Muchos pensamos que la política cultural respecto al teatro debe ser repensada a profundidad por las autoridades culturales y la comunidad teatral. Esta última mostró gran inquietud por el destino de los teatros del IMSS, y ahora sabemos que nos esperan muy buenas noticias acerca de un proyecto que muy pronto se dará a conocer en todos sus puntos. Las coproducciones y becas CNCA, otorgadas a teatristas por sus pares, hasta ahora han dado buenos frutos; respecto al Sistema Nacional de Creadores, existen dudas --yo las tengo-- de que algunos de los beneficiarios, cuya obra no ha aportado mucho al teatro merezcan estar en esta categoría. Pero existen otras cosas que ameritan una reflexión. Un ejemplo podría ser la producción de María Estuardo (las cantidades que se manejan oscilan entre los quinientos mil y setecientos mil pesos) para una temporada de treinta representantes. Sin hacer juicios de valor y así se hubiera tratado del más deslumbrante montaje, es bien cierto que en tiempos de crisis lo gastado resulta exorbitante, por decir lo menos.
La situación del teatro ha mejorado en los últimos meses, porque el público está empezando a acudir nuevamente y los espacios institucionales se abren a la calidad. La UNAM, en una gestión a la que le quedan pocos meses --y a cuyo término sería bueno hacer un balance-- tuvo hasta hace apenas unos días un éxito de crítica y de público con la bella obra de Carballido Escrito en el cuerpo de la noche en dirección de Ramírez Carnero. Presta ahora el Teatro de Santa Catarina para el montaje de Creator principium, el último y espléndido experimento de Héctor Mendoza, producida por la CNT, que también se anota otro acierto --así sea en coproducción-- con el montaje de Cuarteto de Müller, dirigido por ese otro sabio del teatro que es Ludwig Margules. Por su parte, la UAM mantiene su prestigio de calidad con el Ricardo II de Shakespeare adaptado y dirigido por Enrique Singer.
Por ese lado, todo parece marchar muy bien. Renglón aparte amerita la gestión de Otto Minera en esa pluralidad de espacios institucionales que conforman el Centro Cultural Helénico, que acoge los más variados montajes, a veces programados en diferentes días de la semana para un mismo escenario lo que, si bien dificulta bastante el trabajo de cada uno de los directores que se presentan, permite a muchos las oportunidades que de otra manera no tendrían. Es muy difícil para los teatristas llegar a un estreno sin algún tipo de subsidio, así no sea más que el de rentas razonables como las que ofrece el Helénico, entre otros teatros que depeden del Estado. La labor de Otto Minera es formidable y digna de todos los reconocimientos, porque no sólo programa sino que atiende en todos sus puntos los requerimientos de cada espacio: La Gruta, por ejemplo, acaba de ser remodelada.
Si La Gruta fue concebida por Mercedes de la Cruz para dar cabida a grupos carentes de otro espacio y mayoritariamente jóvenes, ha cumplido con esta vocación, si bien a veces en ella se presentan profesionales que ya cuentan con una trayectoria. Tal es el caso de Susana Wein, que dirige --con el apoyo del FONCA-- a Claudia Ríos en el monólogo de Helder Costa y María do Ceu Guerra, Calamity Jane (y cuyo nombre me trae un viejo recuerdo de infancia, el de una deliciosa Jane Arthur enamorada de Gary Cooper, cuando no veíamos un western sino ''una de vaqueros''). Los autores brasileños recurren a esta mujer del lejano Oeste, posiblemente porque su carácter de transgresora la convierte en un personaje ideal para el drama. Aunque los tiempos mexicanos que corren, de despertar de una gran conciencia acerca de los derechos de los pueblos indios, no son los más propicios para tocar la epopeya colonizadora en Estados Unidos, la legendaria Calamity Jane --tomada en el contexto de su raza y de su tiempo-- es un singular ejemplo de valor ante las adversidades y la mojigatería.
El monólogo juega con los tiempos para ir narrando la vida de la protagonista, lo que viene siendo recurrente en este tipo de monólogos. En la escueta escenografía de la casi ubicua Mónica Kubli, Claudia Ríos cumple con brío su cometido, en un buen trazo escénico de su directora. Si su actuación resulta un tanto exterior, ello es debido a las abruptas transiciones y a que se compuso al personaje atendiendo más a gestos y modales que a su posible ser verdadero.
Merecedores de todo el respeto son esos grupos que no cejan hasta tener un espacio en donde realizar sus propuestas. Ya Patricia Vega hizo un recorrido por todos los teatros alternativos en donde se presentan, y no abundaré en ello. Pero sí es bueno recordar que el más reciente, Luces de Bohemia apenas celebró un año de que la sociedad que lo maneja se compuso y que existen otros, como el del IFAL al que ha recurrido la tenaz Perla de los Angeles al frente de su grupo de jóvenes egresados de la UNAM para escenificar Diálogo en la marisma de Marguerite Yourcenar. Si bien les falta mucho por andar y la empresa es grande, su desempeño es muy digno y muy correcto. Habrá que verlos crecer con el tiempo.