ASTROLABIO Mauricio Ortiz
El optimismo

El optimismo, explica Cándido a Cacambó, es la manía de sostener que todo está bien cuando está mal. Se lo dijo en francés claro está, después de conversar en holandés con el esclavo al que su amo le había cortado la mano y un pie en la lejana Surinam.

El optimismo es también desde luego otras cosas, como considerar que el mundo es perfecto y que el hombre es bueno en el fondo; que la cosa va a cambiar, que la próxima vez seguro me voy a sacar el hueso, que quien quita y de perdida el melate (con o sin curso). Debe haber a pesar de todo mucho latente optimismo para que se anuncie sin rubor la inminente reforma del Estado y se informe con orgullo el descubrimiento de un planeta nuevo o una curación sorprendente; mucho optimismo explotado en el éxito de los horóscopos y las clínicas de embellecimiento y reducción de peso; desbordado optimismo en el equipo que se alista a participar en la centenaria justa olímpica. Al fondo de la inmemorial caja, único regalo de los dioses que le queda a Pandora una vez fugados los demás o, según la versión, luego de escaparse de su encierro las calamidades del mundo, el peor de los males nietzschiano, la esperanza, es el sustento material del acendrado optimismo que se afana en cultivar la especie.

Hay cínicos que descreen de ella, poetas amateurs que le cantan, pobres que en ella se apuntalan y de un tiempo acá hasta profesionales de la Esperanza.

Las instituciones son optimistas por definición. Son optimistas el presidente de la república y el partido en el poder, y tal vez más optimista la oposición a pesar de su aparente pesimismo: si le parece que todo anda mal, también está convencida de que el mundo puede ir bien si se le administra a su modo. La ecología es posiblemente la institución más optimista que existe: animales que pueden ser salvados, ecocidios cancelados, bosques recuperados y un aire respirable en la gran metrópoli. La institución académico-científica a la que pertence como rama es en su totalidad reconocidamente optimista en cuanto a la verdad de las cosas y el control de la naturaleza: nada más optimista que la modernidad y el progreso.

Acaso el señor Cornejo sea el paladín del optimismo, hay que admitirlo, pero no menos Chabelo, que en sus palabras al público cuando le otorgaron el premio especial en quién sabe qué certamen televisivo, agradeció el galardón llorando y sobre todo con la clásica voz de niño. Va haciendo honor cada domingo a la estadística del siglo: una elevación pronunciada de la esperanza de vida en los hombres de buena voluntad y hábitos pancho pantera.

Como se ve el optimismo raya en varias otras cosas. Raya en cursilería, en evasión, en cierto tipo de locura, en bonhomía, en grandísima inocencia y a la vez en mezquindad, ocultamiento y zalamería. En qué momento deja de ser uno optimista y comienza a ser pendejo.

-- ¿Crees, pregunta Cándido, que los hombres siempre se han masacrado unos a otros como lo hacen hoy? ¿Y que han sido siempre y serán embusteros, pérfidos, ingratos, bandidos, ladrones, cobardes, envidiosos, glotones, borrachos, avaros, ambiciosos, sanguinarios, difamadores, disolutos, fanáticos, hipócritas y estúpidos?

--¿Crees tú, dice Martín, que los gavilanes dejarán de comerse a las palomas cuando éstas se pongan al alcance de sus garras?

(Los creativos de Pro Vida han asimilado bien el lenguaje de los anuncios espectaculares. En las bardas del eje 10 sur, avenida de las Torres, pintaron unos anuncios en contra de los métodos anticonceptivos. Ligadura, vasectomía dice en un círculo rojo cruzado en el centro por una línea, como de no estacionarse; un signo de igual y luego: Puede dar cáncer y Disminuye el apetito sexual. La histérica y aberrante desinformación se sale con la suya ante los ojos complacientes de una autoridad presta a censurar inocentes glándulas mamarias pero igualmente cautiva del sabor Marlboro.)