Francamente es muy difícil debatir con los economistas, pues la mayor parte de sus argumentos suele apoyarse en dos o tres tipos ideales que ya contienen casi todas las respuestas, para casi todas las preguntas. Además memorizan cifras que acostumbran esgrimir a la menor provocación, para relacionarlas enseguida con explicaciones y fórmulas inapelables sobre lo que ocurrirá en el futuro. Y como casi todos los iniciados en los arcanos de cualquier ciencia reservada, se desesperan muy de prisa con la ignorancia de quienes se atreven a mencionar siquiera la palabra ``economía'', sin haber aprobado los exámenes correspondientes.
Obviamente, la descripción anterior es un estereotipo: una generalización injusta, plagada de excepciones y matices. Pero también retrata una buena porción de la verdad, al menos en lo que se refiere a la utilización de tipos económicos ideales construidos por encima de la realidad específica sobre la que actúan los economistas poderosos. De ahí que las posibilidades de discusión sobre sus propios temas tiendan a colocarse en los extremos; o bien se debaten esos tipos ideales en conjunto, sobre la base del deber ser indiscutible con el que fueron construidos; o bien se acude a la minucia con la que habrían de aplicarse las recetas económicas correspondientes. Todo ello apoyado en el ceteris paribus con el que se doblega cualquier ruido producido por razones políticas incontrolables.
Esa dualidad explica la aparente contradicción entre la convocatoria del presidente Zedillo para debatir el rumbo económico de México, y la reacción casi inmediata del secretario Ortiz para aclarar que el ``modelo'' (el tipo ideal) no estaba a discusión, sino únicamente los instrumentos específicos de política económica derivados de la aplicación de ese modelo. Lo que quiere decir que el debate que el gobierno mexicano habría planteado no tendría que atascarse, desde su propio punto de vista, en la confrontación entre neoliberalismo y socialismo, o mercado-internismo, o cualquier otra forma alternativa de concebir el deber ser macroeconómico, sino desplegarse exclusivamente en los modos de aplicación previstos por el tipo ideal que ya eligió el gobierno.
El debate no será sobre lo que ya se está haciendo, sino acaso sobre la manera en que se hace. Por lo tanto para volver a nuestro estereotipo se trata de una discusión destinada a economistas. Si usted no cuenta con estudios suficientes para demostrar con datos que el gobierno está aplicando mal las fórmulas que su tipo ideal exige, absténgase por favor de participar en el debate.
No se le vaya a ocurrir, por ejemplo, sugerir siquiera que el problema principal de la desigualdad en México debería atacarse con una política deliberada en contra de la concentración desorbitada de riqueza; o decir que los programas sociales diseñados hasta ahora están sometidos a la implacable expansión de la pobreza, pues lo que aportan no alcanza sino para mitigar los efectos de la política económica elegida; o afirmar que el crecimiento urbano sigue siendo un desorden de talante económico, que genera muchos más problemas de los que pueden resolverse; o suponer que las empresas mexicanas menos influyentes pero más eficaces para crear empleos deberían ser protegidas mientras crecen, entre muchas otras cosas, porque todas esas afirmaciones son contrarias a la lógica del tipo ideal que rige la política económica, sustentado en el predominio del mercado libre como el principal indeclinable.
La pregunta que acaso tendría usted que responder, para estar en condiciones de participar en el debate abierto, sería más bien de esta otra índole: cómo hacemos para revertir la concentración de la riqueza; para ofrecer mayores bienes de consumo colectivo y más ingreso individual para los pobres; para darle orden a la expansión caótica de las ciudades; y para proteger empleos, entre otras muchas cosas, sin renunciar al tipo ideal basado en el predominio del mercado, y sin abandonar el papel estrictamente regulador que ha decidido asumir la política económica vigente? Tiene usted alguna respuesta que no se haya planteado antes por los directores de la política económica de México, y cuenta usted realmente con los datos suficientes para demostrarla? Si es así, bienvenido al debate sobre economía. Si no, manténgase por favor al margen.