La Jornada 21 de junio de 1996

Hasta 1993, el INI no sabía de la existencia de los mayos de Huites

Matilde Pérez U., enviada /II y última, Choix, Sin Arrancados de sus antepasados, de sus casas, de sus muertos, de su centro ceremonial y de su entorno natural por la construcción de la presa Luis Donaldo Colosio, los mayos de Huites luchan por no perder su legado cultural y social.

Hasta 1993 estuvieron olvidados incluso por el Instituto Nacional Indigenista (INI), el cual ignoraba su existencia y desconocía dónde estaba la comunidad. De hecho no aparecen en los Indicadores Socioeconómicos del INI, que es editado por el área de investigación y cultura del organismo.

Se supo de ellos por Scott Robinson Studebaker, investigador del Departamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana de Iztalapa, quien analiza el impacto de la construcción de presas entre las comunidades indígenas y la convergencia del derecho público internacional y nacional en éstas.

Sobrevivientes de las estructuras de los temastianes (responsables de los templos) que trataron de imponerles los jesuitas en el siglo XVII y de los consejos de gobernadores que fomentó el Instituto Nacional Indigenista para formar cuadros dirigentes como una política de desarrollo de los pueblos indígenas, los mayos de Huites luchan por su futuro.

``Lo que le digo es verídico. El pueblo de Huites se emocionó cuando los del gobierno (Comisión Nacional del Agua) nos dijo que nos iban a dar buenas tierras y a pagar por nuestras casas; que íbamos a cambiar a otro nivel de vida. Eso no se cumplió y ahora no tenemos lugar para recolectar ni la leña'', dice Simón Ruiz --conocido como el indio de Huites--, quien fue el que pidió ayuda al INI.

Hipólito Félix Ochoa dejó más de la mitad de su vida en el viejo pueblo. ``Allá tenía mis chivas y algunas vacas, sembraba maíz y calabaza; ahí murieron mis familiares. Cuando llegaron los del primer censo me dijeron que tenía derecho a 10 hectáreas de riego. Después llegaron y por mi casa y mi parcela me dieron 3 millones 334 de pesos (de 1993), pero sólo me pagaron dos hectáreas y 10 millones por el agostadero del ejido. Pero el dinero fue repartido a los (del pueblo) Los Pozos, que no fueron afectados y no se volvió a hablar de las tierras''.

Hace año y medio la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) tuvo conocimiento de los efectos negativos de la construcción del embalse sobre los mayos de Huites, pero nunca realizó la investigación de campo. Sólo se limitó a los ``informes de gabinete'' proporcionados por la CNA, la Secretaría de la Reforma Agraria y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, por lo que encarpetó el caso, indicó Ramón Martínez Coria, jefe del Departamento de Protección de Recursos Naturales de la Dirección de Procuración de Justicia del INI.

Debido a la insistencia del equipo de la Comisión Integral para la Atención de Huites --conformada por personal del INI--, Rosa Isabel Estrada, coordinadora del Programa de Asuntos Indígenas de la CNDH, aceptó la invitación de los indígenas para visitar la comunidad destruida por las aguas, la cual por los bajos niveles del río Fuerte quedó al descubierto.

En abril, acompañada por el pueblo mayo de Huites, el cual llevó a su (santo) señor Santiago a visitar su ``vieja casa'', la funcionaria pudo observar cómo el torrente del río destruyó el lugar sagrado, ``el ombligo'' de la comunidad: las casas, la escuela, el panteón y los símbolos que representaban su identidad. Sintieron, a través de las danzas de pascolas y matachines, el sobrecogimiento de los indígenas de volver a su lugar de origen sólo como ''visitas'', antes de que vuelva a cubrirlo el agua.

Allí, la coordinadora del Programa Indigenista de la CNDH externó su solidaridad a los indígenas y su disposición de retomar el asunto si éste se documenta debidamente. ``Hasta que llegó acá se dio cuenta de la dimensión del caso y se sensibilizó'', expresó Martínez Coria.

Los mayos de Huites, junto con los de Baca y Ballena, integran las tres comarcas ceremoniales de esa etnia. Pero Huites siempre fue la más alejada y conservó su estructura de autoridades rituales: sus danzas de pascolas y matachines y su música son escuela para pueblos vecinos. Ellos, y otros indígenas en el norte, son ``motivo de identidad regional, tienen un estatuto de folclor y se han convertido en votantes decisorios'' para los partidos políticos.

Es una lucha que no se circunscribe a la tierra o las indemnizaciones y que rebasa las funciones institucionales. Es la violencia sobre las prácticas culturales y la ``posible muerte clínica de los mayos de Huites'', aseguró Martínez Coria, también coordinador de la Comisión Integral para la Atención a Huites.

Explica: ``En la comarca cultural de Huites había petroglifos que no tenían identidad en un código religioso reconocible. Para establecer dicha relación se leyó en una de las piedras el libro de la virgen de Guadalupe y se introdujo al calendario de las fiestas rituales de la comarca huiteña. Esos petroglifos estaban en la población de los Mesquitones y para salvarlos de la destrucción se pidió al INAH que realizara el peritaje arqueológico. Este fue realizado por una antropóloga --cuyo nombre no recordó-- pero fue rechazado por sus jefes''.

En la actual colonia --de forma triangular de no más de dos hectáreas--, el templo carece de los espacios externos suficientes para que los mayos realicen sus danzas de pascolas y matachines, se enfrentan a la violencia urbana y su ancestral actividad de silvicultores, cazadores, pescadores y agricultores temporales, fenece. En los márgenes de la zona urbana de Choix siguen siendo recolectores, pero ahora de los botes de aluminio de las cervezas y refrescos para venderlos por kilo.

Su lucha contra el desarraigo y la esperanza de que su cultura no sea únicamente museográfica, se ejemplifica con la terquedad de que las autoridades reconocieran que el lugar a donde los desplazaron fuera legalmente reconocido como ``el pueblo mayo de Huites o el pueblo indio de Huites'', y así quedó en el Registro Agrario Nacional y es su dirección postal oficial.

Pero, expuso Simón Ruiz, hay un fuerte migración entre la población indígena desplazada. Sólo quedaron los viejos; los que tienen entre 30 y 50 años, los de la experiencia, los que transmiten las cosas, se fueron. Otros, por el empobrecimiento, han vendido sus terrenos. Sin embargo, los niños siguen tocando los instrumentos musicales tradicionales y aprendiendo la danza de matachines y pascolas.

Según información de la CNA, con la construcción de la presa se afectó una superficie de 9 mil 384 hectáreas, de las cuales 80 por ciento eran ejidales, 20 por ciento terrenos privados, cauces y zonas federales. Se afectaron 34 rancherías y poblados con 404 construcciones, de las cuales 325 eran casas habitación con una población total de mil 350 personas.

Para reubicar a 198 familias se construyeron los poblados Nuevo Techobampo, Tahonitas y Colonia Huites, ``restituyéndoles sus actividades productivas con absoluto respeto a sus tradiciones, costumbres y forma de vida''.

En la construcción de dicha obra participó el sector privado privado mediante financiamientos; la recuperación será posible a través del aprovechamiento múltiple de las aguas reguladas. Además de impedir pérdidas en el enorme potencial agrícola del noroeste, permitirá incrementar la superficie de riego en el norte de Sinaloa y sur de Sonora y generará 917 millones de kilovatios hora, de acuerdo con la CNA.

Para los mayos de Huites ha significado su organización y politización, pues a ``pedazos han arrancado'' a la CNA escuelas, calles, pero sobre todo la voz de alerta para que se respeten sus derechos.