El país sigue gobernado por el grupo sin principios que encabezan Carlos Salinas y José Córdoba, y sus querellas internas repercuten cada vez más en la vida nacional.
1. El escándalo suscitado por Carlos Salinas en Harvard al organizar tres reuniones clandestinas con periodistas y académicos (16-20 de mayo) como un foro para autoexonerarse de las graves acusaciones que pesan en su contra y mintiendo sobre los últimos acontecimientos que se han producido en el país (Proceso 1025) no será desde luego el último, pero sí es uno de los más graves. En su afán por rehabilitarse, Salinas se ha refugiado en los grupos financieros y académicos estadunidenses para verter falsedades sobre la realidad mexicana, tal y como lo hizo durante sus años en Los Pinos, pero esta vez generando una reacción imprevisible.
2. La versión que ofrece Salinas de la política mexicana para consumo externo es muy conocida, y ya se sabe que no corresponde a la realidad, pero en Harvard rebasó todos los límites. Allí, una vez más, afirmó que él fue un ``modernizador'' que luchó contra el ``sistema'' corporativo y corrupto y que buscó ``remplazar al PRI''. Pero esta vez soltó una acusación muy directa, que ha empezado a revertirse en su contra, al quedar al descubierto su doble discurso. Fue por esas acciones suyas, afirmó, que ``la nomenklatura del PRI había asesinado a Lusi Donaldo Colosio''.
3. La grave imputación contribuye, desde luego, a deteriorar aún más el escenario político mexicano, pues Salinas se apoyó siempre para gobernar en ``el sistema'' y en sus aliados incondicionales, los viejos dirigentes políticos y sindicales, a quienes no obstante denigró en sus conversaciones privadas con funcionarios de Washington, de ahí las repercusiones. La reacción de Fidel Velázquez al dar a conocer la CBS nuevas evidencias de que la fortuna de los Salinas proviene del narco, señalando que la CTM no se opondría a que Carlos fuese procesado (La Jornada, 25 de junio), y los enredos de los ``mexicanólogos'' estadunidenses al brindar sus versiones de lo dicho (El Financiero, 27 de junio) evidencian más las cosas. Salinas sigue endosándole todos sus crímenes al ``sistema'', como en el otoño del 94, cuando por medio de Mario Ruiz Massieu pretendió que no habían sido él y Raúl los asesinos de José Francisco, sino los dinosaurios del PRI.
4. Las afirmaciones del peligroso fugitivo a sus amigos estadunidenses sobre las relaciones del Ejecutivo con el sistema corporativo las desmienten también, por otra parte, los conflictos de ``la presidencia'' de Zedillo, cuyo principal respaldo en el interior del país no es otro que el mismo que tuvo Salinas: los dinosaurios.
5. Salinas y Zedillo tienen de tal suerte varias cosas en común, y una en particular es que ambos están a la defensiva, y entienden que su impunidad está entrañablemente uncida a la supervivencia del ``sistema''. En el exterior presumen de que están desmantelando al PRI y entregando ``gradualmente'' el poder al PAN, pero en los hechos dependen cada vez más de los restos de la estructura priísta.
6. Los análisis del caso Tabasco, por ejemplo, omitieron desde un principio un elemento fundamental: el sentido de la defensa del gobernador Roberto Madrazo. A las acusaciones de que su campaña de 1994 implicó un derroche de más de 240 millones de pesos provenientes del narco y del peculado, la respuesta de éste fue simple: se trató de donaciones ``al PRI''. En otras palabras, la campaña presidencial de Zedillo de 1994 se benefició igualmente de tales ``donativos''. O, lo que es lo mismo, de procederse en su contra, implícitamente se acusaría a Zedillo de ser tan ilegítimo como él.
7. La criticada visita de Ernesto Zedillo a Villahermosa para ``darle el espaldarazo'' a su amigo Madrazo y mostrar su oposición a que Andrés Manuel López Obrador llegue a la presidencia del PRD (25 de junio) fue, desde otra perspectiva, una iniciativa para respaldarse a sí mismo y autoexonerarse. Y, a fin de cuentas, para congratularse con las fuerzas del ``sistema''.
8. La insistencia de Zedillo en presentarse como un gobernante ``legítimo'' es desde luego una forma de defenderse ante el reclamo de que se vaya, pero también de pretender que el ``sistema'' ya es democrático y las políticas neoliberales tienen un consenso, aunque la verdad sea otra. Zedillo fue impuesto al PRI y al país por sus amigos Joseph-Marie y Carlos gracias a que subsiste en México un sistema electoral fraudulento, y las evidencias están a la vista. Zedillo no pudo demostrar el origen de los descomunales recursos de su campaña (que era la campaña del PRI), y que en su momento se señaló que provenían del narcotráfico y del peculado, como en los casos de Samper en Colombia o de Pérez Valladares en Panamá, como tampoco tuvo una respuesta de por qué los medios realizaron una campaña permanente a su favor y en contra de otros candidatos. Zedillo no podría responder a la sencilla pregunta de cómo puede ser legítimo el candidato de un partido de Estado.
9. Zedillo y Salinas no podrían tampoco responder a otra cuestión: cómo es posible luchar contra un ``sistema'' cuando se le necesita para sobrevivir políticamente?
10. La crisis moral del régimen no hace cada día más que ahondar el desastre del país. La subordinación de Zedillo a Córdoba y a Salinas y el encubrimiento de sus crímenes son sin embargo también, todos los días, un llamado a la sociedad para poner un alto al deterioro nacional.