La Jornada 9 de julio de 1996

Marcos había acusado a enviados oficiales de amenazar al proceso de paz

Hermann Bellinghausen, enviado, San Cristóbal de las Casas, Chis., 8 de julio Un principio de realidad se impuso hoy al proceso de negociación pacificadora en Chiapas: todas las palabras dichas en el foro recientemente concluido no bastan para detener el avance de la militarización. Mientras los zapatistas comprometen su palabra con la paz y la vía política, el endurecimiento bélico en el estado confirma que ``distensión'' es una palabra ausente.

En su comunicado de esta mañana, leído por el comandante Tacho, el Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI) del Ejército Zapatista acusó a la delegación gubernamental de amenazar ``con reventar el proceso de paz en Chiapas, al negarse a discutir y acordar nuevas reglas de procedimiento y principios que permitan que la negociación avance sin obstáculos''. Este ``endurecimiento'' gubernamental ``coincide con la movilización de miles de efectivos del Ejército federal, que con la careta de una campaña social refuerzan las posiciones militares en las regiones norte, Selva y Altos de Chiapas''.


Marcos y la propuesta de diálogo nacional en el foro
zapatista.
Foto: Archivo de La Jornada

Después del optimismo en lo general que hasta ayer prevalecía en El Carmen, hoy la presencia adusta de la comandancia zapatista desconcertó a periodistas y observadores. Tuvo el efecto de un balde de agua fría, ``o sea que resulta que las cosas están cabronas'', aventuró un colega. La permanencia del subcomandante Marcos en San Cristóbal, para que siga de cerca la plática de San Andrés que empieza mañana, no queda claro si es buena o mala noticia, pues a la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) le alegra, pero la declaración zapatista le imprime un acento de gravedad que regresa el panorama a donde estaba: un escenario de guerra potencial, contrainsurgencia tosca y sofisticada, una escalada armamentista sorda, constante. Agréguese la abierta acción de las guardias blancas en el norte y la zona tzeltal de los Altos (o sea Tila, Bachajón, etc.), la creciente acción policiaca en ciudades, cabeceras minicipales y caminos de Chiapas, y la renovada paranoia de la Seguridad Nacional con la aparición de presuntos focos guerrilleros en Guerrero e Hidalgo.De cara a los hechos, no todos hablan el mismo idioma. Los políticos festinan ``la voluntad política del zapatismo'', pero los generales avanzan. Ya no se habla, en la zona de conflicto, de narcotráfico. Ya no se habla de nada, nomás se organizan 6 mil cadetes para inundar con obras sociales (y su presencia, que es militar) los pueblos tzotziles que lo que necesitan, según ellos mismos, es maíz.

Los nuevos guardianes Se presenta en las afueras del centro de convenciones, donde pernocta la delegación zapatista, un grupo de hombres y mujeres chamulas de San Cristóbal. Compactos, silenciosos, a pasos cortos y rápidos ocupan el perímetro de la plazoleta que da acceso al ex convento. En el ambiente un poco tenso de la mañana (por lo demás soleada y limpia), la aparición de estos indígenas produce una sensación tranquilizadora.

Lo expresan por separado un médico de una ONG, una encargada del acceso, un sacerdote católico y un mestizo pobre de la ciudad coleta. Hasta ayer, buena parte del cinturón lo componían jóvenes urbanos, amas de casa, asociaciones católicas y miembros del FZLN.

Era un momento de mayor tranquilidad, era el momento de la esperanza civil. Ahora, como queda dicho, todo vuelve a la cruda realidad.

Humberto, el mestizo pobre que apoya al cordón y lleva al pecho un gafete azul, resume esa sensación ante la llegada de los tzotziles: ``Estos son los meros buenos para cuidar. Estos son los nuestros, sí saben''. Para los tiempos duros, hombres y mujeres curtidos.

Las diminutas mujeres visten igual que la comandante Susana y que cualquier mujer chamula. El hombre, indígena también, que encabeza este grupo, explica sencillamente el sentido de que rodeen la manzana de El Carmen aunque llueva o lo que sea: ``Si cuidamos a los compas es para cuidarnos nosotros. No permitiríamos que les pasara nada''.

Como alguien decía ayer: ``Ahora acabó la fiesta''. Los invitados se van, las comunidades aquí se quedan.