Pablo Gómez
Sueldo y gasto del Presidente

No se trata sólo ni principalmente de lo que gana el presidente, por más que el carácter virtualmente secreto de ese sueldo y el de todos los miembros del gabinete y anexos sea un grave problema del país. Se trata de lo que gasta el Presidente mediante decisiones personalísimas, apoyado en la dócil mayoría priísta de la Cámara de Diputados y en el secreto convertido en elemento del sistema político mexicano.

Hablemos sólo de 1996. Este año, el Presidente gastará, según el presupuesto, 533.2 millones de pesos en sostener y hacer funcionar su oficina. Esta cantidad equivale a casi el 5 por ciento de toda la erogación prevista para el ex Pronasol. Por lo visto, en Los Pinos se gana y se vive bien.

Pero el Presidente erogará aún más en ``gastos contingentes'': 650 millones, los cuales son se dice ``recursos previstos de acuerdo con la facultad que le otorga al titular del Ejecutivo Federal la fracción IV del artículo 74 Constitucional'', según reza el análisis programático del tomo 23 del presupuesto. Pero no existe en ese precepto de la Carta Magna más que el señalamiento de que las partidas secretas deberán ser ejercidas por los secretarios de Estado con la firma del presidente de la República.

De los 650 millones de partida secreta, el Presidente no informará absolutamente nada cuando presente la cuenta de la hacienda pública federal. Nos harán algún día el favor de explicarnos por qué y para qué debe existir en México una ``partida secreta''?Pero hay muchos más secretos. Este año, el Presidente repartirá de manera absolutamente discrecional 3 mil 700 millones entre los gobernadores, con el propósito de cancelar deuda pública con la banca comercial; ojo: no con la banca de desarrollo. Estos recursos están siendo repartidos en absoluto secreto y no se conoce cuánto le toca a cada entidad.

Además, el Presidente gastará mil 328 millones en ``hacer frente a obligaciones jurídicas de pago derivadas de acciones legales y juicios'', dentro de un ``programa de apoyo al desarrollo rural''. Cualquier cosa que signifiquen las frases entrecomilladas, este gasto es más del 10 por ciento de todo lo presupuestado en desarrollo social, hoy ``combate a la pobreza''.

Además, el presidente tiene una bolsa de mil 500 millones para atender ``los efectos negativos que ocasionan eventos de orden natural en las comunidades y en la infraestructura del país''. Así que los agricultores y ganaderos del norte ya saben que hay dinero para ellos, aunque no les llegue nada o casi nada.

Otra bolsa de gasto discrecional del Ejecutivo es el ``programa salarial'', por una cantidad de 19 mil 89 millones de pesos, de los cuales 7 mil 877 millones deben gastarse en ``ayudas, subsidios y transferencias'' y 11 mil 212 en erogaciones directas del gobierno federal. Si todo el gasto del ``programa salarial'' se utilizara en aumentar salarios al millón de empleados públicos federales, le tocaría a 19 mil pesos por cabeza en el presente año. Si duplicamos el número de empleados, tomando en cuenta estados y otras dependencias, el aumento debería ser de más de 9 mil pesos por trabajador. Pero sabemos que esto no es así y, si hay duda, que le pregunten a los maestros de México.

De dónde salen los bonos mensuales, trimestrales, anuales y sexenales? Carlos Salinas repartió más de 2 mil 500 millones de pesos en los bonos de salida de los altos funcionarios públicos, lo cual ha sido ya reconocido oficialmente por la Contaduría Mayor de la Cámara de Diputados. Sólo que, entonces, esa cantidad equivalía a casi 750 millones de dólares, usados todos en regalitos a los cuates.

Las metas anuales de todos estos ``programas'' tienen en el presupuesto la misma etiqueta: ``no cuantificable''; pero la ley de la materia dice que todos los programas deben contener metas. Así de simple.

Lo que acabamos de describir muy brevemente es una parte del ramo 23 del presupuesto federal para 1996, caja negra del presupuesto, gran bolsa de gastos discrecionales del Presidente de la República desde hace la friolera de 50 años.