Retrasa la colaboración bilateral el caos administrativo estadunidense
Jim Cason y David Brooks, corresponsales, Washington, 7 de julio Las drogas han sustituido a los asuntos económicos como el componente dominante de la política estadunidense hacia México, pero según varios analistas no será hasta que el gobierno del presidente Bill Clinton coordine mejor la proliferación de agencias involucradas en la política antinarcóticos de Estados Unidos, cuando se podrá esperar un avance sustantivo en la cooperación bilateral sobre el tema.
El zar de la política antidroga de la Casa Blanca, el general Barry McCaffrey, se ha dedicado a pronunciar discursos por todo el país en sus primeros cuatro meses de trabajo, pero en la práctica, dicen analistas, dedica más tiempo a promover la cooperación entre las diversas agencias estadunidenses involucradas, que en el propio combate contra el narcotráfico.
''Es como intentar acorralar a gatos'', comenta un funcionario del Departamento de Tesoro inmerso en este proceso. ''Uno puede seguir tratando de reunirlos, pero siempre se van por su lado''.
En una reciente audiencia en el Congreso, el senador Bob Kerrey, de Nebraska, presentó una gráfica que ilustraba cómo el presupuesto antinarcóticos federal de 15.1 mil millones de dólares se distribuía entre tantas agencias, que hacía imposible entender cuál era la política detrás del presupuesto.
McCaffrey ha respondido a estas cuestiones al señalar que Clinton lo ha nombrado presidente del consejo de gabinete --compuesto por 14 secretarios de gobierno-- y que se ha ampliado la participación de su Oficina de Política Nacional de Control de Droga, de la Casa Blanca, en decisiones sobre presupuestos. ''Le debemos resultados'', respondió McCaffrey a Kerrey. ''En la próxima reunión del consejo de gabinete sobre drogas con el presidente Clinton, me gustaría discutir cómo podremos elaborar un presupuesto de cinco años'', dijo.
El profesor Ethan Nadelmann, experto en políticas antinarcóticos y director del Lindesmith Center, con sede en Nueva York, comenta que ya que McCaffrey no puede controlar las decisiones sobre los presupuestos de las diversas agencias, su función se limita a la retórica. ''El zar de drogas no tiene su propio presupuesto, no tiene una línea de autoridad real, entonces ,¿qué puede hacer?'', señala en entrevista con La Jornada.
''Todas las agencias tienen pedazos de esto (la política antinarcóticos) y todas están buscando como seguir manteniendo su papel y, con algunas excepciones, cómo ampliarlo".
Otro funcionario del gobierno estadunidense, quien pidió no ser identificado, señaló a este diario que hace dos años el Departamento de Justicia, encabezado por Janet Reno, propuso la abolición de la oficina de drogas de la Casa Blanca y la consolidación de la coordinación política para este rubro dentro de su secretaría. Y aunque McCaffrey continúa afirmando que él es el coordinador de la política antinarcóticos, Reno ''coauspicia'' con el general la conferencia sobre drogas en la frontera la próxima semana.
Es difícil aclarar cuáles son las líneas de autoridad en la política antidrogas estadunidense. Por ejemplo, cuando La Jornada le preguntó a un vocero de la DEA la diferencia entre las responsabilidades de su agencia y las del FBI en asuntos antinarcóticos, respondió que este último debe hacerse cargo de la vigilancia de más de 240 leyes, mientras la DEA tiene un solo enfoque sobre la droga. Al pedirle que definiera la diferencia en responsabilidades en el rubro de la droga, el vocero de la DEA dijo que las dos agencia tienen ''cojurisdicción'' sobre el tema.
Problemas similares hay sobre el lavado de dinero, donde la DEA, el FBI y el Departamento de Tesoro realizan operaciones separadas. Cuando se le inquirió a un funcionario de la DEA si su agencia utilizaba la información del Departamento de Tesoro para sus investigaciones, respondió: ''En verdad no; en gran parte tenemos a nuestra propia inteligencia humana, que es la que juega un papel crítico''.
¿Con quién se coordina uno en Washington?
La proliferación de agencia gubernamentales y sus diversas y frecuentes misiones paralelas complica los esfuerzos para elevar el nivel de cooperación bilateral, especialmente en momentos en que el tema del narcotráfico se convierte en el componente principal de la relación entre México y Estados Unidos.
''Las drogas han sustituido al comercio como el tema principal de preocupación en la relación bilateral'', confirmó en entrevista un alto funcionario del gobierno de Bill Clinton.
