En la Huasteca, acoso militar: líderes sociales
Alonso Urrutia, enviado, y Carlos Camacho, corresponsal, Comunidad El Lindero, Huauhtla, Hgo., 8 de julio Casi con resignación el hombre murmura: ``Llegaron preguntando por un grupo armado. Nada más oímos el helicóptero que viajaba y ya después a puro culatazo querían que les dijéramos por dónde se habían ido''.
Fue el día en que se movilizó el Ejército aquí, en la Huasteca, el mismo en el que se encontraron las armas.
``Nos tuvieron casi una hora, les dije que era maestro y que no sabía nada''.
Interior de una de las viviendas de Tohuaco, Hidalgo.
Esta comunidad está cercada por retenes del Ejército,
en busca de armas. Foto: Ernesto Ramírez
--¿Qué enseñas? La sublevación, ¿verdad cabrón? --le increparon los militares.
En la cabecera municipal de Huauhtla dirigentes perredistas afirman que lo del grupo armado es sólo un rumor. ``Un rumor difundido por el gobierno para justificar el hostigamiento a las organizaciones independientes de toda la Huasteca''.
Desde entonces, señalan, hay militares en casi todas las comunidades donde hay trabajo de la Organización Independiente de Pueblos Unidos de la Huasteca (OIPU). ``Es el hostigamiento a dirigentes sociales'', dicen.
Arnoldo Ríos, uno de los dirigentes perredistas de la región, indica que como partido están formando con la OIPU el Frente Amplio para la Construcción del Frente Zapatista de Liberación Nacional. El Ejército ``presume que aquí hay miembros del Ejército Popular Revolucionario (EPR), el que salió en Guerrero, pero es sólo el rumor que difunde para mantenerse aquí sin dejar en paz a la organización, presionando a los líderes, porque cuando la cara que tiene el gobierno de entregar despensas no les funciona, para que la gente no proteste enseñan la otra, la de la represión'', asegura.
El gobierno ha sido ``intolerante en esta región'', donde la pobreza extrema se esparce por todas las comunidades. Si la gente no tiene qué comer tiene que protestar, y eso es lo que no le gusta al gobierno, por eso está aquí el Ejército, se queja.
Los continuos patrullajes militares en la Huasteca hidalguense podrían convertirse en presencia permanente de concretarse un proyecto para edificar un cuartel en la comunidad de Tamoyón.
Sobre el camino pedregoso que lleva a El Lindero, un grupo de militares sale al paso de los vehículos. Entre la maleza se advierte casi una decena de soldados que marcan el alto. Es la inspección de ``rutina'' que lleva más de 10 minutos en una infructuosa búsqueda de armas dentro del automóvil.
Narcotráfico y búsqueda de armas de fuego son las razones que da el teniente, responsable de la inspección.
La presencia del Ejército tiene diversas explicaciones en las comunidades aledañas a El Lindero. En Tohuaco I, Graciela dice lo que sabe sobre el Ejército: ``Pasaron aquí hace días. Eran muchos, no nos dijeron ni nos hicieron nada. Sólo pasaron rumbo a El Lindero.
--Dicen que encontraron armas.
--Lo que sé es que la gente de allá no los quiso recibir, que los atacaron, pero más no sé.
Graciela menciona la aparición reciente de unos carteles en la comunidad días antes de que llegara el Ejército. Arrancados prácticamente todos, sólo los restos de uno permiten saber que eran en ocasión del aniversario luctuoso de la masacre de Aguas Blancas, pero Graciela rehúsa informar más.
Da una confusa explicación de la coincidencia de la aparición de carteles y la presencia del Ejército, y concluye al señalar que ``los niños arrancaron todos los carteles en el lugar''.
La comunidad está en calma, pero hay cautela para hablar de los militares. Sólo confirman: ahí los soldados no se han metido ni a las casas ni han interrogado a nadie.
En El Lindero es otra historia. Ahí llegó el Ejército a investigar, a indagar, a buscar y encontrar armas, según trascendió extraoficialmente.
``Aquí no sabemos nada de eso, aquí no encontraron nada'', responde con desconfianza un lugareño.
--Dicen que por eso llegó el Ejército.
--Entraron, como siempre llegan, sólo que esta vez vinieron más, muchos más y ahora sí nos culatearon --dice un campesino que rehúsa dar su nombre, porque hay un reporte militar que ya los tiene identificados.
La tropa llegó temprano ese día. Había soldados por todos lados, narra el maestro. Se fueron hasta el Ixtle, un poblado cercano, donde se acantonaron. Y ahí siguen, como también los sobrevuelos de los helicópteros.
``Esa tarde yo estaba en el campo. Cerca de donde bajó el helicóptero. Me obligaron a bajarme del caballo, rápido nos juntaron como a seis. Una hora de interrogatorio sobre el grupo armado. Preguntan que si los habíamos visto, que hacia dónde se fueron, que no nos hiciéramos.
Después de tres culatazos ya no aguanté, y les dije todos mis datos pero de lo que me preguntaban no sabía nada de eso''.
Casi de 70 años, un viejo campesino dice que a él también lo detuvieron, también lo interrogaron, pero a él no lo golpearon. ``Yo vi llegar al avión (sic) que los traía. Andábamos varios con el ganado en el campo y ahí nos alcanzaron. Dicen que venían siguiendo a unas gentes armadas, pero yo no he visto a nadie. Me preguntaron muchas cosas, pero yo no sé nada''.
Desde entonces el Ejército se quedó aquí.