Imposible el conceptualizar los mil pensamientos y emociones que secuestran la mente al leer las páginas de Noticia de un secuestro. En la misma forma que no pudieran elaborar Maruja Pachón y su cuñada Beatriz Villamisar, el ser secuestradas, una tarde colombiana, a la hora en que las sombras del crepúsculo envolvían a las cosas.
Gabriel García Márquez narra los pormenores del secuestro de estas dos mujeres en un reportaje que al ser trascendido en su objetividad compite con el mundo de las fantasías. A la historia de Maruja y Beatriz se agregan nuevos secuestros de periodistas y gente famosa. Magnicidios, asesinatos de candidatos presidenciales y el desmadre policiaco que entrecruzados dan lugar a una búsqueda que desemboca en las omnipotentes y sádicas aventuras del narcoterrorista que asoló a ese país y su gobierno: Pablo Escobar, maestro en el manejo de la opinión pública.
García Marquez va dejando en cada página del libro las asombrosas huellas de su talento. Son tan rápidas las historias, que se atropellan entre sí en la mente, sin dar lugar a completarse ni a coordinarse. De esta falta de coordinación surge por la magia de su pluma, el héroe asesino, Escobar. Presente y ausente, fantasmal, cobra vida en la narración del escritor laureado con el Premio Nobel.
Pablo Escobar, espíritu maligno colombiano --expresión del instinto de muerte freudiano-- no trata de ser materializado por el escritor, con lo que le conserva su fuerza. Una y otra vez se nos escapa dejando sólo algunos vestigios. Aparece y se esconde --perseguido por el ex presidente Gaviria--, en donde las letras se pierden al silbido de las balas salidas de las metralletas, el estallido de las bombas y el olor de la sangre y miedo que paraliza a toda la población.
El libro se circunscribe a la luz de un solo punto: El moderno malhechor, símbolo del narcisismo moderno --egoísta, sádico, actuador, que provoca que el mundo gire de acuerdo con sus necesidades, ser él, el necesitado, como seguramente él necesito. Pablo Escobar es el punto en que se fija la atención del lector, atrayéndola, a pesar de ser el gran ausente, quien auna a su patología talento. Ausente sobre el que se distinguen los hilos del sometimiento y la rebeldía de las gentes y los personajes, que permiten al lector terminar el reportaje vuelto novela, al gusto de sus propios temores. El temor que provocan los narcisistas actuales, clasificados como border-lines --la línea entre la neurosis y la psicosis.
García Márquez, maestro de la literatura moderna latinoamericana, aborda el reportaje que implica una obsesiva investigación sobre el terrorismo colombiano. El miedo que vivió, viven los colombianos, desfilan en las páginas de este espléndido libro. La indignación de una sociedad desprotegida, en manos de un Pablo Escobar, líder de la guerrilla narcoterrorista.
Personaje de este fin de siglo, Escobar, monstruo que amedrenta a un país es desalmado e incorregible, pero al mismo tiempo, deslumbrante y magnético. Sin estar nunca presente, es el perseguidor de los colombianos, incluido su presidente(s). Los que tienen que aprender diferentes maniobras defensivas, incluida su muerte, para aplacar a ese perseguidor que se multiplica en la mente.
Y es que como bien dice Ugo Pipitone (La Jornada ,11/06/96) en Colombia la realidad compite con la imaginación de García Márquez ``que al escarbar la superficie de barbarie y brutalidad del narcotráfico se asoma a una mixtura de violencia, chantaje, dignidad e inocencias bárbaras, que le dará para muchos libros más''... ``Gaviria encarcela a Escobar. La mafia --Escogar-- toma venganza y fuerza el enjuiciamiento del presidente Ernesto Samper. El vicepresidente, en contra de Samper, en el exilio''... ¡Ahí cualquier parecido con los personajes de la realidad mexicana, es pura coincidencia.