Luis Javier Garrido
Dublinenses

La exoneración (penal y política) de Carlos Salinas fue el principal compromiso pactado por Ernesto Zedillo para alcanzar la silla presidencial pero, a punto de alcanzarse, paradójicamente, ésta se está tornando en el factor que puede impedirle proseguir en el poder.

1. El gobierno actual, ante su incapacidad para actuar de manera independiente y conforme a los intereses de los mexicanos, utiliza de manera cada vez más abierta la propaganda para pretender lo contrario, y el último escándalo suscitado por Carlos Salinas desde Dublín así lo demuestra. Las plumas oficiales han dado decenas de versiones para ocultar la verdad: que Córdoba y Salinas siguen tomando las decisiones fundamentales del país.2. El embajador de México en Dublín (y en Belfast), Agustín Gutiérrez Canet, fue cesado (por Córdoba) pretendidamente por haber servido a Jorge G. Castañeda, interlocutor de Salinas, y darle así fuerza (en la prensa) a la versión de que es Zedillo (y no Salinas) quien detenta el poder, pero la realidad es que fue sobre todo por otro motivo: para frenar el salinismo de los camachistas del Grupo San Angel.

3. El problema no es pues que Ernesto Zedillo no escuche la opinión de los mexicanos, sino que sólo atienda la de su jefe y protector, el aventurero francés Joseph-Marie Córdoba, que es la otra voz de Carlos Salinas.

4. La pregunta que muchos se hacen sobre la fuerza o debilidad de Zedillo se puede responder por lo tanto de manera muy sencilla. La fuerza de un gobernante está en su capacidad para actuar libremente en el marco de sus atribuciones legales, definir las políticas de su gobierno y defender al país frente al exterior: y este no es el caso.

5. Los jefes de Estado requieren además en los sistemas contemporáneos de algo más importante: tener una autoridad moral, necesaria para generar confianza en sus decisiones, y Zedillo carece de ella. No sólo porque aparece como corresponsable de las políticas salinistas y del desastre al que llevaron al país, sino como el principal beneficiario del homicidio de Colosio, que según múltiples evidencias sabía que se iba a cometer y que no ha hecho más que encubrir. Es decir, como un cómplice de Carlos y Joseph-Marie, que sin fuerza personal no puede tener más alternativa que la prevista por éstos: depende de ellos y apoyarse a) en los centros de poder financiero y b) en lo que queda de los aparatos de control del ``sistema''.

6. De ahí que Zedillo tenga un repudio popular sin precedente y de que el único sector del país que lo apoye (y con reservas) sea el de un reducido grupo de grandes empresarios: los beneficiarios de ``la globalización''.

7. La operación de Estado para exonerar plenamente a Salinas y Córdoba, y que fue a todas luces punto central del compromiso que contrajo Zedillo con ellos para recibir el cargo, no ha sido detenida por lo tanto más que momentáneamente. La responsabilidad por el desastre que vive el país ya la asumió Zedillo en plena sumisión con su mea culpa en Canadá, pretendiendo que su ``error'' de diciembre fue el origen de todo (lo que pretende exculpar también a las políticas neoliberales). La responsabilidad penal de Carlos Salinas por los delitos de peculado y narcotráfico la ha estado encubriendo la PGR, como consecuencia de la alianza estratégica entre el PAN y el gobierno (con lo que de paso se encubre también al ``sistema''). La exculpación de Salinas por los crímenes políticos, es decir el ``carpetazo'' final, queda de tal manera como la última tarea del doctor Zedillo: el eslabón final de su compromiso, que no es como se ve con los mexicanos, sino con sus protectores.

8. El escenario preparado por el maquiavelismo salinista al remplazar a Colosio con Zedillo parece estar triunfando plenamente al reaparecer en público Joseph-Marie, hombre de confianza del Banco Mundial y del FMI, y ostentarse como el hombre fuerte del régimen, mostrando que es intocable a pesar de su vinculación abierta con el narcotráfico y de su probable participación en los crímenes políticos. El requisito del artículo 91 constitucional de ser mexicano por nacimiento para ocupar una secretaría de Estado fue violado por Salinas al hacer a Córdoba jefe del gabinete, y Zedillo sigue sobre la misma vía, pretendiendo que esa es la política de la trasnacionalización, y sin darse cuenta de su triste papel.

9. Las manipulaciones políticas del grupo de interés que controla el aparato de Estado no toman en cuenta sin embargo a los mexicanos. El lujoso exilio de Carlos Salinas en su finca en Irlanda, adquirida por Raúl probablemente con dinero del narco, aunque lo niegue su caballerango (Reforma, 10 de mayo), por mucho que se pretenda ocultarlo evidencia desde la impunidad del poder hasta el desastre de las instituciones. En 1930-1934, los políticos iban a consultar las decisiones a Santa Bárbara o a Cuernavaca y hoy, a través de medios más sofisticados (o de monsieur Córdoba), reciben línea desde Irlanda: incluyendo a Zedillo.

10. El 1o. de diciembre, al cumplirse dos años de la llegada a Los Pinos, Ernesto Zedillo podrá muy bien no renunciar como se lo han sugerido muchas voces desde el ``sistema'', pero las consecuencias de esa decisión estarían a la vista. De proseguir ''su administración'' en la pendiente actual, se agravaría la crisis moral del régimen y, sobre todo, se iría a una mayor dependencia de México hacia el exterior.