Recibí la siguiente carta: Señor Javier Flores: Hoy como todos los lunes he abierto el periódico en la sección de ciencia con el ánimo, ilusión o esperanza de encontrarme con una sección sólida, chispeante, educativa, informativa y novedosa acerca de lo que es y ofrece el mundo de la ciencia... una vez más me encuentro con fotos bobas y con un artículo más de usted sobre su aburrida obsesión por el problema de los sexos. Soy disciplinada y por eso, aunque simplemente podría ignorar sus artículos, los he seguido leyendo, sin embargo todavía no me queda claro cuál es el mensaje o intención de sus artículos.
Si su pretensión es educar y promover un entendimiento serio y un pensamiento crítico respecto a los elementos que determinan la sexualidad humana, no lo logra. Lo que sus escritos transmiten es una imagen desvirtuada, anecdótica, retórica y descolorida de lo que la ciencia contemporánea tiene que decir al respecto. Tengo la impresión que usted sólo repite los mismos argumentos, los mismos conceptos laberínticos y el mismo vocabulario gastado una y otra vez.
La situación me descorazona porque siendo yo médica y estudiante de doctorado de una disciplina científica, percibo en su columna mucha ignorancia e información desorientadora acerca de un tema tan relevante como la sexualidad, y lo más preocupante mucha desinformación de cómo opera la ciencia. Su columna parece más un reporte detectivesco extemporáneo sobre casos morbosos infrecuentes de los cuales usted deriva conclusiones a la ligera en nombre de la psicología de la sociología y de las ciencias biológicas. Abusa usted de la palabra paradigma y no contribuye con nada a explicar qué son, cómo funcionan ni para qué sirven los modelos o paradigmas en la ciencia.
La situación también me enfada, porque no puedo evitar sentir que su columna es un desperdicio tremendo, como tantos otros en nuestro país. Lo que es claro para mí es que una sección de ciencia en un periódico de la importancia de La Jornada, debe tener como uno de sus objetivos la divulgación y contribución a la instrucción científica básica de sus lectores; desafortunadamente con su columna siento que se está perdiendo esta valiosísima oportunidad. Mi opinión es que debería dedicarse más espacio en la sección de ciencia a propagar las ideas que explican el modo en que se genera conocimiento nuevo a través de la actividad científica, el modo en que opera la ciencia, o el impacto que la actividad científica ha tenido en la existencia humana o más importante todavía, el modo en que se forjan mentes críticas, inquisitivas y creativas, uno de los aspectos más valiosos quizá de la ciencia.
Como país tenemos una limitación tremenda en nuestra capacidad de cultivar y desarrollar en nuestros jóvenes las habilidades de pensamiento crítico y analítico, y pocas actividades humanas fomentan y forjan esas habilidades mentales con tanto énfasis como la científica. A mi juicio estas habilidades mentales están muy subestimadas, no se aprecian como herramientas poderosas de cambio, ni como objeto de una columna semanal en una sección dedicada a la ciencia. Aunque los científicos profesionales usan esas habilidades para resolver problemas científicos, la gente puede usar estas mismas habilidades para resolver los pequeños y grandes problemas de la vida cotidiana, y por esta razón pienso que estas habilidades mentales deberían formar parte del repertorio de educación fundamental de cada individuo.
Además una vez cultivada, la mente crítica tiende a serlo en cada aspecto de la vida... Contribuir de alguna forma al desarrollo de estas habilidades en más y más personas contribuiría al mejoramiento de nuestra sociedad y esto podría convertirse en una loable misión para la sección de ciencia de La Jornada. Espero que al terminar de leer esta carta lo haya yo convencido de esto último.
Atentamente:
Doctora M. Verónica Ponce.
Respuesta: No.