Entre los elementos en que se funda la clasificación de los humanos en dos grupos, hombres y mujeres, destaca por su enorme peso el papel que cada una de estas categorías cumple en la reprodución. El conocimiento actual sobre la fisiología proporciona imágenes muy completas acerca de la participación masculina y femenina en la generación, desde los eventos que conducen a poner en contacto las células sexuales, hasta los más complejos mecanismos de intercambio genético que dan como resultado la formación de un nuevo ser humano. Parecería obvio entonces que la clasificación primaria en dos sexos únicos, parte de las diferencias en la participación que cada uno tiene en estos procesos. Pero lo obvio, o lo generalmente aceptado, no es sinónomo de lo verdadero, al menos no lo es para la ciencia, aunque puede serlo para las religiones o las ideologías. La idea de dos sexos no necesariamente está apoyada en esta diferencia, pues es anterior al conocimiento mismo de elementos anatómicos clave como las gónadas (ovarios y testículos), es previa la conocimiento de la existencia de los gametos (óvulos y espermatozoides) y anterior al conocimiento de sus funciones. Surge antes que la biomedicina y muy probablemente es anterior a la historia. Como parte de mi ``obsesión'' por el problema de los sexos, creo importante dirigir la mirada sobre algunas concepciones de los pueblos primitivos sobre este asunto.
Una de las observaciones más interesantes sobre este tema, es la realizada por Bronislaw Malinowski. Nacido en Polonia en 1884, realizó importantes aportaciones al conocimiento de las culturas primitivas; es el fundador de la llamada antropología funcional (una especie de fisiología antropológica). Durante la primera guerra mundial realizó varios viajes para explorar y estudiar la Nueva Guinea británica en particular un archipiélago de coral, las Islas Trobriand, en las que pasó la mayor parte del tiempo conviviendo con sus habitantes y realizando un cuidadoso y objetivo trabajo etnográfico. Sus resultados, que fueron publicados durante las primeras dos décadas de este siglo, aportan información invaluable sobre las culturas de esa región, en aspectos como la diferenciación social, la magia, ciencia y religión, las concepciones de la realidad y los mitos y la organización familiar, entre otros temas. Una de sus obras más importantes a la que me referiré aquí es la que aborda el estudio de la vida sexual de estas culturas 1.
Uno de los resultados más sorprendentes del trabajo de este autor es que en la cultura de los Trobriandeses, comunidad de la Edad de Piedra en nuestro siglo, no existe la idea de la paternidad fisiológica, en otras palabras, su organización social, su filosofía y su saber, excluye cualquier participación de los hombres en el nacimiento de nuevos seres. El conocimiento anatómico y fisiológico de este grupo, documentado por Malinowski, es amplio, pues su lengua incluye designaciones para la mayor parte de los órganos sexuales. Así, distinguen y nombran las partes siguientes: vulva (wila), clítoris (kasesa), pene (kwila nótese la gran cercanía con la designación de la vulva). Carecen de términos para designar al monte de Venus y los labios mayores y menores; el glande es la ``punta'' (matala kwali). Los órganos internos de la mujer, incluidos el útero y la placenta, son designados con el nombre genérico de bam y no tienen una palabra para designar a los ovarios cuya función desconocen. Los testículos reciben la denominación de puwala, pero no se les conoce función más allá que la de ornamento para el pene, por lo que no se establece relación alguna entre ellos y la producción y emisión de semen (ipisisi momoma). De este modo, al no existir una relación entre el coito y el embarazo en esta cultura, no existe una paternidad fisiológica. El embarazo y elparto dependen entonces de otros factores y en particular de un mito.
Las mujeres son las únicas de las que depende el nacimiento de los hijos. Son visitadas en los sueños por un espíritu que les avisa que el niño vendrá. Este nuevo ser es el resultado de un proceso de rejuvenecimiento de los muertos en su mundo que retroceden hasta el estado fetal y flotan sobre las aguas marinas para dirigirse a las Islas Trobriand. Un espíritu intermediario los lleva hasta la mujer y se introducen en ella a través de la cabeza. Esta mitología y la exclusión de los hombres del proceso generativo, se enlaza funcionalmente con una organización de tipo matrilineal.
Pero ubiquemos los datos presentados por Malinowski, con el problema que es el objeto de nuestro estudio: las relaciones entre la idea de dos sexos únicos y la reproducción. Salta a la vista que la clasificación de los Trobriandeses en dos categorías, hombres y mujeres, no está determinada por su participación en el proceso reproductivo. A los hombres no se les concede ningun papel en la generación y a pesar de ello son hombres, a las mujeres que no son capaces de concebir <197>y cuya existencia extendida en este grupo también registra el autor<197>, se les considera mujeres y desde pequeñas visten la falda característica. Esto indica que la reproducción no esta asociada a la asignación del sexo, por lo menos para dos grupos importantes, los hombres y las mujeres que no pueden embarazarse, los que sin embargo son sin duda alguna para esta cultura hombres y mujeres respectivamente. Resulta claro que cada cultura tiene sus propias explicaciones sobre el fenómeno de la reproducción, ya sea que se trate de los espíritus marinos o la genética más sofisticada, el hecho es que la idea de dos sexos únicos es independiente de este saber y su naturaleza es transcultural.
1. Malinowski, B. La Vida Sexual de los Salvajes del Noroeste de la Melanesia, Ediciones Morata, Madrid, 1975. La primera edición en inglés se publicó en 1929.