Por razones que se pudieran calificar de ``naturales'', la lucha del magisterio por conseguir mejores salarios y prestaciones de trabajo, entrará en el curso de la presente semana en una etapa de descenso, hasta llegar a la inacción durante el inminente periodo de vacaciones.Cuál podría ser la razón de mantener un movimiento de protesta o de huelga en un periodo vacacional?La respuesta obvia a esa pregunta es: ninguna.

El elemento de presión de los profesores, además de las marchas por las ciudades y la consecuente reducción de las actividades económicas, está precisamente en la suspensión de actividades, el dejar a los niños sin clases.

Un nuevo paro en estas últimas semanas de actividades sería desastroso para niños y padres de familia, porque significaría retraso en la entrega de calificaciones finales y en consecuencia, la imposibilidad de hacer movimientos de inscripción en grados superiores, o de lograr el cambio de escuela, ya sea porque se terminó un ciclo, porque se cambia de domicilio, o alguna otra razón.

Este riesgo está claramente expuesto en un comunicado que difundió la Asociación Nacional de Padres de Familia, en el cual se advierte que los alumnos que cursan educación básica en las escuelas oficiales, ``nada tienen qué ver con la relación laboral entre autoridades educativas y maestros'', por lo cual ``es injusto que se afecte la educación a que tienen derecho, misma que garantiza la Constitución Política de nuestro país y la Ley General de Educación.

``La Asociación Nacional de Padres de Familia rechaza la pretensión, por parte de grupos del magisterio, de valerse de los intereses de los alumnos y utilizarlos como presión. Por ello, esta Asociación hace un exhorto a los maestros, a su responsabilidad y sensatez, para que cumplan con el compromiso educativo que la sociedad mexicana les ha encomendado, y se manifiesta en contra de las amenazas que algunos maestros ejercen, cuando señalan que retendrán las boletas y los certificados de los alumnos''.

De hacerse realidad tales amenazas; es decir, que los maestros retuvieran las boletas de calificaciones de fin de año, o los certificados que amparan el final de un ciclo de enseñanza, tendrían realmente un arma de gran efectividad y, en consecuencia, la presión aumentaría a un grado mucho mayor del logrado con las manifestaciones y otros actos de protesta de las últimas semanas. Sin embargo, más allá del exhorto de la Asociación Nacional de Padres de Familia, existe el convencimiento general que los maestros inconformes no recurrirán a esa arma, por poderosa que parezca.

En qué se basa esa confianza? Simplemente en que la reacción de la sociedad sería totalmente negativa contra los profesores, y éstos, al no contar con respaldo de otros sectores de la comunidad, quedarían desprotegidos. No es lo mismo perder algunos minutos o hasta horas en un embotellamiento provocado por las manifestaciones, que peregrinar con los hijos por las escuelas, hasta tener en la mano todos los papeles que acreditan que hayan sido promovidos al grado superior de enseñanza.

Es mucho lo ganado

Pero también hay otras razones prácticas que sustentan la convicción de que los maestros no recurrirán a esas armas de presión: debido precisamente a lo exiguo de sus ingresos, una gran cantidad de profesores desempeñan en el periodo de vacaciones otros trabajos remunerados, en los cuales no tienen el respaldo de una poderosa organización sindical, como es el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).Por ejemplo, es probable encontrar en esta capital a profesores que conducen taxis, y en esta tarea no hay días de descanso ni jornadas de seis u ocho horas. El día que no se trabaja, no se gana nada y los periodos de labor son con frecuencia mucho más largos de las ocho horas de que habla la Ley Federal del Trabajo.

En consecuencia, en los meses venideros, los maestros no podrán sumarse con facilidad a las manifestaciones callejeras de inconformidad, porque no pueden separarse de sus trabajos temporales.

También existe otra razón que sólo resulta apreciable para quienes conocen con detenimiento los entretelones de la tarea sindical y política: en su movimiento de protesta, los profesores del magisterio disidente alcanzaron una representación mucho más importante de lo que habían imaginado.

Desde años atrás, la disidencia magisterial reunida principalmente en torno a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) había luchado por obtener cada vez más cargos de representación, y así conquistaron delegaciones en Chiapas, Oaxaca y el Distrito Federal, entre otras entidades. Pero a pesar de tales avances, su reconocimiento en el sector oficial era muy limitado, porque el reconocimiento oficial se le concedía íntegramente al oficialista Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).

Pero en el movimiento de las últimas semanas y meses, la situación se invirtió. Cuando se instalaron las mesas de negociación para determinar el aumento de salarios que finalmente fue rechazado por gran parte de los profesores, y con ello dio ocasión a las concurridas manifestaciones callejeras la Secretaría de Educación Pública (SEP) integró una representación en donde la figura más relevante era el oficial mayor.

En cambio, cuando avanzó la inconformidad, el gobierno federal integró una comisión de primer nivel, con representantes no sólo de la SEP, sino también de la Secretaría de Gobernación y de otras dependencias federales.

En resumen, la CNTE alcanzó una representación tal vez mayor de lo que había planeado. Seguramente no querrán perder esa posición, y por ello durante las vacaciones podrán seguir negociando, con la seguridad de que al reanudar clases en el próximo ciclo escolar, tendrán una posición semejante o superior a la de sus contrincantes del SNTE.

La cosecha

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