La noticia de una probable conexión del ex presidente Salinas con los turbios negocios de su hermano, parece haber agregado un grave crispamiento en la sociedad y, para ésta, aparece como prueba fehaciente de una corrupción sin límites del propio ex presidente.
Vivimos momentos de duros desalientos, inseguridades y desesperanzas; y a ello hemos estado acumulando cargas de odio irracionales para la salud de la propia sociedad. La sospecha de que el ex presidente es culpable de todo cuanto pueda imaginar la gente y de que ninguna culpa expiará Salinas, no puede traducirse socialmente sino en odio, en algunos sectores de la sociedad, a todo lo que huela a gobierno, o en convicción cínica de que vivimos en la selva y de que se vale todo.
Según el grado de debilidad de la estructura moral de los sujetos, se puede robar, asaltar, matar o lo que sea. Sólo es preciso escapar de una policía que lo que tiene es poder de fuego, no la autoridad de la ley, por cuanto es claro para todos que ella misma está corrupta hasta los huesos. La sociedad no ve el final del túnel. Sospecha que no hay salida. En tanto, los responsables principales de este tormento están fuera de su alcance.
Tales son algunos de los sentimientos más generalizados de una sociedad herida profundamente por la falta de empleo y de ingreso con que allegarse los bienes mínimos para la subsistencia propia, por la falta de alimento para los hijos, por el espectáculo de la degradación corrupta en diversos sectores de gobierno, por el enriquecimiento escalofriante de los ricos, por los niños de la calle, por la falta de justicia social, por el exceso de inseguridad pública.
Y a pesar de esas lacras que hoy vivimos, bien haría la sociedad en poner cada cosa en su lugar; para la salud de ella misma. Para buscar racionalmente el final del túnel.
Requerimos más quietud de espíritu que nunca, porque más que nunca la tormenta nos atosiga sin descanso. Los remedios, no son, no pueden ser de corto plazo. El asunto, de veras, va para largo, y es urgente que de ese modo lo asumamos.
No es consuelo. Pero más vale tener presente que una gran cantidad de las sociedades de nuestros días, en los países ricos y en los pobres, quizá más de lo que alcanzamos a ver, se hallan infectadas de corrupción. Uno de los poderes más corruptores de nuestro tiempo es el narcotráfico. Otro, las enormes imperfecciones de la democracia: la falta casi total de control, por la sociedad, de sus gobiernos. Agregue usted la falta de ponderación con que enjuiciamos la vida pública. Podemos escandalizarnos si el Presidente gana 50 o 100 mil pesos por mes; pero no cuestionamos el ingreso multimillonario, por unos minutos de bofetadas, que gana Julio César Chávez, o lo que gana cualquier futbolista héroe de más de muchos por unos minutos de rompernos la garganta a gritos en un estadio, o lo que gana cualquier director de una empresa media para arriba o el de cualquier banco. O lo que ganan no pocos ``conductores'' de televisión. Todos ellos toman su ingreso de la mismísima bolsa: el ingreso generado por el conjunto de la sociedad. Más específicamente, por la sociedad vinculada a la actividad productiva. Es preciso tener en cuenta, de otra parte, que la ética de la política y la ética individual son esferas separadas: lo que puede ser éticamente correcto para la sociedad puede no serlo para los individuos y a la inversa. Y ello no obstante, los ciudadanos juzgan los actos de la política desde la ética del individuo. La contradicción, hoy por hoy, es insalvable. Por dos razones: porque el individuo sólo juzga desde el individuo; y porque cada individuo no tiene control sobre la sociedad política. Condiciones reales de la modernidad de nuestros días. Sobre ello es preciso trabajar; es necesario trascenderlo con inteligencia y energía.
Separar y analizar. Sin crispamientos ni odios, exigir continuidad efectiva en la investigación de presuntos delitos cometidos por los Salinas. Es una exigencia ciudadana basada en el derecho. Búsqueda, al mismo tiempo, de los mecanismos de control sobre la política.
La sociedades complejas de nuestros días en última instancia sólo pueden expresar su decisión mediante el sufragio. En otros términos, la sociedad requiere examinar con profundidad las propuestas que los partidos hacen para formar gobierno. Y deciden. Y rectifican si es preciso. Es necesario que sepamos elegir a nuestros representantes. Unos que hagan leyes efectivas que permitan múltiples controles de la sociedad sobre el gobierno. Esto es, es indispensable un continua profundización de los mecanismos de la democracia que hagan posible que la sociedad pueda actuar con agilidad frente a los abusos de autoridad, frente al latrocinio, frente a la corrupción. No enloquezcamos.