Mauricio Merino
El resurgimiento de la Revolución Mexicana

Mientras el Presidente de la República lanza una nueva ofensiva ideológica en favor de los principios de la economía de mercado y propone un debate nacional para confrontar sus argumentos con las ideas de quienes prefieren una mayor intervención del Estado, los partidos políticos se disputan en cambio la reivindicación de la Revolución Mexicana como el único anclaje posible para construir un proyecto político nacional. Y no sólo entre quienes se consideran sus herederos legítimos, sino incluso entre sus benjamines y sus hermanos menores. Sin duda, México no ha logrado resolver la vieja disputa de principios de siglo entre el liberalismo más duro y la ideología revolucionaria.

En efecto, después del brevísimo lapso en el que el Partido Revolucionario Institucional acató disciplinadamente al liberalismo social que tuvo a bien importar el ex presidente Salinas para zanjar discusiones, todo indica que el único factor de unidad ideológica para la XVII Asamblea Nacional de ese partido estará nuevamente en el reencuentro explícito con los viejos valores del movimiento social de 1910. Con el inconveniente, sin embargo, de que el gobierno que ese partido llevó al poder opina de otra manera: piensa que la vuelta a esos principios originales significaría un regreso al ``estatismo'' que, a su vez, generó el ciclo de crisis del que todavía no logramos salir. No es extraño, en ese sentido, que en los discursos del presidente Zedillo no aparezca prácticamente nunca la otrora llevada y traída Revolución Mexicana, ni que en su lugar hayan aparecido nuevos matices más propios de finales de siglo, pero en todo caso muy distantes de aquella mitología revolucionaria. Cómo podrán conciliarse esas dos visiones tan diferentes de lo que debe ser y hacer el país?Por otra parte, el PRI no es el único partido que ha decidido ir en busca de los orígenes revolucionarios. Entre los jefes del PRD abundan los liderazgos que también reivindican aquel movimiento como seña de identidad compartida, mientras acusan al partido oficial de haber abjurado del dios revolucionario. No está por demás recordar que una de las razones que justificaron la escisión priísta de 1987 estuvo, precisamente, en el reproche de traición ideológica que hizo la entonces Corriente Democratizadora al gobierno de Miguel de la Madrid. Y todavía en nuestros días, mientras se desarrolla la campaña interna del PRD, los aspirantes a la presidencia nacional de ese partido político siguen rescatando los valores revolucionarios como el hilo conductor de sus propuestas de largo plazo. Qué otra cosa, si no, podría tender lazos sólidos de unidad en una oganización como el PRD, cuyos orígenes son tan diversos?Y el PAN, por si lo anterior no fuera ya suficiente para plantear un conflicto ideológico de proporciones mayores, tampoco se ha quedado atrás. Desde su particular punto de vista, Felipe Calderón ha decidido disputar el centro político del país tomando como uno de sus arietes a la Revolución Mexicana: la versión panista de ese movimiento, que desde ese mirador habría sido traicionado en su vertiente democrática y liberal cuando apenas saltaba hacia la vida institucional. En el próximo número de Enlace, la revista del Colegio Nacional de Ciencias Políticas y Administración Pública, podrá ver el lector un magnífico alegato de ese dirigente partidista en favor de los principios revolucionarios defendidos originalmente por su partido.

De modo que estamos asistiendo al resurgimiento de la Revolución Mexicana como punto de partida para trenzar los nuevos lazos de identidad política entre los mexicanos. Una reivindicación del pasado imaginario al gusto de cada versión, pero en todo caso opuesta a los planteamientos de modernización económica e ideológica que ha defendido desde hace dos años el presidente Zedillo. Una disputa digna de consideración, que nos anuncia un doble vacío: el de alternativas de pensamiento político nacional ante las transformaciones inevitables de fin de siglo; y el de entendimiento entre el gobierno y los principales partidos políticos del país. No se trata solamente de un enfrentamiento entre dos conjuntos de ideas académicas, sino de la visión completa que los mexicanos nos hemos formado de nuestra historia y de nuestras posibilidades futuras. Es cosa grave, y habrá que tomárselo en serio.