Emilio Pradilla Cobos
Neoliberalismo y sociedad en crisis

El jefe del Distrito Federal repitió hace poco lo que muchas veces han dicho el Presidente y su secretario de Hacienda: el modelo económico (neoliberal) que se aplica en el país es correcto, es el único posible, no está a discusión, no se cambiará, y quienes lo critican son emisarios del pasado. Reconocemos el derecho de los gobernantes a defender su obra; es parte de la política. Pero como ciudadanos e investigadores de la problemática de la ciudad más grande y conflictiva del país, rechazamos la descalificación de la crítica, discrepamos de los balances que no coinciden con la realidad, reclamamos el derecho democrático a sostener que el neoliberalismo fracasó en México y creemos que la inteligencia humana puede construir otro proyecto de sociedad que no condene a la mayoría de sus miembros a la explotación, opresión, exclusión y miseria.

El neoliberalismo está en crisis y ha hundido más en la crisis a la sociedad mexicana. Veamos los hechos objetivos en el país y su capital. Luego de 13 años de aplicación, el modelo no logra sacar al país de la crisis económica de larga duración iniciada en los setenta, ni garantizar el crecimiento, ni alcanzar sus propias metas programáticas. Sus resultados en cifras son, en casi todos los conceptos, inferiores a los del periodo intervencionista estatal al cual condenó y se ofreció como alternativa. El ``error de diciembre de 1994'' es sólo una explosión violenta de sus contradicciones congénitas.

Decenas de miles de empresas agrícolas, industriales y comerciales están endeudadas con la banca, sin capacidad de pago, al borde de la quiebra o ya quebraron. La banca sobrevive a la enorme cartera vencida, gracias a un apoyo gubernamental espúreo en términos del modelo. La base productiva y financiera de la economía está gravemente lesionada. El resultado es una masa sin precedentes de desempleados y la informalización de una parte creciente de la fuerza laboral como forma de sobrevivencia. El masivo desempleo y la caída a menos de un tercio del salario real de los trabajadores han contraído el mercado interno, al tiempo que las importaciones lo inundan, colocando a la pequeña y mediana empresa en la imposibilidad de competir y sobrevivir.

Hay superávit comercial externo porque las importaciones están frenadas por la recesión. Las exportaciones, monopolizadas por unas cuantas trasnacionales, no compensan lo que se pierde internamente. En el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, el país está sometido a decisiones unilaterales de Estados Unidos como la ley Helms-Burton y el trato discriminatorio a los transportistas nacionales; se pierde la soberanía económica. Las privatizaciones, plagadas de vicios y grandes corruptelas, han excluido a sectores crecientes de la población del acceso a bienes y servicios básicos, no garantizan un mejor servicio a los que pueden acceder a ellos y ni siquiera aseguran a los empresarios una rentabilidad adecuada como es el caso de las carreteras de peaje.

Como reconocen el Banco Mundial y otras agencias, la pobreza y la miseria han crecido hasta incluir a tres cuartas partes de los mexicanos. Millones de nacionales huyen del desempleo y la miseria hacia Estados Unidos, donde soportan sobrexplotación, segregación social, represión xenofóbica, exclusión de los servicios básicos, carencia de derechos civiles y la muerte violenta. Las ciudades, sobre todo la capital, están invadidas por la violencia individual u organizada. El narcotráfico y su violencia penetran por los poros del sistema político y económico. La violencia política se adueña del campo y la ciudad, ante una justicia maniatada y sometida al interés político. El transporte, otros servicios públicos urbanos y la vivienda popular se degradan por la contracción de la acción estatal, el desinterés del capital privado y la ausencia de recursos de los pobladores; la destrucción ecológica incontenible y el deterioro de la salud de los citadinos son los efectos evidentes.

Se identificó libre mercado y democracia; no tenemos ni lo uno ni la otra; las decisiones se toman sin participación de la ciudadanía y la reforma política nacional y para el DF son rehenes de los intereses del partido gobernante. Los únicos beneficiarios del modelo neoliberal, las políticas gubernamentales y sus anomalías han sido los capitales financieros especulativos nacionales o extranjeros, las viejas y nuevas trasnacionales alojadas en el país y un puñado de multimillonarios mexicanos clasificados a escala mundial. Es éste un modelo socialmente exitoso?Ante el fracaso del modelo neoliberal y la política gubernamental, la inteligencia mexicana tiene que construir otro proyecto de nación y de ciudades; el Estado, esté quien esté en el gobierno, tiene que abrir y garantizar un debate democrático nacional sobre esta alternativa. La democracia incluye a la economía.