Paulina Fernández
Productividad en la UNAM

Recojo sólo una parte del sentimiento que domina el ambiente académico de una pequeña muestra de la UNAM, la de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Me imagino que en otras facultades e institutos la situación no debe ser muy diferente.

En el origen de esta historia están los salarios bajos con aumentos muy limitados, controlados, y diferenciados a partir de criterios que pretenden favorecer sólo a quienes, se presume, trabajan: en las fábricas, el sector público, los comercios, en todas las relaciones salariales hay bonos, compensaciones, comisiones, primas, para poder aumentar a discreción los ingresos de unos sin tener que aumentar los salarios de todos.

En la Universidad Nacional Autónoma de México se ha establecido, entre otros, el Programa de Primas al Desempeño del Personal Académico de Tiempo Completo (PRIDE), que traducido al lenguaje cotidiano quiere decir posibilidad de complemento salarial, previa comprobación material de todas y cada una de las actividades docentes, de investigación y de difusión realizadas en un periodo determinado.

No pretendo repetir quejas y anécdotas acerca de que la mitad del año los profesores e investigadores universitarios tienen que perder el tiempo haciendo informes, buscando constancias, certificados, comprobantes, ejemplares de libros, revistas y periódicos donde se publicó alguna colaboración, haciendo fotocopias y llenando de diversas maneras una y otra vez formatos que piden lo mismo, para la misma dependencia.

Las paradojas son también motivo de molestias, si se quiere subjetivas, pero reales. En cada oficina se tropieza uno con obstáculos, errores, deficiencias, insuficiencias. Acudir hasta cinco veces a la misma oficina para recoger una constancia y encontrarse con que la información está incompleta, el expediente no está actualizado, el nombre del profesor mal escrito, falta la firma del funcionario correspondiente, no hay papel, hoy no vino la persona encargada..., regresar a la máquina de escribir a tratar de avanzar con lo que se pueda y descubrir que los lineamientos para la evaluación empiezan pidiendo que uno informe sobre las actividades que realizó de manera sobresaliente, que dé cuentas de todos los premios, distinciones, menciones honoríficas, reconocimientos !!!No es posible que funcione bien una institución educativa si durante semanas el personal administrativo, el académico, y hasta los funcionarios académico-administrativos, tienen que hacer a un lado las labores que les corresponde desempeñar normalmente para que la institución cumpla con sus tareas sustantivas, sólo para desahogar los requerimientos de uno de los programas que la UNAM ha establecido para, supuestamente, recompensar a quienes cumplen con sus deberes.

El programa formalmente pretende otorgar una prima por el desempeño académico, pero en realidad el mismo programa obliga a desempeñar otro tipo de trabajos que impiden la dedicación al trabajo académico. Es un contrasentido, para decirlo suavemente, que se ofrezca aumentar los ingresos de los profesores e investigadores a partir de la ``productividad'' que reportan y al mismo tiempo se les someta a una cadena de exigencias burocráticas que los mantienen distanciados de la producción académica.

Una de las mayores molestias que provoca el cumplimiento de los requisitos de estos programas es la sensación de estar contra tu voluntad haciendo un trabajo inútil. No hay siquiera un criterio constante, duradero; en cada ocasión, aun tratándose de las mismas ``formas oficiales'' de una misma dependencia, el tipo, la cantidad y la variedad de información o datos solicitados cambian de tal manera que hasta el desarrollo tecnológico es un desperdicio, pues no hay base de datos ni computadora que sirva cuando la información que se pide varía constantemente.

Cuántas páginas leídas, cuántas cuartillas escritas, cuántas horas de investigación, de reflexión, de atención a alumnos, en fin cuánto trabajo sacrifica el personal académico por tener que estar satisfaciendo requisitos burocráticos? La consecuencia de esta política salarial, acompañada de programas de distribución diferenciada de complementos salariales, es que la mayor parte del tiempo los profesores e investigadores no pueden dedicarse a leer, a pensar, a escribir, a crear, a adquirir o producir conocimientos nuevos. Tienen que estar acumulando actividades, es decir, ``haciendo currículum'' aunque sea artificialmente.

Se han acabado los proyectos de larga duración, necesarios para hacer investigaciones serias, a conciencia. Casi nadie produce obras que merezcan ser libros. Muchos de los libros de hoy son las revistas de ayer. Se han acabado también los grupos de trabajo; los equipos de investigación sólo se organizan si se pretende solicitar un apoyo económico o material extraordinario. La asesoría o atención a alumnos se condiciona a la formalidad, porque si no hay trámite escrito de por medio, para el profesor es tiempo perdido según los criterios de evaluación.

El PRIDE se ha impuesto como tantos otros cambios en la vida de este país y la gente lo asume como una inexorable realidad, con fuerza propia, y acaba creyendo que es imposible revertir o rectificar esa tendencia. El malestar que ha despertado este tipo de programas en el personal académico de tiempo completo, y que en las últimas semanas se ha revivido, tiene que aprovecharse para hacer propuestas alternativas, para buscar la manera de evitar que la vida universitaria siga consumiéndose en trámites prescindibles, en nombre de la productividad.