Hasta este año, el secretario asistente de Estado para Narcóticos Internacionales y Control Legal, Robert Gelbard, encabezaba el grupo de trabajo interagencias. Pero en marzo, Clinton nombró a McCaffrey como director del grupo. El general también preside la delegación estadunidense del grupo de contacto bilateral con México sobre asuntos antinarcóticos, que tendrá su próxima reunión el 30 de julio.
El programa para esa reunión se centrará principalmente en el documento conjunto de estrategia que ambas naciones elaboran. Negociadores de los dos países han realizado varias juntas y llegaron a un acuerdo sobre el marco general del documento; ahora intentan desarrollarlo tanto en la evaluación de la amenaza del narcotráfico como las estrategias para combatirlo.
Un funcionario estadunidense advirtió que el encuentro del 30 de julio probablemente no concluirá con resultados espectaculares. ''Acabamos de celebrar la ultima reunión hace un par de meses, y francamente no creo que se verá algún resultado nuevo e importante en esta sesión de julio''.
La tarea más difícil para McCaffrey y el gobierno estadunidense es cómo conducir una relación de trabajo continua con México en torno a este tema, tanto por los obstáculos burocráticos internos en este país como por la falta de una visión coherente sobre la política antinarcóticos al exterior. En teoría, el Departamento de Estado es el responsable del asunto en las relaciones exteriores, pero el Departamento de Justicia, la DEA, el FBI, el Departamento de Tesoro, el Pentágono y el Servicio de Aduanas cuentan con equipo y personal en México, para labores antinarcóticos.
Según un reciente informe del gobierno estadunidense, a principios de los noventas, al recortarse más de 50 por ciento la Sección de Asuntos Narcóticos del Departamento de Estado en la embajada en México, el FBI amplió su oficina, mientras que la DEA y Aduanas permanecieron en los mismos niveles.
Aduanas tiene agentes y dos aeronaves de intercepción Citation II en México, el FBI tiene tres agentes que trabajan desde la embajada de Estados Unidos en México, y cubrirá dos puestos vacantes en Hermosillo y Monterrey; la DEA tiene oficinas en la misma embajada, así como en varias de las oficinas consulares en el país.
Por otro lado, el Departamento de Estado incrementará su presupuesto antinarcóticos para México de 1.2 millones de dólares a más de 5 millones en 1997, pero esto parece ser poco comparado con el nuevo enfoque del Pentágono sobre la cooperación antidroga. El Pentágono ha solicitado al Congreso la aprobación de hasta 10 millones de dólares en asistencia antinarcóticos para México y espera trasladar unos 73 helicópteros usados Huey en el curso de los próximos dos años.
Aunque estas iniciativas del Pentágono se han visto obstaculizadas por la oposición del senador Jesse Helms, un funcionario del Departamento de Defensa comentó a este diario que los militares estadunidenses perciben esta ampliación en la cooperación antinarcóticos con México, y en particular el traslado de los helicópteros y otro equipo, como el primer paso para el mejoramiento de las relaciones con las autoridades castrenses mexicanos.
Sin embargo, un alto funcionario de la Casa Blanca puso en tela de juicio si esta expansión de contactos entre las fuerzas armadas y en el presupuesto, indicaban un papel ampliado de los militares en las relaciones bilaterales sobre temas antinarcóticos. ''(El secretario asistente de Estado) Gelbard todavía tiene mucha más influencia, aun si Brian Sheridan (encargado de asuntos narcóticos del Pentágono) tiene más dinero'', dijo este funcionario. Pero concluyó: ''Ambos se quedan a la sombra del general McCaffrey''.
Es cierto que aquí existe un amplio respeto por la forma en que McCaffrey reafirma su autoridad y liderazgo e intenta ganar influencia en las negociaciones sobre el presupuesto, las cuales determinan quién tiene los fondos y, por extensión, el poder dentro del gobierno.
Pero el hecho de que la reunión de alto nivel sobre drogas en la frontera será ''coauspiciada'' por Reno, muestran que las pugnas burocráticas en este asunto no han cesado.
Otro ejemplo más: al parecer la oficina de McCaffrey frecuentemente es marginada durante actos clave en la guerra antinarcóticos. Cuando México deportó al narcotraficante boliviano José Luis Pereira Salas, quien después fue detenido por agentes de la DEA en Miami, el Departamento de Justicia y la DEA estaban al tanto, pero en la oficina del zar antidrogas en la Casa Blanca no lo supieron hasta un día después.
Para cualquiera que considere establecer una relación de cooperación bilateral con Estados Unidos en torno a la lucha antinarcóticos, este laberinto de dependencias gubernamentales crea un obstáculo difícil de superar.