Guennadi Ziuganov*
Punto final a la autocracia y las mafias

Moscú. Rusia está atravesando un periodo de grandes dificultades, cuyos signos más obvios son el inadecuado control del Estado, el caos económico, el dominio del crimen y el deterioro moral.

La política interna seguida por las actuales autoridades no sólo es antipopular, sino que se puede decir que además reviste las características de una especie de genocidio.

Se afirma que en Rusia se está construyendo una sociedad democrática, pero en lugar de democracia lo que tenemos es la omnipotencia de la mafia y la autocracia del presidente.

El presidente Boris Yeltsin dice que se preocupa por el pueblo, pero sólo comienza campañas para el pago de los salarios y las pensiones retrasadas en lugar de restaurar el orden de pagos.

Ningún estado industrializado moderno daría un centímetro de su territorio, pero algunos exaltados de la élite rusa están prontos para regalar tierra rusa a Japón y a China.

Estamos perdiendo mercados, algunos de ellos como el de las armas ya se perdió, y la gente de talento está dejando el país.

Nuestro vasto país está siendo sometido a un tratamiento de shock que ha provocado horribles consecuencias y pérdidas más grandes que las sufridas durante la Segunda Guerra Mundial.

La caída de la producción llegó en algunas industrias al 80 por ciento, lo que equivale a un exterminio de la economía nacional.

La estratificación social ha llegado a niveles espeluznantes con el 5 por ciento de los ciudadanos más ricos que tienen ingresos 30 veces superiores a los del 10 por ciento de los más pobres. Estas diferencias sociales han sido, son y serán causa de conflictos en cualquier lugar y en todos los tiempos.

Se cree, equivocadamente, que el Partido Comunista de la Federación Rusa, cuando llegue al poder, nacionalizará los bancos comerciales privados, las compañías petroleras y las empresas privatizadas.

Pero todos saben que no se puede dar marcha atrás a la rueda de la historia aunque todos voten para que ello se haga. Nosotros seguiremos adelante pues sabemos que si intentásemos volver al pasado, Rusia se convertiría en una gran Chechenia.

Lo que haremos es apoyar a toda empresa privatizada que trabaje bien, pero si una fábrica fue privatizada para saquearla, llevaremos la cuestión a los tribunales.

La política de regulación estatal de la economía es a veces objeto de interpretaciones equivocadas. Debido a que no hay un libre mercado verdadero en ninguna parte del mundo, nosotros intentaremos hallar la justa proporción entre la legislación estatal de la economía y el mercado.

Esta proporción varía desde el 25 al 30 por ciento de regulación estatal de la economía, y en algunos países, hasta el 70 por ciento.

Bajo el gobierno de Yeltsin y de su primer ministro Viktor Chernomirdin, el Estado posee más del 50 por ciento de la economía, pero no la está controlando en absoluto. Y será imposible superar la crisis sin una regulación estatal de la economía debido a que muchas empresas e industrias tienen el monopolio en sus sectores.

Creemos que el Estado debería tener solamente la cantidad de propiedades que le permita proporcionar gratuitamente educación a los niños, atención sanitaria a los ancianos y seguridad personal y ambiental.

Los adversarios del Partido Comunista le dicen a la gente que las inversiones extranjeras terminarán poco después de la llegada comunista al poder.

Pero, para empezar, nuestro partido está a favor de mantener relaciones amistosas con todos los estados. Y puedo afirmar, porque me he reunido con muchos empresarios extranjeros, que sé que éstos no temen a los partidos políticos sino a las políticas de inversión poco convincentes.

Hoy en día, los inversores extranjeros no encuentran en Rusia las reglas que les garantizarían un cálculo adecuado de sus ganancias, la posibilidad de ejecutar programas de inversión, la seguridad personal y una política impositiva netamente definida.

Los inversores extranjeros apenas traen dinero a Rusia. Recibimos sólo 5 mil millones de dólares desde el comienzo de las reformas, mientras que un pequeño país como Hungría obtuvo 30 mil millones. Asimismo, se ha invertido más dinero en la zona de Shangai que en Rusia, Bielorrusia y Ucrania conjuntamente.

Si nuestro bloque de fuerzas nacional-patrióticas gana las elecciones, formaremos un gobierno de confianza nacional que aplicará un programa para estabilizar la situación en el país. Para comenzar, cambiaremos la relación entre los poderes Ejecutivo y Legislativo. El Ejecutivo deberá ser fuerte, pero controlado por el Legislativo.

Tenemos también programas de estabilización económica-financiera y de combate al crimen, el pandillerismo y la corrupción.

Pero no importa cuán complicados sean todos los demás problemas que sufre Rusia; el de Chechenia los eclipsa.

El Partido Comunista declaró, tan pronto comenzó el conflicto checheno, que no podía haber una solución militar al problema. Ello no quiere decir que rechacemos la necesidad de usar la fuerza para eliminar a los grupos de bandidos que rehúsan deponer las armas.

La cuestión chechena no es ni militar ni étnica, sino económica y, en buena parte, geopolítica. Asimismo, sus raíces deberían ser buscadas en los intereses de clanes mafiosos, Y nada detendrá esa guerra a menos que hallemos y liquidemos sus raíces.

Durante su larga historia, Rusia ha estado en situaciones difíciles más de una vez. Pero cada una de esas veces las maravillosas características del pueblo ruso --su espiritualidad y su firme creencia en el Estado y su naturaleza colectiva-- lo ayudaron a superar las dificultades.

También en la situación actual el pueblo ruso revivirá. Rusia fue siempre, y seguirá siendo, un gran país.

* Candidato a presidente y líder del Partido Comunista de la Federación Rusa. Especial de IPS.