Reactivación económica, generación de riqueza, distribución equitativa del ingreso y fortalecimiento del ahorro interno han sido temas de constante mención en el discurso oficial --público y privado-- de los últimos años. Raro es el día en el que autoridades gubernamentales o líderes empresariales dejan de avizorar --pitonisos-- un futuro venturoso --ahora sí, definitivo-- para este muy deteriorado cuerno de la abundancia que es México.
Corrido el tiempo, no con agrado los mexicanos aún esperan que se materialicen las recurrentes promesas, mientras el concepto de distribución equitativa de la riqueza ha transitado del onírico cadillac para todos --sinónimo de abundancia y disposición-- de Miguel Alemán, al paupérrimo programa para combatir la pobreza del presidente Ernesto Zedillo, sin olvidar al mítico Pronasol de Carlos Salinas de Gortari.
No por gusto, pero seguirá la espera. Con el ritmo de salida de capitales que se reporta, el país difícilmente dispondrá de recursos suficientes para reactivar la economía, generar riqueza, fortalecer el ahorro interno y/o distribuir equitativamente el ingreso.
De hecho, el reconocimiento hecho en Canadá por el presidente Zedillo, en el sentido de que el primer año del nuevo ciclo de la crisis le costó al país alrededor de 70 mil millones de dólares (de 20 a 25 por ciento del Producto Interno Bruto), proporciona una idea de lo que implicará el segundo.
Con esa dinámica, ¿qué aparato económico puede no sólo sortear la sangría permanente de recursos, sino reactivar --así sea de manera modesta-- su planta productiva y tener una perspectiva más grata?
¿Algunos ejemplos?
De acuerdo con la información de la Reserva Federal de Estados Unidos que publica hoy en su primera plana La Jornada (Roberto González Amador), el monto de los recursos de origen mexicano depositados en bancos de Estados Unidos al cierre de 1995 sumaron 24 mil 582 millones de dólares, cantidad 100 por ciento superior a la de diciembre de 1994, y equivalente al 10.26 por ciento del Producto Interno Bruto a precios del año pasado.
Sin muchos elementos para estar orgullosos, México se ha convertido en el mayor ahorrador latinoamericano (excluyendo los paraísos fiscales del Caribe) en bancos estadunidenses, al concentrar el 27.52 por ciento de los recursos que la región ha depositado en instituciones privadas de aquel país, de acuerdo con el informe de la Reserva Federal.
Aunado a lo anterior, según reportes del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, en lo que va de la presente administración gubernamental han abandonado el país 12 mil 599.2 millones de dólares por errores y omisiones de la cuenta de capital de la balanza de pagos. Sin duda, demasiados errores y muchas omisiones.
De hecho, tan sólo en diciembre de 1994 salieron 6 mil 683 millones de dólares por ese concepto, y a lo largo de 1995 se fueron 5 mil 916.2 millones adicionales.
En este contexto, cabe recordar que a lo largo de los últimos 13 años, por errores y omisiones salieron del país 44 mil 349.9 millones de dólares; de ese total, el 28.41 por ciento correspondieron a la joven administración del presidente Zedillo.
Por lo si lo anterior fuera insuficiente, en 1995 el gobierno mexicano, con puntualidad milimétrica, destinó unos 30 mil millones de dólares para amortizar los generosos Bonos de la Tesorería de la Federación (Tesobonos).
Además, el año pasado se destinaron cerca de 14 mil millones de dólares al pago de intereses de la deuda externa pública y privada (9 mil y 5 mil millones, respectivamente, en números redondos). En 1994 se utilizaron 12 mil millones para cubrir el mismo concepto, y en 1996 se espera canalizar cerca de 15 mil millones más.
Lo anterior no incluye las erogaciones por pago de principal de la deuda externa total, la cual ronda los 165 mil millones de dólares.
En el exceso, el Banco de México intervino 25 veces en el mercado de divisas para defender a capa y espada su política cambiaria de flotación. Para ello utilizó al menos de 5 mil millones de dólares, provenientes de las reservas internacionales; es decir, con recursos públicos se financió la fuga privada de divisas.
Para el back ground en 1994, el Banco de México intervino en ese mismo mercado en 71 ocasiones, con un costo para el país de 20 mil 354.3 millones de dólares, aunque en ese entonces el tipo de cambio se deslizaba, no flotaba.
Indudablemente, no hay país que aguante ese ritmo.
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