Jean Meyer
Rusia, domingo 16

Fue Bismarck quien dijo que ``nunca miente tanto la gente como después de una cacería, durante la guerra o antes de las elecciones''.

En los últimos meses la inflación monetaria en Rusia ha bajado hasta el nivel histórico de 1.6 mensual, pero las mentiras han alcanzado una tasa hiperinflacionaria.

Alguna vez el recién desaparecido poeta Joseph Brodsky dijo que ``la ambivalencia, creo, es la principal característica de mi nación''. Por lo mismo, Boris Yeltsin es el más ruso de los candidatos, seguido de cerca por Guennadi Zyuganov de quien no se sabe si es ambivalente o tranquilamente mentiroso.

Lo que parece claro es que no existe el tan mencionado crecimiento del electorado comunista. Es mejor no referirse a los sondeos que son muy contradictorios en su reconocida imperfección; lo que no engaña son los resultados de las tres elecciones federales entre 1991 y 1995. El PC es estable e importante en 19/22 millones de votos; enfrente hay siempre 43/46 millones de votos no comunistas. La estabilidad es impresionante, como el hecho de que el electorado comunista sea de edad madura con predominancia en las ciudades pequeñas y el campo. En 1995 el PC obtuvo 32.2 por ciento de los votos (21 de los inscritos) pero sólo 23 por ciento en las grandes ciudades y 47 por ciento ciento en el campo. La ilusión de un crecimiento acelerado del voto comunista se explica por una ley electoral que retribuyó el 32.2 por ciento de los votos con 45 por ciento de las curules, mientras que ese mismo porcentaje de los votos dispersos entre pequeños partidos no recibió ni una curul.

Yeltsin y Zyuganov explotaron a fondo el mito del inminente retorno de los comunistas para limitar la competición presidencial a ellos dos. Yeltsin dice: ``Democracia o dictadura comunista''. Zyuganov responde: ``Ustedes van a favor de Rusia y de los rusos, o en contra''. Yavlinsky, candidato liberal de oposición, tiene razón cuando llama a votar ``contra la estupidez'', contra ambos candidatos, pero no ha podido sacar al electorado de la alternativa bipolar. No ha logrado unificar a los demócratas y tiene un ``defecto'' para un país donde el antisemitismo tiene raíces fuertes: su madre es judía. Declaró con sentido del humor: ``Siempre dicen que los judíos han destruido este país; denle chance a un medio-judío de reconstruirlo''. No fue escuchado.

Zyuganov maneja pocas veces el chiste pero una vez lo hizo bien: ``Tomo mucho menos que ``mister'' Yeltsin, un poco más que Gorbachov'' (impopular, entre otras cosas por haber impuesto la ley seca). Siempre dice ``mister'' Yeltsin para subrayar que lo considera como ``un agente occidental que ha traicionado los intereses del país''. Acaba de aparecer en Novosibirsk bajo dos enormes iconos de la Virgen. En campaña electoral, todas las mentiras son buenas. Se enojó en Novgórod cuando jóvenes demócratas desplegaron una banderola: ``Guennad; dónde está la verdad? En Davos o en el programa del PC?''.

Yeltsin no es menos demagógico pero además dispone de los enormes recursos del Estado. Ha usado y abusado de ellos al grado de que hoy 70 por ciento de los rusos piensa que va a ganar. Por lo mismo, muchos bien podrían no tomarse la molestia de ir a votar; menos en domingo y con el espléndido verano actual. Eso le podría servir a Zyuganov cuyos 22 millones de electores, sí irán todos a votar sin falta. La juventud no vota comunista, pero además la juventud no vota: en 1995, 40 por ciento de los menores de 30 años se abstuvo.

Lo único que valió la pena en esa campaña electoral es que trajo la tregua falta mucho para una paz definitiva en Chechenia. Sorpresa! la viuda de Dudayev votará para Yeltsin. Por lo demás, gane quien gane, las dificultades empezarán después de las elecciones. Los astrólogos, tan populares en Rusia, aseguran la victoria de Yeltsin, y es probable que así sea en la segunda vuelta. Sin embargo, Rusia se encuentra un poco en la situación que en el ajedrez los rusos y los alemanes llaman Zugzwang: hay unas pocas salidas y todas llevan, tarde o temprano, a la derrota. Si Boris Yeltsin logra el triunfo después de haber sentido la derrota tan cerca aprenderá, algo?, recordará sus promesas? El problema con los comunistas es que obviamente no han aprendido nada y no han olvidado nada.