La Jornada 8 de julio de 1996

En la ponencia del Sub, un cuento de Brecht y una charla con niños indígenas

Palabras del EZLN en el acto de clausura del Foro Especial para la Reforma del Estado.

(Primera parte)

San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México. 6 de julio de 1996.

Por mi voz habla la voz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Hermanos y hermanas:

Empezar no ha sido fácil. El final del almanaque del Señor Keuner anuncia el principio de algo.

``Preguntado por su animal preferido, el señor K respondió que el elefante, y dio las siguientes razones: En el elefante se combinan la astucia y la fuerza física. La suya no es la escasa astucia necesaria para eludir una persecución o atrapar una presa, sino la astucia que tiene a su disposición la fuerza para realizar grandes empresas. Por donde quiera que pasa, este animal deja una huella bien visible. Tiene además buen carácter y sabe aceptar una broma. Es tan buen amigo como buen enemigo. Es muy grande y pesado y, sin embargo, es también muy rápido. Su trompa proporciona a un cuerpo enorme hasta los alimentos más pequeños: por ejemplo, nueces. Tiene orejas móviles; no oye más que lo que le conviene. Vive muchos años. Es muy sociable, y no sólo en su trato con otros elefantes. En todas partes se le ama y se le teme a un tiempo. Una cierta comicidad es la causa de que a veces incluso se le adore. Tiene una piel muy espesa; contra ella se quiebra cualquier cuchillo, pero su natural es tierno. Puede ponerse triste. Puede también enfadarse. Le gusta bailar. Se interna siempre en la espesura para morir. Le encantan los niños y otros animales de pequeño tamaño. Es gris y sólo llama la atención por su masa. No es comestible. Es buen trabajador. Le gusta beber y se pone alegre. Hace algo en pro del arte: proporciona marfil.'' (Historias de Almanaque. Bertolt Brecht).


Marcos, Tacho y David entregan los resolutivos del Foro Especial
para la Reforma del Estado a los representantes de la Cocopa.

Foto: Duilio Rodríguez

Lo dicho, comenzar es difícil...

Podría empezar, por ejemplo, platicándoles de nuestro presente, del exilio enmontado de cientos de familias indígenas rebeldes, del digno color de seres humanos cuyas viviendas son ocupadas por lo más moderno de la tecnología militar y por un ejército que se ve obligado a perseguir y hostigar a indígenas mexicanos, de la dignidad que los llevó montaña arriba para buscar un lugar donde vivir no fuera una vergenza. Platicarles eso, y también de la súbita amnesia de los cercanos al zapatismo respecto a este presente heroico y olvidado de los pobladores de Guadalupe Tepeyac, el símbolo desierto de la traición gubernamental y el deshonor militar. Y entonces platicarles del Heriberto, contarles que ha tenido una discusión de un alto nivel y rigor teórico con la Eva. La Eva, que maneja el tráfico de influencias con una habilidad que le envidiarían los Salinas, en lugar de seguir discutiendo con el Heriberto, va y me dice, como de pasada, que el Heriberto no quiere ir a la escuela.

La Eva llama ``escuela'' a un largo caserón que los guadalupanos zapatistas, los civiles expulsados por el ejército federal de Guadalupe Tepeyac, construyeron en lo alto de una lomita que domina la ordenada pobreza del exilio de estos indígenas hoy olvidados por los que encontraron en sus tierras tribuna, plataforma política y escuela de dignidad.Así que el Heriberto no quiere ir a la escuela repito, mientras enciendo la pipa y vigilo de reojo la puerta de la champita por si aparece el futuro terrorista y presente delincuente poco común, el Heriberto. La Eva conoce los alcances de sus influencias, así que no pregunta cuando toma una bolsita de dulces y empieza a comerlos. La Eva sabe lo que ocurrirá cuando abra un dulce y el ruido del celofán apenas se sume al rasgueo obsesivo de los grillos. Ignoro la verdadera capacidad de convocatoria que tiene el ruido del celofán que envuelve un dulce, lo que me está fuera de duda es que, no importa lo lejano que sea o el ruido que se le oponga, siempre termina por aparecer, en la puerta, el temido, el chillido más rápido del sureste mexicano, el estado de derecho, perdón, el terror de las hormigas, el único (ojalá), el inigualable (honor a quien honor merece), él, el Heriberto.Los ojos negros y grandes del Heriberto recorren todos los rincones del cuartito. Descubren la bolsa de dulces y a la Eva poseedora. El Heriberto busca desconcertarme con un innecesario ``Ya vine Chup''. Yo me pongo severo, asumo la misma posición flexible del gobierno mexicano en cuanto a la política económica, es decir, me declaro dispuesto a discutir todo, pero advierto que no habrá ningún cambio.

