Víctor Flores Olea
Otra vez: cultura y democracia

En la excelente ponencia que presentó Carlos Monsiváis en el Foro sobre la Reforma del Estado en San Cristóbal de las Casas, considera un complejo de factores que contribuyen a la ``transición democrática'', y primordialmente el ``momento'' de la cultura. Monsiváis amplía con pertinencia el fenómeno político y nos dice que la cuestión de la transición democrática no sólo es problema de ``nuevas leyes'' y ``reformas institucionales'', sino algo más profundo y permanente: las condiciones generales de vida de la sociedad, sus posibilidades de desarrollo cultural y educativo, el avance tecnológico que también define ese desarrollo. Y, por supuesto, las posibilidades del acceso o no a la cultura y a la educación de un creciente número de personas, que en buena medida se determina no podía ser de otro modo por la polarización entre riqueza y pobreza.

Una observación que se deriva: a pesar del carácter ``disgregador'' de las economías de mercado y de la estandarización que trae consigo la tecnología contemporánea, sobre todo a través de los medios, presenciamos también un efecto ``democratizador'' general del acceso posible a los ``bienes culturales'', precisamente via el conjunto de los avances tecnológicos. Encontraría un paralelo con la observación de Walter Benjamin, en las primeras décadas del siglo, quien habló de la ``democratización de las imágenes'' precisamente por la capacidad de la fotografía de reproducirse casi sin restricciones. Es decir, el desarrollo del capitalismo y de la tecnología, al servicio de intereses, genera al mismo tiempo sus propias contradicciones: la posibilidad de mayor información, el acceso a bases de datos que antes eran patrimonio de grupos restringidos y con amplios recursos económicos, la posibilidad de una comunicación mucho más extensa y barata de la que existía hace pocos años. Con razón, Monsiváis nos dice que la lectura es el eje estructural del conocimiento y de la formación personal, y se queja de la dramática restricción de libros y lectores en nuestro país y del abandono de la cultura del libro como fundamento de todo avance personal y colectivo. Debe tenerse presente para vincularlo con lo dicho anteriormente sobre la revolución tecnológica que en el año 2000 podrán leerse en Internet 10 millones de libros!, y obtenerse gratuitamente o a precios sumamente reducidos. Las bases de datos y de información, en una explosión que ya se inició, contribuyen también a esa ``democratización de la cultura'' que comenzamos a vivir.

Por supuesto que el aprovechamiento de la lectura y de la información deben tener un sólido ``soporte'' educativo que por desgracia se da demasiado lentamente entre nosotros o de la cual simplemente carecemos. En definitiva, nos encontramos ante una revolución tecnológica para la cual no parecen preparadas, sino de manera muy limitada, nuestras instituciones educativas de los diferentes niveles. Para ilustrar entre nosotros la capacidad ``democratizadora de la información'', con base en las modernas tecnologías, resulta notable la presencia mundial del EZLN, que ha contribuido sin duda a que se evite un baño de sangre mayor.

Una de las grandes cuestiones, por supuesto, de la cultura contemporánea consiste en esa ``tensión'' permanente entre la estandarización comercial de la información y la cultura y la necesidad de las personas y los grupos de expresar su individualidad, la personalidad original de las localidades y regiones: la vocación llamémosle ``poética'' de los hombres y las sociedades. ésta es otra de las contradicciones más agudas del mundo contemporáneo en un mundo además de enormes migraciones que ponen en contacto a los hombres y mujeres de todo el planeta pero que también suscitan, con la fuerza que vemos, nuevos odios raciales y discriminaciones-. Es curioso, pero en el tiempo de mayor ``regimentación'' potencial de la sociedad, se multiplican también las iniciativas originales y creativas de las personas y los grupos. Parecería entonces que el ``mundo vigilado'' de Orwell (o de Hitler y Stalin) no es de fácil realización. En impedirlo, en multiplicar esas iniciativas y en realizarlas, consiste precisamente hoy la cultura, incluyendo por supuesto la ``cultura democrática''. En tal esfuerzo, en esa visión, radica hoy el proceso civilizatorio que impida la barbarie (que también nos acecha). La cultura democrática parte sustantiva de cualquier transición democrática ha de tomar en cuenta las ofertas de la tecnología contemporánea para ``darles la vuelta'', de la manera más radical posible, ``liberándolas'' de su subordinación a los intereses mercantiles y poniéndolas al servicio de un avance educativo y cultural que continúa siendo el cimiento más sólido del desarrollo general de la comunidad y de la ``satisfacción'' de cada individuo, de cada hombre y mujer. No sé si se alcance la plena ``realización'' o ``satisfacción'', pero al menos florece esa tensión de esfuerzo y ambición esperanzadora en que consiste la vida.