Luis González Souza
Seriedad con la democracia

A Mazzoli y Luján, ex congresistas de Estados Unidos:

Antes que nada, una disculpa. En verdad me fue imposible asistir a dos de las reuniones con ustedes, hace unos días, a las que fui invitado (por la UNAM y por el Instituto Matías Romero de Estudios Diplomáticos). Sin embargo, me esmeré en enterarme de sus disertaciones en México, a través de amigos y de la prensa. De haber asistido, mis comentarios se habrían centrado en su especie de cátedra sobre la democracia; y habrían sido éstos:

1. Es bueno o ineludible, hablar de democracia en encuentros entre mexicanos y estadunidenses, al menos por tres razones: a) por el evidente rezago de México en materia de democracia, b) por el mayor avance de Estados Unidos al respecto, y c) por la creciente interinfluencia de los países.

2. Sin embargo, dada la trascendencia de la democracia, hay que echar mano de la mayor seriedad posible al hablar de ella. Urge poner un alto a su choteo.

3. Una forma de chotearla consiste en montarse en una idea hegemonista (antidemocrática) de la globalización para enseguida traspasar las fronteras (jurídicas, políticas y aun culturales) de la soberanía. Así, cualquier ayuda en democracia que un país quiera brindarle a otro, queda anulada por el empeño intervencionista. Llamémosla la perversión dictatorial, porque hay pocas cosas más antidemocráticas que la de querer imponer a otros, un modelo de democracia. Ejemplo? La ya obsesiva política de Estados Unidos consistente en ``promover'' su tipo de democracia en todo el mundo.

4. Otra forma de chotear la democracia es, digamos, la perversión farisea: el empeño en dar lecciones de democracia aun cuando no se tiene plena autoridad moral para hacerlo.

5. Entiendo (y aprecio) que en las interesantes conferencias de ustedes, no afloró la perversión dictatorial. Según supe, ustedes nunca plantearon algo así como: ``si México no asume la democracia a la americana, se atendrá a las consecuencias...'' (embargo como a Cuba, etcétera). Sí lamento, en cambio, planteos fácilmente asociables con la perversión farisea. Sólo hay espacio aquí, para cuestionar éstos:a) Sobre la desvinculación partidista. Suena bien lo que recomienda el ex senador Romano Mazzoli: legislar en atención a los electores y no al partido con el que se ganó la elección. Pero, entonces los partidos sólo han de servir como un trampolín electoral? No se presta eso a demasiado oportunismo? Y algo más importante: en verdad los legisladores norteamericanos trabajan de acuerdo a las exigencias de todos sus electores?b) Sobre el cabildeo, o contratación de empresas para influir en las decisiones de los legisladores. De lo dicho por el ex congresista Manuel Luján, podría inferirse que México debería avanzar en la institución del cabildeo: ``Probablemente (éste) sería más intenso en la medida que el Congreso (mexicano) sea más independiente'' (La Jornada, 27/VI/96). Desde todos los flancos (incluido Clinton) el cabildeo ha recibido críticas, que resumiríamos en su singular responsabilidad por la mercantilización de la política. Baste recordar la virtual compra-venta de votos que requirió la aprobación del TLC en el Congreso norteamericano; tratado que hasta la fecha sigue impugnado por su elitismo. Y es que puede compararse la influencia (el dinero) de la National Riffle Association, por ejempo, y la de cualquier lobby de los sin-techo, si lo hay? Los congresistas de Estados Unidos son ``independientes'' hasta del Big-Mo-ney? c) Sobre la reelección. ``No sé si (la reelección) es políticamente factible en México, pero debe examinarse o debatirse''; también dijo Mazzoli (idem). No es éste el lugar para debatirlo, pero es inevitable una pregunta al menos: abona a la democracia que un legislador sea reelecto una y otra vez hasta cumplir 20 ó 30 años en el Congreso, como suele ocurrir en Estados Unidos? No huele eso a dictadura, así sea colegiada?En fin, hay mucho que debatir. Todo lo que aquí sugerimos a los ex congresistas de marras (y a cualquier otro norteamericano con ganas de aleccionar) es muy simple: por respeto a la democracia misma, seamos serios al hablar de ella. Evitemos cualesquiera de sus perversiones. Por lo demás, gracias por sus consejos... siempre y cuando sean bien intencionados. Perdón insistimos por no haberlos recibido directamente. Nada personal o, si se prefiere, No hard feelings.