José Cueli
Los huesitos de don Renato Raúl

En el modesto tugurio que tiene Don Renato Raúl, comerciante callejero de lo que se puede, en la Nueva Chimalhuacán, jodida capital la ciudad de México, apareció Don Zenaido, en el momento que en torno de la vieja y rota mesita, con sillas más rotas y desiguales, por todo ajuar, Don Renato, su vieja, sus hijos, su suegra y una hermana enferma, se encontraban dispuestos a entrarle a un caldito. El caldo cocido a base de huesos y huesitos en vapores, movían a excitación y prolongaban oloroso perfume, del rico y clásico adobo, bien enchilado.

Armados de tortillas relucientes, con júbilo indefinible, los familiares de Don Renato Raúl trataban de tomar un huesito para chupar y hacer actuar luego su tortilla, de mantel, plato, cubiertos, loza y servilleta. En tan solemne momento, Don Zenaido, compañero de partido, compadre, socio y carnal de Don Renato, tras los saludos de rigor y los cumplimientos propios del barrio, exclamó Ton'squi onda? Cómo de qué o qué? y recibió el esperado: No gusta un taquito, compita? A lo que contestó. Gracias carnalito, no más vengo a proponerte una coyoteadita.

No gusta? --volvió a preguntar la mujer de Don Renato. Le agradezco mucho mi comadrita su atención, ya sabe, ya comí, pero para no hacerle el desaire, le daré una probadita. Y al punto, Don Zenaido metió mano por debajo de su camisa, se sacó un pavoroso cuchillo de filo curvo y se fue a la cazuela a fondo, extrayendo el hueso mayor acompañado de su sabroso tuetanito. Cogió luego una tortilla y con el cuchillo raspaba toda la sustancia de la suculenta grasilla que embarraba en la tortilla, al tiempo que le decía a la comadre:

``Ay comadrita. No tendrá unos chilitos verdes?''. Mismos que picaba hábilmente en la tortilla, a la vista hambrienta de los demás comensales. No contento, al terminar pinchó después de escarbar el contenido, otro hueso grande, ante las miradas terribles de ira y enojo, y flamígeros rayos de los demás, que ni a melón le supieron, o no se enteró, entretenido en la operación de destuetanizar el nuevo hueso.

Al dar fin a su segundo taco, volvió a la cazuela y cuando iba por su tercer hueso, le detiene el brazo de Don Renato Raúl, quien grave y ceremonioso le dice:

``Miré compita, este me va permitir, ta bien que seamos carnalitos y esta sea su casa, pobre y todo, y yo lo invite a un taquito. Pero, a lo que no le invite es a que venga a pinchar, y menos a picar.

``A picar y pinchar, vaya usted, a la Plaza México, a ver si es tan picador, jijo de su...'' al tiempo que se armaba la grande.

Una más de las miles que genera la falta de huesitos que se chuparon...