La crisis de credibilidad, por la crisis política
La respuesta,
sólo llamados a la unidad
La llamada guerra de las televisoras, con todo su costo de imagen para Televisa y Televisión Azteca, es apenas la faceta pública de una crisis de corrupción y descrédito que afecta a amplios sectores sociales, incluido el gobierno, y que ha desbordado los controles oficiales y pone en riesgo las variables macroeconómicas en las que se ha sustentado la recuperación económica.
No se descarta, incluso, que sea parte de otro capítulo de la escaramuza que desde hace 20 meses libran el salinismo y el zedillismo y que descubre que el deporte nacional en México no es el futbol, sino la corrupción, el tráfico de influencias y la simulación. Y a esa crisis, el gobierno de Ernesto Zedillo responde con una tenue campaña contra la corrupción y pretende acabar, por decreto, con las disputas entre los diversos sectores. Más que una investigación a fondo que aclare los indicios de corruptelas y tráfico de influencias, y que restituya la credibilidad, se formulan llamados al patriotismo y a la unidad nacionales.
Como ya se dijo en este espacio, el detonador de los escándalos televisivos y la posterior aparición de vínculos financieros de importantes empresarios mexicanos con Raúl Salinas de Gortari, fueron sendos programas televisivos de las cadenas estadunidenses CBS y NBC, difundidos el 23 de junio. En los dos casos, se dieron pistas del origen de las cuentas millonarias de los Salinas. A partir de entonces, el gobierno mexicano inició una campaña declarativa contra la corrupción, mientras que a través de filtraciones empezaron a aparecer evidencias de la relación de Ricardo Salinas Pliego y Abraham Zabludovsky con el hermano incómodo. Los restantes capítulos de la telenovela, se han transmitido en horarios estelares en Televisa y Televisión Azteca.
Pero cuál es el verdadero fondo del clima de incredulidad y descrédito en el que aparecieron inmersos no sólo las televisoras, sino importantes empresarios, funcionarios en activo y el salinismo todo? Hay muchas hipótesis al respecto. Hay quienes creen que las filtraciones son parte de una estrategia gubernamental para catalizar el clima de repudio contra los Salinas y aterrizar en una eventual solicitud para que declare en México el ex presidente.
Sin embargo, se sabe que el más interesado en regresar a México para limpiar su imagen es Carlos Salinas. Además hay evidencias de que las filtraciones que implican a importantes capitanes de empresa como socios de Raúl Salinas y beneficiarios del salinismo, son obra del propio clan del ex presidente. Pareciera un contrasentido, pero en el fondo al repartir la responsabilidad de las corruptelas, se aligera la carga de los Salinas y se crea una crisis de credibilidad y desgobierno que hacen aparecer el escandaloso enriquecimiento de Raúl como una de las muchas piezas de ese interminable rompecabezas de descrédito y corrupción.
Pero si bien la guerra de las televisoras mostró como nunca, ante la opinión pública la crisis de credibilidad, en su arista relacionada con los Salinas, el descrédito de amplios sectores, incluidos el gubernamental, el empresarial y hasta el religioso, no son nuevos. Sólo basta recordar la escaramuza que recientemente escenificaron sectores de la Iglesia católica, cuando disputaron la paternidad de la Basílica de Guadalupe y la autenticidad de Juan Diego, por citar sólo un caso. El de los líderes sindicales, es un asunto viejo que asomó nuevamente apenas el pasado 1o. de mayo, cuando los que se dicen representantes de los obreros celebraron casi solos el Día del Trabajo, mientras que sus presuntos representados marcharon al Zócalo para reclamar cambios en las políticas gubernamentales.
A lo largo del pasado sexenio, durante los procesos de privatización de empresas paraestatales, fueron muchas las voces que denunciaron irregularidades del sector oficial y tráfico de influencias de los empresarios. No es menor el número de nuevos ricos producto del salinismo. Y qué decir de la falta de credibilidad en el gobierno, cuestionada desde amplios sectores sociales debido al incumplimiento de la oferta de campaña, cuyo eslogan principal fue bienestar para la familia, y que en realidad sometió a los mexicanos a la peor crisis económica.
La crisis de credibilidad es sólo una arista de la crisis política que vive México y sus instituciones y que no se resolverá sólo con buenas intenciones o llamados gubernamentales al patriotismo y la unidad nacionales.