Por qué no vas a la escuela? le pregunto, tratando de frenar su avance sobre la bolsa de dulces.Porque voy a ir hasta que sepa algo, porque si voy ahorita no sé nada y qué tal que el maestro me va a regañar porque no sé nada. Primero voy a aprender y ya luego voy a la escuela dice el Heriberto ya con un dulce empalagándole la voz y con los bolsillos llenos de azucarado parque. La Eva desatendió los dulces por, mostrando claras tendencias feministas, estar buscando ese video de Pedro Infante que se llama ``Dicen que soy mujeriego''.Yo fumo y suspiro mientras pienso que el Heriberto podría dar clases de lógica filosófica y dirigir la Secretaría de Educación Pública con idéntica corrupción pero más inteligencia que quienes muestran intolerancia ante el creciente movimiento magisterial.

Podría contarles esto, pero de pronto pienso que no, que ésta es la solemne clausura del ``Foro Especial para la Reforma del Estado'' y no es conveniente hablar en ella de los hechos delictivos del Heriberto. Creo que el respetable tiene ya bastante con los hechos delictivos que patrocinan a algunas empresas televisivas.

Entonces pienso que sería mejor platicarles de el Beto y de cómo vive su desesperación por crecer al mismo tiempo que su gente es asfixiada por la política social contrainsurgente del gobierno. El Beto ya creció, ya es grande, el Beto ya no se cae en el lodo. Se va el Beto a dar una vuelta por el potrero y ahí se encuentra con un niño del poblado vecino. El tal Nabor le cuenta que en su pueblo el gobierno da mucha ayuda a las familias con la única condición de que se salgan de zapatistas y denuncien a los que siguen adelante. El Nabor no muy entiende pero comprende lo principal. Recoge una piedrita para su tiradora y le dice y pregunta al Beto:Mi familia, la persiguen porque no agarra lo que da el gobierno. Dice mi papá que de por sí la dignidad da hambre, dice. Y ustedes se van a rendir?No pues. Ya acordamos que no. Que no nos vamos a rendir, así fue el acuerdo dice el Beto mientras apunta con su tiradora hacia un dibujo de un tanque de guerra.

Ya estoy por contarles esto cuando me acuerdo de otra cosa y pienso que es más conveniente hablarles de...La Toñita va con un pequeño tercio de leña a la espalda. Seis años pesa la infancia en la espalda de la Toñita. Por entre el lodo y las espinas de la vereda que baja de la loma, la Toñita ya empieza a encorvar la espalda para equilibrar años y leña. Yo me quedo mudo cuando me doy cuenta que la Toñita, la del beso escatimado porque ``mucho pica'', camina con su tercio de leña. No es por la dolorosa imagen de una niña aplastada por la miseria de una carga de leña, no es por eso o porque le guarde rencor por negarme el beso. Lo que me deja sin palabra y, por lo tanto, me incapacita para platicarles esto es que, se los juro, la Toñita va sonriendo.Sonriendo también está el Olivio. A diferencia de la Toñita, el Olivio es tojolabal y ya armó un escándalo con unas botitas que le regalaron. Pateando piedras, palos, chuchos y puertas, el Olivio aprende lo que siempre les fue negado a niños como él: que se puede jugar y ser niño, sin que lo adulto les lastime la piel. El Olivio no usa sus zapatos para caminar. Cuando quiere ir a un lado va descalzo. Pero cuando llega la breve hora del juego, el Olivio y su banda se juntan y juegan a que tienen zapatos y patean el suelo y todo lo animado e inanimado que encuentren. Unos juguetes poderosos son los zapatos para el Olivio que, me dicen, ahora reclama un balón para que su juego pueda llegarse lejos y en colectivo.

Y en colectivo, con otras niñas, se llegan la ``Yeniper'' y la ``Chaga'' hasta donde estoy para ver si ahí estoy y no he ido. Y sí, ahí estoy y no me he ido, así que la ``Yeniper'' puede preguntarme mientras un helicóptero militar sobrevuela el pueblito. La ``Yeniper'' mira el helicóptero artillado y me pregunta si los pájaros también se espantan, como los niños de la realidad chiapaneca, por el amenazante ruido de las aspas de la muerte. El helicóptero se aburre de buscar transgresores y la Yeniper se va por leña sin esperar mi respuesta. Un pajarito, de lila y celeste vestidas las plumas, vuela de nuevo junto a la ``Yeniper''. De lejos no se sabe quien de los dos camina y quién vuela.

En fin, después de mucho pensarlo, llegué a la conclusión de que no sería serio y respetable hablar de los niños indígenas zapatistas en algo tan respetable y serio como es la ceremonia de clausura del ``Foro Especial para la Reforma del Estado''.

Así que, si vamos a ser serios y respetables, es mejor hablar de lo más serio y respetable que hay en el mundo. Y entonces debemos hablar de el más grande de los gigantes con los que la caballería andante ha dado alivio y consuelo a la humanidad, del ilustre hidalgo Don Durito de La Lacandona. De ese tenaz desfacedor de entuertos que sigue maravillando, con sus hazañas y portentos, a una luna que sonríe, sin poder evitarlo, para agradecerle la flor que el caballero ha sacado del yelmo con un elegante ademán de mago y le tiende con la secreta esperanza de dibujarle luego otra flor en la piel, en el vientre, en el deseo.

Pero que los grandes dioses le eviten a cualquier narizón escudero la infinita pena de cargar con el pesado fardo de contar las hazañas de su amo y señor.