Angeles González Gamio
Ciudad de portales

Hasta principios de este siglo la antigua ciudad de México, se caracterizaba por los portales que proporcionaban sombra, abrigo y una hermosa imagen urbana. Eran famosos los de Santo Domingo, que aún existen en la majestuosa plaza; el del Coliseo, en donde se encontraba el establecimiento litográfico de don Antonio Decaen. El de la Fruta, cercano al del Aguila de Oro, con los libreros de viejo y la afamada dulcería francesa denominada ``El Paraíso Terrestre''. Actualmente parte del predio lo ocupa la Casa Boker.

El de los Agustinos, también conocido en un tramo como tlapaleros, porque en ese lugar se instalaron los comerciantes en sustancias y útiles para pintores, de lo que se derivó su nombre de tlapalerías, por el antiguo término náhuatl tlapalli (color). Muy cerca se hallaba el convento de Capuchinas, en cuya tapia ``no pocas indecencias se cometían'', según palabras del ilustre don Antonio García Cubas. A mediados del siglo XVIII pasó por el lugar el jesuita don Francisco Javier Lazcano y al observar una de esas ``faltas a la moral'', se propuso cortar de raíz el mal. Con la ayuda de vecinos devotos y el permiso del Ayuntamiento, hizo limpiar el sitio y poner en la tapia una imagen de Nuestra Señora del Refugio de Pecadores, pintada por el talentoso Miguel Cabrera; con eso se acabó el problema y desde entonces ese tramo de la vía recibió el nombre de Calle del Refugio. Quizás el más célebre y aún vivo, es el Portal de Mercaderes, en plena Plaza de la Constitución; consiste en una hermosa arquería, comprendida entre las calles de madero y 16 de Septiembre. Data de 1524, en que el Ayuntamiento capitalino ordenó la construcción de soportales, en los predios que rodeaban la Plaza Mayor. Esto dio gran auge al comercio que se desarrolló hasta desbordarse, al grado que en el siglo XIX en las pilastras estaban adosadas alacenas, principalmente para venta de juguetes; las tiendas eran sobre todo de sombreros, y por las noches, los dulceros ambulantes instalaban sus mesas, convirtiendo el portal en parte del paseo nocturno.

Allí se encontraba el célebre Café del Cazador, que la pasada centuria ya se consideraba como de los más antiguos de la ciudad. En el se reunían grupos de amigos de diversas actividades: empleados de gobierno, agentes de negocios ``tinterillos'' y uno que otro ``escribano'', junto a la mesa de los militares retirados y algunos en servicio. Eran muy comentadas las discusiones políticas y las travesuras que hacían un grupo de jóvenes ``troneras'', asiduos al popular café.

Hizo historia la ocasión en que pasaron de copas a uno de los meseros más populares, conocido como Pepe El Tuerto, a quien una vez en estado ``burro'' vistieron de franciscano, le raparon una tonsura y llevaron al gran convento que se encontraba en la misma calle de Plateros (hoy Madero). Es fácil imaginar el susto y confusión del buen Pepe, al despertar en una celda con fenomenal cruda y de los frailes que al principio no sabían si era cosa del diablo o una mala broma. La inspiración de los tunantes fue sin duda, el gracioso cuento de Tirso de Molina ``Los tres maridos burlados''. Han sido muchos los establecmientos que han pasado por el afamado Portal de Mercaderes, de los más importantes fue El Centro Mercantil, que edificó un moderno y hermoso inmueble, cuyo interior art-noveau aún se conserva, deleitando a los que visitan el ahora Gran Hotel de la Ciudad de México. Destaca su impresionante domo de cristales multicolores, que diseñó especiamente para el sitio, el francés Jackes Graber, cuya belleza se complementa con la ondulante herrería y los extraordinarios elevadores panorámicos.

Ocupa el lugar del antiguo Portal de los Agustinos y como recuerdo se conservó una placa de piedra con la inscripción: El combento RI. de San Agustín cuyo es este portal tiene ejecutoria del Supremo Gobierno de esta nueva España para que no se pueda poner caxon en esta esquina Año de 1673. Como podemos ver, ya desde entonces se tomaban providencias contra el comercio ambulante.

En el otro extremo del portal, en 1925, el arquitecto Rafael Goyeneche edificó el Hotel Majestic, en el poco afortunado estilo neocolonial, que finalmente marcó la plaza, pues muchos de sus edificios más antiguos se remodelaron para hacerse en ese estilo y unificar las construcciones que la rodean; un caso es el mencionado Centro Mercantil, que tenía una bella fachada romántica.

De todos modos el efecto es imponente y se puede apreciar maravillosamente de la terraza del Hotel Majestic, degustando su abundante buffet de desayuno o comida, sentado en una de las mesas con alegre sombrilla y rodeado del aroma de malvones color fuego.

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