Luis Linares Zapata
Los hechos y la espuma

Hay hechos y dichos de gran magnitud y significación que, en México, parece que pueden desvanecerse del escenario público sin dejar la menor huella. Parecido acto de prestidigitación a los del gran Houdini, a la espuma o a la estrofa de la pieza citada por el viejo héroe americano (D. MacArthur) en su despedida en West Point: ``los viejos soldados nunca mueren, simplemente desaparecen en la niebla''. Así, los empresarios mexicanos y sus socios de siempre, los funcionarios públicos, pueden recibir y dar millones de dólares sin dejar rastro punible ni configurar con ello delito alguno. Para dar testimonio inmediato y purificador está, además, la PGR. Institución siempre dispuesta a negar cualquier averiguación que pudiera conducir al enjuiciamiento de figuras ``reconocidas''. El apotegma del ``leguleyo de barandilla'' se cumple rigurosamente, la condena o absolución no es un acto sujeto a referéndum, votación o popularidad frente al respetable, sino la solitaria decisión del ``hombre de leyes''.

Tenemos por estos nebulosos días nacionales a dos hombres de negocios de ``gran éxito'' reciente. Uno es el señor Alejo Peralta (Iusacel), otro el señor Ricardo Salinas (Tv Azteca) que pueden, en cualquier momento, pero con énfasis y sutilezas grotescas y sin mediar contrato, seguridades escritas, experiencias previas, memorandos o expedientes internos de sus organismos y cuentas personales, depositar 50 millones de dólares en cuentas y bancos de los que no se tiene memoria ni certeza, o recibir en una compañía situada en paraísos fiscales, 30 millones de los verdes para ser invertidos en valores no recordados con exactitud ni cobrar por ello comisión alguna. Lo que une a tales prohombres de las confianzas infantiles es oh, coincidencia del destino injusto! el voraz y criminal hermano de un ex presidente que sin deber pero sí ocultando las correrías de su carnal podía, según todos los recuentos de este odioso caso, inclinar la balanza en favor de una concesión gratuita de telefonía o en la venta de una cadena televisora del Estado que costó toda una generación construir. Azares y coincidencias, ninguna, cosa de todos los envidiosos como truculentos días del boato y el desencanto del salinato.

Lo notable de los casos mencionados es el desparpajo con que se declaran tales trafiques y complicidades. Navegan, qué duda cabe, con la mejor de las seguridades de que, en la peor de las circunstancias, se pasará por un bochorno momentáneo para después, y siguiendo las enseñanzas de la vieja película de Nunca en domingo, irse todos a la playa. Sólo que ellos irán en su inmenso yate de recreo para darle punto final al recuento de los daños a la nación y a los incautos mexicanos.

Pero el asunto de R. Salinas Pliego tiene bemoles adicionales y se cuece aparte. En ello juega un papel de trascendencia innegable una cadena televisiva que conlleva repercusiones sociales, educativas y de transmisión de valores. Esto debe ser enfocado de muchas maneras y no dejarse a la fingida indiferencia de las autoridades que, hasta el momento, no han articulado palabras al respecto. El hartazgo de corrupción que proclamó el presidente Zedillo no encuentra destinatario ni acomodo en la rebelde realidad de las conveniencias y costumbres que exoneran delincuentes (R. Figueroa, a condena expresa de la SCJN) y olvidan fraudes y robos (Madrazo, A. Rodríguez). Menos aún avanzar en la inducción de estrictos códigos de conducta para no repetir, de nueva cuenta, las similares apariciones en los consejos de administración (Televisa) de herederos presidenciales. Con grandes dificultades se podría confiar que tan ominoso silencio obedeciera a la prudencia de las averiguaciones conducentes. Más bien, los retardos declarativos y la nula asunción de posturas y compromisos oficiales reafirman las complicidades de los grupos de interés o los temores a la crítica soez y pagada.

Esto no es un caso de simples policías y tribunales del MP. El poder legislativo debe intervenir puesto que una empresa de gran interés público está de por medio. Ricardo Salinas Pliego es un falsario probado y por sólo eso tiene que abandonar el puesto que, por ahora, tiene encomendado a su tramposa fe. Tuvo relaciones financieras con el hermano del que era, para desgracia de muchísimos, presidente de México y las ha negado repetida y dolosamente. No podía ignorar la procedencia ilegal de 30 millones de dólares dispuestos por un funcionario de medianos ingresos como era Raúl Salinas en el 93. Tampoco puede salvar a todo el grupo que se posesionó de Imevisión por el hecho difundido de haber dizque pagado 650 millones de dólares por ella en subasta notariada, cuando su más cercano competidor ofreció 480. La razón es sencilla: la SHCP les devolvió, luego luego, unos cien milloncejos. Para eso sirven las influencias traficadas, las sociedades a trasmano y la información de privilegio. Cuántas maromas! El proceso de las privatizaciones deberá pasar por una cuidadosa revisión y el escrupuloso escrutinio de una comisión de diputados. El a todas luces ilegítimo grupo que detenta la dirección de los Canales 13 y 7 tiene, para sanidad de la vida pública, que ser depuesto o reconformado.