica lo que imponen los mass media o los poderes, las fuerzas en el campo de la economía, etcétera. Es proponer modelos de análisis, de inteligibilidad que pueden ser utilizados fuera del tema histórico como instrumentos de pensamiento.
--Usted, que se ha dedicado a la historia de los lectores y los libros cómo ve la situación del libro en este momento histórico marcado por las computadoras?
--Es necesario reflexionar en dos escalas: Parece que en los próximos años o quizá dentro de un tiempo largo la realidad que veremos será doble, con textos que van a mantenerse en la forma clásica --la impresa--, y textos que alimentarán a las computadoras. Cuando digo textos me refiero a libros, a diarios, a revistas, a documentos. Por razones de utilidad y de práctica, yo diría que la transmisión electrónica va a modificar sus formas, que la circulación de los textos será de ambos modos, un poco como después de la invención de la imprenta por Gutenberg, cuando continuó, pese a todo, la circulación de los textos por la forma manuscrita. O como en la antigüedad, cuando, luego de inventarse el libro en la forma que conocemos, fue muy progresivamente que desapareció el libro en rollo. No sé qué se pueda establecer para el futuro, para el siglo XXII, no sé, quizá la forma electrónica de composición, transmisión, apropiación de los textos va a dominar. Debemos separar estas dos escalas de reflexión, lo que me parece ahora una división de la cultura escrita entre los dos soportes. Pero quisiera subrayar las diferencias porque las posibilidades de universalizar el acceso a la cultura escrita con la técnica electrónica, las redes electrónicas, la difusión de un texto fuera de su ubicación inicial, crean a la vez posibilidades de todo lo contrario: la dominación de ciertos grupos, de ciertos países sobre la transmisión de los textos electrónicos. Se pueden aumentar y no reducir las distancias entre las diversas partes del mundo o dentro de una sociedad. Es un gran desafío que viene de las políticas de la cultura escrita, de todos los que tienen poder, no solamente un poder político, también un poder económico, un poder sobre los mass media, sobre los repertorios electrónicos. Hay aquí una discusión que me parece más importante que la del libro impreso versus textos electrónicos: está sobre el control, la difusión, la naturaleza de lo que se transmite a través de las redes y de las bibliotecas electrónicas. Preguntarse si todo esto va en el sentido de un acceso universal a la cultura escrita o por lo contrario. Quienes no tengan acceso a este tipo de técnicas serán en cierto sentido los nuevos analfabetas, aunque sean capaces de escribir y leer.
Durante su estancia en México, Chartier impartirá un curso --que ya inició-- en la Universidad Iberoamericana: ``Introducción a la historia cultural. Prácticas sociales y cultura escrita en la Edad Moderna (siglos XVI al XVIII)''; y dos conferencias magistrales: ``Foucault, la ilustración y la Revolución Francesa'' (el 19 a las 17 horas en el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM); y ``La historia cultural hoy: lenguaje, prácticas y representaciones'' (el 21 a las 12 horas en el Aula Santa Teresa de la Ibero).