``...no es necio entero el que no sabe
latín, pero el que lo sabe está calificado''.
Sor Juana
Toda escritura es un misterio: se escribe para el otro, para el que no está. Escribimos cartas al que no se encuentra. Novelas, cuentos y poemas, para quién sabe. La literatura tiende un puente entre dos desconocidos. A diferencia del individualista ejercicio epistolar, el de la literatura carece de destinatario fijo. Por eso un libro semeja una botella lanzada al mar que al poco tiempo de estar flotando, o después de mucho, alguien, en la otra orilla, recoge. Hace cientos de años Sor Juana lanzó a ese mar de lectores anónimos una botella con poemas, prosas y obras de teatro. Y la lanzó para ser leída. Cómo? Como se lee cualquier texto: dejándose llevar línea a línea por las aguas de la escritura. Un texto literario establece, por decirlo así, su propia legislación, la ley de su lectura; no necesita de manuales o tratados de otras disciplinas para ser leído aunque el psicoanálisis, la teología, la sociología, la historia o la crítica de textos literarios puedan facilitarnos la tarea.
Cuando aún los intelectuales católicos no han logrado probar documentalmente la veracidad de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, ni la existencia de Juan Diego, arremetieron contra Octavio Paz por supuestas falsedades en su obra sobre Sor Juana. No es la primera vez que lo atacan. Lo es, en cambio, que ahora lo hagan con el apoyo del arzobispo primado de México, la máxima autoridad católica en nuestro país. Y esto cambia las cosas: la campaña iniciada hace unos días para descalificar la obra de Octavio Paz es, por decirlo de algún modo, institucional. No se trata así de las opiniones de un clérigo despistado o de un académico con afán de notoriedad, sino de una política de iglesia. Poco importa que el arzobispo Rivera carezca de capacidad literaria para descalificar un ensayo literario. Vamos; ni siquiera si lo ha leído. Importa que intente construir un Index moderno; instalar un minúsculo valle de Josafat literario donde el clero emita el juicio final sobre tal o cual obra. El listado de los libros réprobos incluirá los de Novo o Villaurrutia por su heterodoxa vida privada, o los de Jaime Sabines por su abierta celebración de las putas? El Jardín fantástico del padre Ponce será una de las sorpresas del Index?Desgraciadamente la intolerancia de la jerarquía católica en asuntos culturales no es un fenómeno aislado. Recientemente el clero ha sido apoyado por partido políticos como Acción Nacional y el PRI, y grupos como Provida, para cerrar violentamente exposiciones, impedir proyecciones de películas, conferencias, recitales de poesías o simplemente para que hijos de padres no católicos puedan tomar clases en escuelas públicas. Uno de los últimos blancos de esa intolerancia, y hasta ahora el más notorio, ha sido Octavio Paz.
Si a partir de ahora la iglesia pretende reivindicar a Sor Juana, es buena noticia; la ignoró por centurias y, en vida, la atacó mediante un obispo transvestido que, lejos de dar la cara, lanzó la piedra y escondió la mano en hábitos de monja. Los reclamos de Herrera Zapién y Castro Pallares a Octavio Paz semejan a los que Manuel Fernández de Santa Cruz le hiciera a la ``décima musa''. Ambos son fruto de la intolerancia y la ceguera; del horror al otro simplemente porque piensa. Por ello pueden tene similar respuesta: estudiar, escribir, no sólo es ``lícito'' sino ``provechoso y útil'' como escribió, la propia Sor Juana, en su célebre carta a la falsa Sor Filotea. En ese hermoso y contundente texto Sor Juana defiende su derecho a disentir, a la lectura, al estudio.
Más que Disney, la Warner Brothers o Hollywood la iglesia católica ha sido la mayor productora de imágenes en el mundo. Y ya se sabe, gracias a La Escritura, que éstas son semejantes a sus creadores: tienen ojos y no ven, boca y no hablan. Ojalá y no aspiren a reivindicar a Sor Juana de ese modo. Sería un trabajo ridículo e inútil porque la voz de Sor Juana, a pesar de ellos, aún se escucha. Según Herrera Zapién y Castro Pallares, voceros del arzobispo Rivera, Sor Juana pertenece a la iglesia católica. Es verdad: forma parte de esa historia oscura de la intolerancia clerical. Pero también es verdad que pertence a sus lectores: ateos, budistas, protestantes, doctos en teología o cocineros, célibes o promiscuos, letrados o no tanto. A ellos escribió en el prólogo de uno de sus libros de versos:En tu libertad te pongo,si quisieres censurarlos;pues de que, al cabo, te estásen ella, estoy muy al cabo.
No hay cosa más libre queel entendimiento humano;pues lo que Dios no violenta,por qué yo he de violentarlo?Ojalá los curas y sus monaguillos ya no se anden metiendo en tantos pleitos tontos para adorar a Dios. Ojalá de veras aprendan a leer, porque hay quien lee para no pensar.