Francisco Santiago
Por qué escribir sobre el comic?

Por qué escribir sobre comics? Podríamos responder simplemente que porque nos gusta, pero sabemos que no es razón suficiente. Sin embargo, resulta difícil enfrentar la compleja y completa realidad del comic, como arte y como medio de comunicación, a calificativos tan comunes como ``literatura barata'', y más aún cuando después de hacer una breve revisión en su historia descubrimos que desde su concepción ha sido diezmado su valor como expresión cultural.

La historieta en México, como su nombre lo indica, es una historia pequeña, a lo cual casi automáticamente --y también erróneamente-- se anexa la idea ``y sin valor''. La historieta durante años siguió el proceso del pañuelo desechable: úsese y tírese. Afortunadamente ésta no es una actitud general. Sin duda, la década actual, a pesar de una crisis económica devastadora para la industria editorial, ha significado uno de los mejores momentos del comic, esto por supuesto debido al renovado interés de los lectores.

Penosamente hay que reconocer que ese interés lo provocaron personajes extranjeros, principalmente a raíz de historias como ``La muerte de Superman'' y ``La caída del murciélago''; mientras que personajes mexicanos como Los Supersabios, Kalimán, Aguila Solitaria, Chanoc o El Pantera han sido casi olvidados y algunos incluso dejaron de publicarse.

Pero esto no es sólo por la penetración de los comics norteamericanos, gracias a los ``servicios'' publicados principalmente por Editorial Vid, sino que mientras los escritores y dibujantes de personajes como Batman o Superman han renovado y actualizado continuamente a los personajes y el diseño de sus historias, los escritores y dibujantes mexicanos se quedaron en el pasado al igual que sus personajes.

Asimismo han surgido numerosas publicaciones ``independientes'', con más fracaso que éxito, algunas de las cuales no han pasado del número ``cero'' y las más afortunadas de cuatro números en un año, como Kabum, Shaman o Ultrapato. Este fenómeno no puede atribuirse sólo a la calidad de las publicaciones, ya que algunas son de excelente manufactura, sino hay que añadir la crisis económica, las complicaciones que enfrenta una nueva revista para su adecuada distribución y la falta de publicidad.

En Estados Unidos, el comic o ``comic book'' (nombre completo) sólo en el nombre padece la misma enfermedad: ``libro cómico''. Sin embargo, a diferencia de lo que sucede en nuestro país, la sociedad estadunidense otorga al comic un elevado valor cultural, artístico e incluso monetario, como lo afirmó Denis OÕ Neill cuando estuvo en México: ``como si no fueran ya una cultura elevada los comics, .y lo digo en serio''.

Cabe mencionar que en otros países el comic ha sido reconocido como una expresión artística con valores intrínsecos desde el nombre que se les asigna. Por ejemplo, en Francia se llama ``Bande Desinné'', tira dibujada; en Italia ``Fumetto'', el globo del diálogo; y en Japón ``Manga'', dibujo gracioso o ``Gegika'', dibujo dramático. Ninguno de ellos otorga por sí mismo un significado que demerite el valor del comic.

El comic es en realidad un medio de comunicación y al mismo tiempo una expresión artística distinta a otras como la pintura o la literatura, ante las cuales ha sido contrapuesta y obviamente empobrecida. Y así como en la pintura y la literatura hay malos creadores y malos resultados, también los hay en el comic. Sin embargo, se debe reconocer que no es válido ni aceptable que esas malas e incluso pésimas producciones sean el argumento para descalificar al universo del comic.

Vale la pena recordar los atributos del comic reconocidos ya en 1955 por el novelista estadunidense John Steinbeck, ganador del Nobel en 1962: ``Uno de los síntomas o diagnósticos de la literatura debería ser, me parece a mí, que es leída, que entretiene, mueve, educa, cambia y critica a la gente qué hace esto mejor que la tira cómica?''. Aunque Steinbeck aún no desprende al comiccomic. Sin embargo, sabemos que aún hay muchos motivos más.