A pesar de la fuga permanente en la que se ha mantenido durante los meses recientes, Carlos Salinas de Gortari fue nuevamente alcanzado por la sombra de sus culpas. Así, mientras pretende limpiar su nombre yendo al Hauser Hall de la Universidad de Harvard según el reportaje en la revista Proceso de esta semana, las informaciones periodísticas difundidas de manera especial por La Jornada revelan las primeras evidencias jurídicamente fundadas de corresponsabilidad de Carlos en los asuntos de narcotráfico y corrupción por los que se mantiene en la cárcel a su hermano Raúl.
Y de esa manera, como suele suceder en esos dos mundos tan distantes entre sí como son el de las declaraciones oficiales y el de la voz pública, se comienza a documentar y comprobar que en realidad el jefe máximo de los negocios turbios realizados por Raúl era su hermano Carlos, el entonces Presidente de México. Jefe máximo de la narcopolítica, jefe máximo de la corrupción institucionalizada, jefe máximo del saqueo nacional endosado a las cuentas familiares.
Pero, a pesar de que la verdad comienza a abrirse paso, los funcionarios y los políticos oficialistas siguen creyendo que es posible disfrazar con palabras lo que los hechos desnudan. Así está el presidente nacional del PRI, Santiago Oñate, quien fue jefe de la oficina de la Presidencia de Salinas de Gortari cuando éste envió al extranjero a José Córdoba para esconderse del escrutinio público luego del asesinato de Colosio.
Oñate, que hoy remite a las instancias judiciales para que allí se emita una opinión sobre el caso de Carlos Salinas, como si un partido rigiera la emisión de sus opiniones al sello de cosa juzgada que un expediente tuviera. Oñate, que en el fondo sigue siendo un empleado del salinismo, empeñado en derribar declarativamente monumentos fúnebres como el del neoliberalismo, pero incapaz de reconocer que Salinas ha sido el depredador principal de México en el sexenio reciente, que sigue manteniendo un nocivo poderío económico y político, y que frente a su obra y sus consecuencias no se puede intentar una posición neutra, incolora, a riesgo de ser tomado por cómplice y encubridor.
Y el señor Procurador General de la República, el orgullo del panismo cogobernante, que tampoco es capaz de encontrar asideros jurídicos para llamar a comparecer al villano favorito. Un procurador enredado en tecnicismos legales suficientes para no molestar ni con el pétalo de un citatorio al Señor de los Cielos Internacionales, al Salinas de Gortari libre para viajar por el mundo mientras en México la voz popular exige su consignación ante los tribunales para que explique asesinatos y corruptelas.
La Jornada ha mostrado en estos días al jefe máximo, Carlos Salinas de Gortari, en las calles de Nueva York, y ha difundido material periodístico de notable importancia para sustentar jurídicamente el involucramiento de Carlos en los asuntos de Raúl. Qué hará falta para que al fin autoridades y políticos oficialistas caminen por el mismo rumbo que el pueblo demanda?