La Jornada Semanal, 30 de junio de 1996
Qué puedo saber
yo de las cosas calientes
que otros llaman el mundo, la vida? Por años
he accionado propulsores y frenos
he controlado
los giróscopos, he vigilado
los índices de los campos
gravitacionales, el encenderse y apagarse
de las luces sobre los tableros.
atravesé el océano sin riberas,
la esfera ilimitada, el todonada,
el vacío donde ya no hay
arriba ni abajo, ni orientes
ni occidentes, sólo la arremolinada,
la llameante noche del abismo.
En cada punto me encontraba en el centro
y el horizonte no estaba en ningún lado.
He surcado los flujos
multicolores de los meteoros, he bordeado
los astros en fusión, los soles apagados
a la deriva sobre la órbita, he sorprendido
la explosión de las novas, sobre la cabeza
(o los pies?) me recorrían,
espesándose y mermando,
las nebulosas, las galaxias. Con la leve
presión del dedo he desenredado
la ruta frágil entre las vorágines
de fuerzas en tensión.
Qué puedo saber yo
de los hombres y de sus historias? Decían
que en una hora de mi vuelo
se marchitaban, renacían
las eras, las civilizaciones. Yo nunca me di cuenta.
A veces he entrevisto
tiernos planetas veteados
de sombras, de mares, de nubes,
pero a tal distancia que un poco más tarde
podía pensar que se trataba de ilusiones. Volvían
a confundirse dentro del pulular
enorme de las constelaciones mutantes,
a disiparse en el horrendo avance
del número, entre las coloreadas,
inertes, alucinantes,
abstractas geometrías del cosmos.
alguna vez de los domingos a lo largo del río,
de los lugares a la sombra, de las risas
bajo el emparrado, de los golpes
de los jugadores con sus bolas de plomo? Y los tardíos
regresos en la noche?
Mis arribos
sólo conocieron las banderas,
los faros, las barras, las rampas
de los astropuertos. Y a la salida
de la cabina de descompresión, me esperaba
calmo, idéntico, fijo,
fuera del espacio-tiempo,
el umbral de la casa.
Dicen que repetita iuvant
que el primer beso es insípido, pero que es el segundo el que cuenta;
que el bis de un minuto radiante
tiene el sabor a miel que se nos escapó aquella noche...
Pero el año que regresa con su ronco olifante
a soplar en nuestros oídos
la enésima Roncesvalles,
y acrece los ríos, y empobrece los árboles;
el año que en el espejo entrega
a una navaja desganada la barba cada vez más blanca;
el año que crece sobre sí con gula numérica,
desgranando sobre el calendario
el reincidente blues del Nunca más
quién osaría decir que merece la fiesta de Bienvenida?
quién podría jurar que no es peor que los otros?
El mal se multiplica y repetita non iuvant.
Sin embargo... Sin embargo, en la rifa arcana de lo Posible,
entre los dados y el azar, la partida está abierta:
flores insólitas hinchan el regazo de un huerto,
lunas nunca vistas inundarán el cielo,
en un jardín dos jóvenes
intercambiarán teléfonos y nombres,
asombrados de llamarse Adán y Eva;
bajo los balcones
vendrá un ciego que vende almanaques
a persuadirnos de vivir...
Creámosle por última vez.
Gesualdo Bufalino**
Lamento del viejo astronauta
Durante años
Acaso supe
Sergio Solmi*
Carta de fin de año
(Versiones y notas: Ernesto Hernández Busto)
* Sergio Solmi (1899-1981) es uno de los más originales poetas italianos, a pesar de no haber escrito más que un puñado de poemas (algunos de los cuales fueron incluidos por Guillermo Fernández en una Antología de la poesía italiana del siglo XX publicada por la UNAM en 1987). En 1921, Solmi fundó Primo Tempo, revista literaria que marcó un hito en la crítica literaria italiana. En 1983, la prestigiosa editorial Adelphi comenzó a publicar sus Obras Completas.
** El viernes 14 de junio, Gesualdo Bufalino falleció a consecuencia de un accidente automovilístico en una autopista siciliana. En diciembre había saludado el nuevo año con este poema.