La protesta contra el neoliberalismo recorre Europa. En Bonn, que tiene 300 mil habitantes, desfilaron ayer 400 mil trabajadores para protestar contra el aumento de la edad jubilatoria a 65 ños, el recorte de los salarios por enfermedad y las facilidades para despedirlos. Las mantas ``huelga general inmediata'', ``que paguen los ricos'' y otros semejantes recordaban las grandes huelgas francesas de fines de 1995. También, como en Francia, la oposición socialista acompañó la manifestación, pero tratando de mantener el proceso encauzado dentro de la discusión parlamentaria. Sin embargo, quienes salieron a la calle con organización germana y pasión latina pasaron por encima de las burocracias sindicales y partidarias: la dirección sindical de los empleados públicos acababa, en efecto, de aceptar un aumento inferior a la tasa de inflación (o sea, una rebaja de salarios) y no promovió la marcha, pero sus bases marcharon a pesar de ella y con sus propias reivindicaciones.
El neoliberalismo imperante a escala mundial del cual el canciller Helmuth Kohl es uno de los campeones necesita liberar el mercado de mano de obra, desregularizarlo, hacer funcionar plenamente la ley de la oferta y la demanda (que eliminaría las protecciones sociales a los más débiles y, dada la desocupación y la posibilidad de hacer emigrar las fábricas a países con salarios menores, rebajaría los salarios reales). Los neoliberales piensan en la economía en función del lucro de las empresas y creen que la economía es una relación entre cifras y cosas, no una relación social entre personas. Olvidan, por lo tanto, que éstas pueden resistir, tienen memoria histórica, son capaces de buscar alternativas, de perseguir utopías.
La protesta social en los países europeos no es, por lo tanto, resultado de la miseria, como en nuestro continente, sino de la conciencia, de la organización y de la previsión de lo que podría resultar, en términos económicos, sociales, democráticos, si no se resistiese (porque una política antipopular lleva a la represión, como lo demuestran el aumento del porcentaje destinado a los aparatos represivos en los presupuestos de los propios países desarrollados y la aprobación de leyes liberticidas). Los alemanes tienen en su haber casi un siglo de terribles experiencias y sobre ellas se basa su capacidad de resistencia sindical y la tendencia a pensar a escala europea.
Si en Alemania, una de las economías más poderosas del mundo, la política neoliberal es rechazada, es evidente que el ``contagio francés'' podrá extenderse al resto de la Europa industrializada (en Italia, por ejemplo, el Parlamento deberá discutir ahora un proyecto de ley que reintroduce la escala móvil de salarios y en toda Europa se prepara un referéndum sobre el tipo de integración económica que establece el Tratado de Maastricht en beneficio exclusivo del capital financiero y en detrimento de las conquistas de civilizaciónobtenidas en este siglo por los trabajadores). Volvemos a repetir: si la política neoliberal resulta insostenible para quienes todavía hoy pueden vivir con relativa decencia, cómo puede ser preconizada en nuestros países donde es sinónimo de miseria para las grandes mayorías?