Horacio Labastida
Viejas experiencias y nuevos peligros

No hay un solo gigante de la teoría política que niegue la importancia del conocimiento histórico como el más lúcido método para entender el presente y escudriñar en el porvenir. En el mundo clásico, Platón y Aristóteles dedicaron gran parte de su genio a revisar las experiencias del pasado y proponer soluciones a los problemas del Estado; esto es lo que significan la república de los sabios del primero, y el gobierno de las clases medias del segundo. Con bases semejantes y en la Edad Media, San Agustín y Santo Tomás de Aquino buscaron, el primero, armonizar la ciudad celestial y la ciudad terrena, y el segundo, la razón y la fe, para asegurar así la salvación del hombre. Maquiavelo en el Renacimiento mostraría al poder como instancia de poder imponer, en el papel de eje del orden social, línea adoptada por el absolutismo monárquico hasta su caída en la Ilustración y el triunfo democrático del siglo XVIII. El socialismo de los tiempos modernos propondría la liberación del género humano a través de la extinción de las clases explotadoras y explotadas y el surgimiento de una convivencia sin élites hegemónicas.

En cada uno de esos momentos estelares hubo una meticulosa revisión de las experiencias históricas; y por esto ahora que México se ve estrujado y confundido, conviene recordar nuestro ayer como lección prometedora y útil. Viene de inmediato a la memoria Santa Anna, el creyente de lo militar como solución del caos nacional; la militarización del poder civil que propuso, únicamente logró ahondar las incertidumbres, multiplicar las rebeliones y facilitar al Tío Sam el robo de la mitad de nuestro territorio. Decenios adelante emerge el escenario porfirista. Como el golpe castrense de Tuxtepec no podía justificarse por las extendidas revueltas de las gentes del campo y las provincias y ante las críticas que provenían de iglesistas y lerdistas, se optó por acallar a la oposición y sofocar la rebeldía con una militarización del país que iba de las temibles guardias agrarias hasta los más altos jefes del Ejército y la Marina, así como con la organización del espionaje encubierto en la fidelidad del sistema de compadrazgos que puso en marcha el dictador. De esta manera, fueron eliminadas sistemáticamente la disensión política y la resistencia a la opresión, incluido por supuesto el ángulo de la delincuencia común. La militarización y el espionaje tuvieron un carácter secreto en el grado en que la dictadura usaba con mayor cinismo los ropajes de la desgarrada democracia de 1857; pero la paz lograda nunca fue cabal ni satisfactoria: las agresiones gestaban reacciones a las veces amenazantes, y la modernización tecnológica del Ejército fracasaba en su intento de penetrar los enmarañados secretos de las montañas y las llanuras escondidas. Bastó el llamado de Madero para que el reluciente aparato militar mordiera el polvo de la derrota ante la protesta de los campesinos zapatistas y villistas. Así, por segunda vez la militarización de la política probó su impotencia como instrumento asfixiante del acto libre.

El tercer caso sería protagonizado por Victoriano Huerta y su pretensión de sojuzgar al pueblo por las armas. La militarización que intentó sobrevivió algunos meses, a partir de los asesinatos de Madero y Pino Suárez. Y lo mismo pasaría a Obregón y a Calles, cuando quisieron sustentar sus presidencias en las jefaturas de operaciones militares.

Suponer que las movilizaciones y establecimientos de centros militares aquí y allá, donde broten rebeldías o se perciban inconformidades, son formas apropiadas para resolver los problemas de hambre, desesperación, inequidades y represión, que afectan a gran parte de la población mexicana, es despejar otra vez ecuaciones sin incógnitas. Lo dijo Francisco Zarco con gran exactitud: los cañones pueden vencer a los soldados enemigos, pero no a los pueblos que luchan por la libertad y la justicia.

Es posible que todo aquello, todo eso y todo esto haya sido olvidado en nuestros días? Seguiremos comprando helicópteros artillados, aviones de combate, tanquetas, anteojos para ver de noche, rayos lasser para dirigir las balas y toda clase de fusiles y ametralladoras, en lugar de pan y frijoles para que las familias tengan una mesa mínimamente abastecida?