(Con voz del narrador de Los Intocables): El país fuera otro, si se hubiera escuchado a Superbarrio. En 1989 nuestro héroe clausuró el City Bank por especular con los intereses de México, y en 1993, excluido por Rogosinsky de la puja para la adquisición de Canal 7 y Canal 13 de Imevisión, ésta fue vendida a un abonero, traficante de electrodomésticos y oscuro empresario de los bajos fondos del comercio en Monterrey. Aquella noche los federales de Rogosinsky, sabían que Superbarrio no jugaba y que el hampa neoliberal daría uno de sus grandes golpes.
Rogosinsky y sus federales, previamente instruido por sus jefes, manejaban los hilos de la privatización por instrucciones de los hermanos Raúl y Carlos. Aquella noche de junio, el paquete de Comunicación fue vendido al empresario coincidentemente paisano y con el mismo apellido de los hermanos.
Poco a poco, mientras los bienes del país se privatizaban, Raúl y sus amigos se enriquecían. Todos lo querían, un solo abrazo en público valía mucho dinero: se había desatado una fiebre para ganar la amistad de un Rey Midas cuyas riquezas surgían del afecto.
Poco a poco, las discrepancias dejaron de darse entre políticos y tecnócratas, la guerra era por el tráfico de influencias, y para ello Raúl puso una oficina, la Influence Peaddling Co., desde la que controlaba el cártel de influencias del Pacífico como del Golfo, repartía y organizaba a los grupos. Pronto su imperio fue conocido como: los E-x-t-r-a-d-i-t-a-b-l-e-s (de capital).
Pero alguien no estaba de acuerdo, El Tigre. Dueño del patíbulo moral, la verdad y las conciencias, ambicionaba las concesiones del 13 y el 7, no quería competencia. Raúl optó por el traficante de aparatos electrodomésticos. Era la fachada perfecta de los Salinas para establecer el vínculo entre poder y negocios, y dejar esos medios de comunicación en alguien confiable, trabajador salinista, cuya prioridad fueran el comercio y las ventas.
Pronto El Tigre se dio cuenta de la influencia de Raúl, pues hasta uno de los suyos, Abraham, el Baby face ayudado por los federales ya estaba en otro negocio con Raúl.
Como en los viejos tiempos de Chicago, las riquezas de Raúl y su hermano se habían hecho con astucia. Para cada privatización escogían al hombre clave, al inversionista señuelo, y a éste lo comprometían con un ``préstamo'' millonario salido de un paraíso fiscal, convirtiendo al deudor en socio y amigo. ''Había posibilidades de resistirse, si todos lo admirábamos?'', diría Ricardo Salinas al recibir 29 millones de dólares.
El siguiente paso era atraer otros socios en torno del inversionista señuelo.
Ricardo Salinas primero fue con Joaquín Vargas de Multivisión y sus socios, obtuvo información de quiénes eran y cuánto tenían; luego fue con el grupo de Clemente Serna de Medcom. En cada grupo dejó una advertencia: conmigo todo, sin mí nada. Rogosinsky y sus federales, el funcionario desincorporador, manejaba los candados y reglamentos para beneficiar siempre a los protegidos de Raúl, quien en cada privatización armaba un pull que él controlaba. Luego, a los de más confianza, ofrecía hacer pollas en paraísos fiscales del extranjero garantizándoles anonimato y convertibilidad pesos-dólar a través del City Bank en favor de cada fondo particular. Por este servicio Raúl cobraba comisión y a cambio daba su amistad porque, como diría Abraham, ``los negocios se hacían entre amigos''. Así Raúl hizo negocios con Andrés Sada, José Madariaga, Cabal Peniche, Abraham Zabludovsky, Salinas Pliego, Hank Rohn, Alejo Peralta, Roberto González, y muchos otros.
En 1993 El Tigre sabía que había perdido el paquete de Comunicaciones, pero no la guerra; sin embargo, no podía romper porque su amistad con Carlos y Raúl era de dinero: no lo habían compensado informándole de la próxima devaluación? El Tigre no ganó Canal 13 y 7, pero sí muchos más millones de dólares negociando en 1993, sus deudas en pesos; la inversión fructificó el 17 de diciembre de 1994 permitiéndole saldar sus deudas y duplicar sus capitales. El poder que ostentaban 24 familias mexicanas dirigidas por Raúl para beneficiarse en el auge a través de las privatizaciones les permitió hacerse más ricas en la crisis extraditando fondos en espera de la devaluación.
Hoy nos regocijamos del pleito que tuvieron en 1993 pero cuántos negocios fraudulentos se hacen ahora al amparo del zedillismo y la ``recuperación''?Carlos Salinas poco intervenía. Mientras Raúl hacía negocios ``imaginativos'', él se dedicaba al negocio más grande: la entrega de México. Filosóficamente mezclaban los intereses de la nación con los propios y los de sus socios.
La historia del país sería otra si hubiéramos comprendido que Superbarrio no jugaba en 1989 frente al City Bank ni en 1993 frente a la privatización del 13 y del 7. Ahora estamos bajo las travesuras del Duende de Irlanda donde todos los cínicos le han declarado la guerra al cinismo. Usted, con quién está, estimado lector, con los cínicos buenos o los cínicos malos?