La reciente racha de incendios intencionales de iglesias frecuentadas por feligreses negros en distintas partes de Estados Unidos, junto con la continua violencia contra inmigrantes mexicanos, subraya un fenómeno persistente y recurrente en aquel país: el racismo como teoría y práctica, enraizado en la cultura y la ideología política de la Unión Americana.
Estados Unidos es una sociedad altamente racializada, lo que significa que en casi todos los aspectos de la vida cotidiana e institucional las diferencias raciales y étnicas juegan un papel fundamental. Los afroamericanos tienen por lo general ingresos y niveles de bienestar social y educativos más bajos, y en cambio las tasas más altas de pobreza y desempleo, así como de encarcelamientos, drogadicción, y mortalidad por homicidio. Los negros tienen menos acceso al crédito bancario para el consumo y pagan intereses más elevados. Los ``hispanos'', por su parte, principalmente mexicanos, no se quedan atrás en estas estadísticas comparadas. En las instituciones educativas y en el mercado de trabajo, las prácticas de ``acción afirmativa'' y de ``igualdad de oportunidades'' han sido establecidas por ley para permitir el acceso de los negros, los hispanos y otras minorías discriminadas a la educación superior y al empleo. No se entienden en Estados Unidos los problemas de la administración de justicia, del seguro social, del acceso a los servicios sociales diversos, si no es en relación a la distribución racial y étnica de la población.
Detrás de esta problemática compleja se encuentran diversos factores históricos, económicos y culturales, pero lo importante es que las diferencias entre los grupos étnicos se mantienen y aun se amplían en la actualidad, y que algunos de los más agrios debates políticos contemporáneos giran en torno al racial politics. En el trasfondo de estos debates hay una larga tradición de racismo, que se define como la ideología y práctica del rechazo al ``otro'', a los que son biológica o culturalmente diferentes, acompañado de la creencia en la superioridad de su propio grupo. Estas ideas, que han sido hegemónicas en el país, pueden conducir a comportamientos antisociales y violentos, como en el caso de los incendios mencionados o de la cacería de indocumentados en California, pero estos fenómenos no se dan en un vacío ni son simplemente la expresión de la ``irracionalidad'' de algunos desviados sociales. Por el contrario, las actitudes y los comportamientos racistas son el producto de ideologías cuidadosamente construidas y diseminadas a través de asociaciones civiles y políticas, los medios impresos, audiovisuales y electrónicos, que alcanzan a millones de conversos e incautos.
Centenas de organizaciones que se dedican a promover la ideología racista pregonan, entre otras cosas, que:a) la religión cristiana justifica la discriminación y exclusión de negros y judíos. El evangelista Pat Robertson se lanzó a buscar la presidencia de Estados Unidos con estas ideas, y el fallido precandidato republicano, Buchanan, comparte muchas de ellas. Las propagan organizaciones como la Christian Identity.
b) la ``raza'' blanca es genéticamente superior a la negra y a otros grupos étnicos. Hay respetables académicos que dicen poder comprobar esta falsedad científicamente, y por ello sostienen que las políticas de acción afirmativa y de seguridad social para los negros (welfare) no solamente son incorrectas, sino inútiles. (V.gr. el reciente tratado, The Bell Curve, de dos conocidos universitarios norteamericanos, que ha suscitado considerable controversia.)c) el destino ha entregado la ``nación norteamericana'' a los blancos por lo que las demás etnias deben ser eliminadas o deportadas;y d) el gobierno de Estados Unidos ha caído en manos de los judíos y otros elementos indeseables, por lo que es preciso hacerle la guerra (estas obsesiones, inspiraron a los Freemen de Montana, la michigan Militia, los fanáticos de Waco, Texas, y a los que hicieron explotar un edificio gubernamental en Oklahoma con decenas de víctimas hace un año).
Si bien estas ideas son generadas por grupúsculos marginales y semiclandestinos, su difusión ha penetrado en amplios sectores populares, a tal grado que el ala derecha del Partido Republicano busca activamente su voto y asume como propios algunos de sus planteamientos. En una época de creciente crisis social y económica es cómodo echar la culpa de todos los males a otros: los negros, los judíos, los mexicanos. No debemos subestimar la capacidad movilizadora de las ideas racistas y xenofóbicas allende el Bravo. El mundo se reía de las arengas alocadas de un tal Hitler en Alemania, hace apenas sesenta años, con los consabidos resultados. Esto no debe volver a ocurrir.