En los últimos días, se ha hablado públicamente sobre la posibilidad de que se conforme un bloque, una candidatura, de fuerzas políticas opositoras, aunque éstas sean de signo opuesto, para sacar al PRI del gobierno en las elecciones del año 2000. En mi opinión, el que esto se hiciera equivaldría a poner el oposicionismo por encima de la democracia y de la necesidad de un cambio real en el país.
Cualquier alianza o bloque, cualquier candidatura común entre diversas fuerzas políticas, que se conforme con vistas a las elecciones, sean las legislativas de 1997 o las generales del año 2000, debe constituirse en torno a un programa en positivo. Debe definir claramente qué se plantea cambiar y en qué sentido. Aunque una candidatura deba necesariamente recaer en una persona y deba haber otros elementos más, no hay ninguna seguridad de resultados positivos si se conjugan fuerzas sólo en contra de algo, de alguien o de un agrupamiento, sin definir claramente qué se pugna por establecer en su lugar.
En años anteriores, cuando se discutió sobre estas cosas, en algunos casos se dijo: bueno, es que el punto más importante ahora es la democracia. La alianza de todas las fuerzas que estén por la democracia es lo que procede. Sin embargo, es más que dudoso que, por ejemplo, la política económica no sea de primera importancia también. Puede resultar aventurado afirmar que ninguna persona, corriente o medida adoptada desde el poder o desde el PRI pueda ser democrática. Pero incluso para el más opositor es difícil aceptar que toda fuerza, corriente o persona opositora sea, por el solo hecho de no estar en el gobierno o en el PRI, verdaderamente democrática. Recordemos la cadena de medidas inquisitoriales adoptadas por algunos gobernantes de extracción panista. Recordemos la declaración del anterior gobernador panista de Guanajuato planteando la conveniencia de restablecer la Santa Inquisición.
Cuando hablamos de una política económica alternativa no pensamos que ésta sólo pueda recibir el apoyo de sectores muy localizados. Por ejemplo, un punto central de esta alternativa económica es el trasladar la prioridad del plano financiero en el que está ahora, al impulso en serio a la actividad productiva, a la inversión productiva. En este punto coinciden, por ejemplo, grupos industriales a los que en diferentes momentos de ha identificado con la derecha política. Coinciden también con esto sectores del PRI.
Tal vez sea más difícil construir consensos en otras áreas de la política económica, como la relativa al sector público; pero es preciso lograrlos, pues no se debe ignorar algo tan importante en un programa alternativo. Es más, un impulso real al sector público y a la inversión pública es indispensable para una reactivación económica duradera y sostenida.
Si se logra definir un programa de alternativa que incluya, por lo menos aunque no exclusivamente, una alternativa para la democracia en el país y una política económica alterna, sobre la base de esto se podrá discutir qué persona puede encarnar mejor este programa. Si eso no se hace, además de que la alternativa no será sólida, a muchos les va a dar la impresión de que se cambian posiciones con tal de lograr los ``huesos''. Y eso es algo que en este país tiene demasiada historia como para no causar, en sectores importantes, una verdadera irritación.