Acompañé a Cuauhtémoc Cárdenas en su gira por Michoacán el domingo 30 de junio, entre otras razones para estar presente donde uno siente que debe estar, después de la celada político-militar que el día 28 le tendió el EPR en Aguas Blancas, irrumpiendo por sorpresa en un acto al cual él estaba invitado y apropiándose de la tribuna armas en mano para sus propios fines.
Y qué hubiera pasado si los organizadores del acto, como sería normal, les hubieran dicho: ``Por favor, retírense, este es un acto nuestro. Hagan su mitin en otra parte''? Quién sabe. Es difícil razonar con quien llega con las armas por delante. Pero de las muchas maneras de apropiarse del micrófono y de la tribuna que se hayan visto, esta de los cuernos de chivo me parece una de las peores. No tengo idea de quiénes sean los integrantes o cuáles sean los orígenes del EPR. En su primera aparición pública, sin embargo, nos han dado una idea precisa de sus métodos.
Me sigue asombrando, por así decirlo, que en el deslinde hecho por el FAC-MLN en relación con ``la irrupción del EPR'', como dice el comunicado, no haya una expresa condena a estos métodos. Mi asombro crece cuando veo que este punto: presentarse fuertemente armado en una asamblea campesina pacífica y apoderarse de la palabra, no ocupa lugar alguno en varias de las declaraciones al respecto. Les parece aceptable?El comunicado del FAC-MLN (La Jornada, 1 julio 1996) termina diciendo que ``el FAC-MLN, en sus diferentes eventos, ha manifestado su absoluto respeto a las diferentes formas de lucha''. No estoy de acuerdo. Si los fines son la democracia, la justicia, la libertad, no todas las formas de lucha merecen respeto. No se vale tomar la tribuna por la violencia. No es respetable el fraude electoral. Es repudiable el terrorismo, es decir, la violencia indiscriminada contra civiles y pacíficos. No se puede aceptar la violencia, ninguna violencia, ni la de una mano alzada, contra compañeros que piensan diferente. Es miserable la calumnia. Todas estas han sido ``formas de lucha'' que han sido utilizadas vez tras vez en nombre de uno u otro ``fin supremo''. No, no, tres veces no.
En un acto en El Hábito, el 25 de junio pasado, a propósito de la formación del FZLN, leí extractos de un extenso artículo que se publicará en el número 7 de la revista Viento del Sur, ``Dominación y resistencia: incógnitas para el FZLN''. Inti Muñoz, allí presente, me dijo que lo llevaría a San Cristóbal en su nombre, no en el mío. Es lo que hizo, según leo en la crónica de Jaime Avilés. Además de agradecer a Inti su iniciativa, me permito reproducir aquí la parte final de ese texto. Viene al caso, creo, en esta coyuntura. Dice así:``Quiero finalmente mencionar algunas de las relaciones, condiciones o requisitos para que en estos tiempos, a mi juicio, la esperanza de los oprimidos y los subalternos pueda en efecto organizarse en su propio movimiento.
``La primera es tolerancia. La segunda, trasparencia, lo cual requiere información. La tercera, corolario de las dos primeras, respeto al otro dentro del movimiento. La cuarta, confianza entre compañeros (salvo prueba efectiva en contrario). La quinta, que se desprende de las anteriores, es doble: fraternidad en el trato, solidaridad en las dificultades.
``La última, sólo posible si las cinco anteriores existen, es encontrar una nueva forma de la disciplina en la acción que se sustente en la democracia en las decisiones, en el derecho de las minorías a mantener sus ideas y en el reconocimiento por todos de las decisiones mayoritarias. Cómo y por qué mecanismos, es otra de las incógnitas que sólo la experiencia podrá despejar. [...]``Sé que estos seis puntos tienen todo el aire de normas morales, de esas que todos invocan y, a la hora de la política, todos ignoran porque corresponden a otros campos de la actividad humana.
Creo sin embargo que en este caso no lo son, sino que se trata de principios organizativos eminentemente prácticos para un movimiento que no se propone integrarse al sistema de dominación y ganar elecciones en su seno, sino construir en la práctica y en la realidad social condiciones genuinas para la democracia, la justicia y la libertad.
En otras palabras, no se trata de normas morales sino de la antigua cuestión del fin y los medios. (La planteó Octavio Paz en su artículo ``La Selva Lacandona'', Vuelta, febrero de 1996, a raíz del intercambio epistolar entre Marcos y Carlos Monsiváis. Es lástima que no tenga aún interlocutor.)Ningún movimiento democrático de los oprimidos, crítico por necesaria esencia, puede eludirla, menos uno que desde el principio ha planteado la dignidad y la ética como fundamentos de su misma existencia.
El fin no justifica los medios: el fin determina cuáles medios, y los medios condicionan al fin. El cómo haces, más allá de tus intenciones, decidirá finalmente el qué habrás hecho y adónde habrás llegado.
Si esto es así, la meta la estás definiendo y construyendo en el camino, sabiendo bien que el camino no es la meta y que, cuando a ésta algún día acaso llegues, se te habrá convertido en parte del camino hacia una nueva forma de la meta.
Itaca llamó el griego Cavafis a esta historia.