Emilio Zebadúa
Zedillo toma partido

Quizás fue la concertacesión en Huejotzingo la gota que derramó el vaso o fue, sencillamente, que los vínculos naturales que existen dentro del aparato estatal priísta acabaron por imponerse. El hecho es que Ernesto Zedillo ha abandonado en forma definitiva su compromiso con una transición democrática, y tomado partido. Las fuerzas reales a las que se ha sumado el Presidente le proporcionaron una base suficiente para gobernar, pero representan mucha menos legitimidad que los 17 millones de votos que le otorgaron los resultados oficiales.

El giro de Zedillo puede parecer poca cosa desde muchos ángulos: sus programas de gobierno nunca han pretendido romper con el esquema neoliberal y, desde la devaluación del peso, han sido incluso francamente antipopulares. La aplicación del ajuste financiero se ha apegado a los criterios más ortodoxos; de hecho, durante este sexenio se ha impuesto sobre la población una transferencia brutal de riqueza. Las reformas estructurales que contempla el gobierno en el ámbito económico sólo son la continuación lógica del proyecto ``salinista''; por lo tanto, lo que ha variado es la fórmula política para alcanzar los objetivos económicos.

Durante el curso de su administración el presidente Zedillo ha intentado varias fórmulas; todas ellas infructuosas hasta ahora. La fórmula original implicaba un frágil equilibrio entre algunas facciones del PRI, incluyendo la del ex presidente Salinas, y le reservaba un lugar especial al PAN que encabeza Diego Fernández de Cevallos. Pero este esquema no duró demasiado. La crisis que originó la devaluación echó por tierra esta alianza suelta, y rompió los equilibrios dentro del régimen. Desde entonces, el presidente Zedillo no se ha podido recuperar o, incluso, restablecer acuerdos de convivencia dentro de la clase política priísta.

Por ello, para compensar la pérdida de fuerza que sufrió a raíz de la devaluación del peso, el gobierno se recargó inicialmente en el Ejército mexicano y el Tesoro estadunidense. De este modo el Presidente pudo dejar atrás el periodo más grave de la crisis. Sin embargo, no es posible gobernar a México sólo con las fuerzas armadas y el Departamento del Tesoro, por lo que Zedillo se vio obligado a reformular sus alianzas en el curso de 1996. En un principio, las opciones abiertas frente a él aparecían muy amplias: la dirigencia del PAN lo llamó entonces a que se pronunciara ``a favor de la transición democrática'' para que se alejara del sector más reaccionario del PRI.

En diversas coyunturas el presidente Zedillo ha tenido la oportunidad de optar por soluciones justas (y apegadas a derecho) a los conflictos de varios estados del sur del país. Una sola de estas soluciones por sí sola hubiese modificado los cálculos políticos de una parte importante de la sociedad civil; pero el Presidente ha renunciado una y otra vez a esta posibilidad. En vez de ello, Zedillo le ha dado a Rubén Figueroa todo tipo de licencias en Guerrero, mientras que a Roberto Madrazo bastó con un abrazo para socavar los esfuerzos de reconciliación en Tabasco.

A través de cada una de estas acciones, Zedillo ha ido tomando partido. (Hasta a su propio ex jefe, Carlos Salinas, se le han ido cerrando las puertas de Los Pinos.) Por ello, la fórmula política original se ha disuelto. La transición democrática está en suspenso: el PAN ha perdido la certeza de que el régimen le ofrecerá mayores ventajas en las elecciones de 1997; en cambio, ha visto cómo el ``sindicato de gobernadores'' ha ido cercando al Presidente. El PRD por su parte no puede seguir teniendo mucha confianza en los alcances de la reforma del Estado. Y dentro del PRI se prepara la expulsión final de la herencia salinista, lo que incluye a algunos de los elementos fundamentales de la ``modernización'' del país.

Así pues, la transición democrática ha entrado en suspenso; pero se encuentra en estas condiciones porque Zedillo carece de un proyecto propio de Nación. Lo absurdo de todo ello es que, aun careciendo de objetivos, al Presidente le es suficiente para gobernar el apoyo que le brinda el Ejército mexicano, el Tesoro estadunidense y un sector del PRI tradicional.

La evolución favorable de las principales variables macroeconómicas y las expectativas de los priístas de mantener el control del Congreso reducen aún más la necesidad que siente Zedillo de proponer verdaderas salidas a la crisis. Es muy posible, sin embargo, que el Presidente se encuentre pronto con que el partido que tomó no lo lleva a ninguna parte.