La Jornada 11 de julio de 1996

Nadie necesita de la fama, ésta es una enfermedad del alma: Moebius

Angélica Abelleyra/ II y última Dice Jean Giraud, Moebius, el célebre dibujante francés: ``Sí, el anarquismo me vendría como traje inmejorable: es la perfección total, cuando todo el mundo es un Maestro y un Dios tiene su propia responsabilidad en la manera de hacer las cosas. Pero el triunfo de la anarquía es lejano: podrá existir sólo cuando todo el mundo sea curado''.

Responde: ``Anarquista yo? Me encantaría, pero tengo una profesión que necesita que la gente compre mis obras. Y esta no es una actitud anarquista precisamente, ni tampoco que sea considerado por los editores la `gallina de los huevos de oro'. En un estado ideal nadie necesita de la fama, esa es una enfermedad del alma''.

Apenas cuando había sido bautizado como Moebius, Jean Giraud (Francia, 1938) ya se identificaba con el anarquismo. De hecho inició su carrera de dibujante de tiras de humor negro para una revista marcada por el desgobierno: Hara-Kiri. Era la década de los sesenta y traía consigo la experiencia de su servicio militar en Argelia más la influencia de la revista MAD que había conocido en México a fines de los años cincuenta.

--Usted emparenta al anarquismo y al arte en su condición de necesitar y provocar la curación. Es el arte una cura?

--Sí, pero una curación de todos. No es nada más para el artista sino para la sociedad. El arte es una curación colectiva que sólo sucede cuando el creador acepta el riesgo de abrir las maletas oscuras y las de la locura. El riesgo es con los amigos y con la familia, pero también con la sociedad. Todo arte es revelación y ésta es siempre una sorpresa que muchos no quieren conocer''.

Moebius disfruta la palabra de la misma manera que le genera placer el dibujo. Charla con la misma fluidez en medio de un jardín frondoso que durante la comida, cuando degusta un pescado a la castellana tupido de camarones.

Habla de los significados de ``modernidad''; se interesa por la situación política de México; cuenta que en Europa es ya un chascarrillo hablar del PRI, del Partido Revolucionario Institucional que en su propio significado revela gran contradicción; pregunta a Zenaido Velázquez qué tanto se conoce su trabajo en México y cuál es la distribución de las revistas de comic francés. Pregunta y pregunta. También responde sobre los ``cómicos'' --así les llama a los historietistas-- y, al hojear las páginas de La Jornada se detiene al ver la línea en un cartón de Magú: ``Este es un artista bueno''.

En un claro español aderezado por palabritas en francés e inglés, el dibujante continúa la segunda parte de esta conversación sobre el universo de ficción que ha hecho surgir en El Incal, el Garage Hermético y Arzach, historietas que de manera desigual han sido distribuidas en México a través de Grijalbo (por ejemplo, de Blueberry circularon aquí sólo 16 de los 30 álbumes de la serie), a altos precios que lamenta Zenaido Velázquez, presidente de la Sociedad Mexicana de Historietistas, una de las instancias que hizo posible la estancia de Moebius esta semana.

--Ahora se siente con más o menos libertad. La fama da libertad o genera más ataduras?

--Es diferente. La primera vez que vine a México nadie me conocía y tenía libertad para hacer lo que quería, pero al mismo tiempo no tenía dinero y estaba en mi cuarto con los brazos cruzados. Dónde estaba la libertad? Ahora tengo la libertad de pedir casi cualquier cosa. Claro, está el peligro de que todo mundo pida de Moebius algo reconocible, es el riesgo. En mi casa tengo la libertad de hacer lo que me venga en gana, de imitar a otros o hacer al TinTin. Pero cuando tengo la responsabilidad de hacer algo para la gente, todos están esperando un Moebius clásico. Si hago otra cosa me dicen ¡Ah, no se parece, qué raro! Y yo tengo algo como mucha gente: me gusta la buena relación con los demás, no me gusta agredir. Busco la provocación pero con mi trabajo, no directamente. En realidad tengo miedo de la gente. Pienso que los otros tienen un poder igual que el mío y si se provoca la pelea, el que ganará no seré yo.

--Uno puede provocar diversos sentidos, partes del cuerpo: el cerebro, el corazón, al estómago. Dónde le interesa provocar?

--Como trabajo con el dibujo, cada lector tiene la capacidad y el derecho de asimilarlo a través de los ojos o del cerebro o del corazón. Esa reacción no es muy física, a diferencia de mis personajes, que son muy físicos. Es una mezcla de todo.

``Por ejemplo, Alejandro Jodorowsky tiene el talento de provocar porque tiene un corazón lleno de amor. Sus provocaciones acaban en un canto de amor. Es un gurú que cree en eso y por eso funciona. Pero yo no me creo ni gurú ni bueno''.

--Con tantos años en el medio Cómo no caer en los clichés?

--Los clichés no los evito, juego con ellos como en Blueberry. En realidad los clichés son evidencias fuertes. Y no es necesario evitarlos, prefiero tomarlos y ponerles un poco de vida adentro. Me gusta jugar con los clichés de expresión, me gusta aventurarme con los estilos: por ejemplo, en el Garage Hermético hay una sucesión de estilos en cada dos o tres páginas, se pasa de una manera cómica a una seria. Ahora, como Moebius trato de huir de mis propios clichés y cuando no puedo me hundo como un sinvergüenza. Pero siempre hay algo nuevo: nunca nada es un cliché completamente, siempre surge la sorpresa.

--Moebius se ha iniciado en el trabajo con la computadora y dice que es una `atracción fatal' en la que el hombre puede convertir a la computadora y la computadora puede convertir al hombre. Cómo observa la realidad virtual, alimenta o no la imaginación?

--Puede abrir una nueva percepción de una realidad que se construye con la máquina y la imaginación. Y si las cosas se desarrollan, tal vez podrá competir con la realidad normal. El sentimiento de realidad que tenemos ahora tal vez en el futuro será lo que veamos en una máquina. Qué escoger? la realidad real o la que construimos? Es la pregunta eterna porque todas las sociedades tratan de dar una imagen homogénea de la realidad. Pero la realidad real es un caos increíble donde todo es posible.

``Además de la realidad de las personas hay que hablar también de una realidad de los grupos, de aquellos que quieren existir con una identidad. Hablábamos de las razas indígenas de América escondidas en una concepción de la modernidad''.

--Usted se ha interesado en el tema de la indianidad.

--Mucho. Con el personaje de Blueberry me interesó el tema de la conquista del Oeste. En ello siempre hay dos puntos de vista: está la película How the west was won y How the west was lost, la contraparte, el punto de vista de los indios. No me gusta la dualidad vencedores y vencidos, pero me interesan los segundos: los pueblos, las razas tienen una voluntad propia y aunque pierdan, tienen una manera de ganar espiritualmente, de pensar en la significación de la batalla, de la pelea. Perder es una manera de darse y de entrar en el tiempo.

``El futuro de la humanidad es esta discusión sobre las razas, las culturas fuertes y débiles. Y ahora tenemos que dar más importancia a las cosas débiles. Así como en el cuerpo es importante el cerebro, el corazón, los testículos o los ovarios, la piel, un conjunto, debemos de hablar de las razas, las culturas y las ideas: cuando una de ellas está en peligro de desaparecer es un drama para el mundo'', cierra el historietista que de no haber seguido este rumbo hubiera sido rock star''.

--Mick Jagger?

--No, Madonna.