Los periódicos dan cuenta que dirigentes de organizaciones sociales sin partido (Sodi, Lupe Rivera, Jusidman, Graco, Govela, Glokner, etcétera) han anunciado la conformación de una agrupación política (``La Causa Ciudadana del México que Queremos'') con que buscarán aparecer en la vida pública en los próximos meses. Leo las declaraciones de Manuel Camacho Solís en Oaxaca; también él tiene una inquietud y un grupo nuevo. Mis amigos de ``Los compromisos con la Nación'' (García Sáenz, Ibarra, Aguilar Zínzer, Castañeda, etcétera) están iniciando una gira a varias ciudades de la República. Todas esas asociaciones son ríos que van a dar a la mar que... ``es la política activa''.
Desde mediados de los años 80 se ha incrementado el deseo del pueblo mexicano (sobre todo empresarios, capas medias y grupos universitarios) por participar políticamente e influir en la toma de decisiones en la vida económica. La característica de estos movimientos es la independencia de los partidos que tienen ya registro legal y participan en las elecciones. De acuerdo con una encuesta reciente del Instituto Federal Electoral, el 50 por ciento de los ciudadanos entrevistados que quería participar políticamente no quería hacerlo en los partidos existentes. De hecho, como los hongos que proliferan en el bosque en la época de lluvias, así las más distintas agrupaciones y asociaciones están apareciendo en el ámbito político. Y como los hongos los hay benéficos, comestibles, interesantes y hasta venenosos. Los analistas se dividen al observar este fenómeno.
En 1977 la Ley Electoral introdujo la figura de las asociaciones políticas como alternativas a los partidos, en realidad como embriones de esto. Casi nadie acudió al llamado. A partir de los sismos de 1985 la incapacidad evidente del gobierno para responder a la emergencia llevó a miles de ciudadanos a organizarse para resolver sus propios problemas. Surgieron entonces muchas agrupaciones de un carácter no político, pero que se fueron politizando. Es probable que este auge haya ocasionado alguna preocupación en el gobierno. La ley de 1986 promovida por Miguel de La Madrid, que fue regresiva en casi todo, eliminó sin piedad a las ``asociaciones''.
Hoy parece existir una corriente de opinión favorable para que vuelvan a regularse y aun a estimularse. El PAN, el PRI, el PRD no las ven con demasiada simpatía. Ni aquéllos que creen en la necesidad de un régimen de partidos fuertes y que no quisieran que proliferaran agrupaciones que debilitaran a los competidores principales. Pero la verdad es que los partidos fuertes están resultando muy débiles en el propósito de promover la democracia. Llevan más de 18 meses sin poder convertir en una realidad legislativa y política el acuerdo de reforma electoral que suscribieron el ya lejanísimo 17 de enero de 1995.
Por eso creo que no sería nada malo atender la inquietud de estos grupos ciudadanos. Deberían de participar en la discusión de algunos de los grandes temas de la reforma política. Pero no sería sano que interfieran en los temas que competen a los partidos. Creo que las agrupaciones deberían de participar sólo o principalmente en una agenda de temas ``ciudadanos''.
Yo propondría algunos.
1) El marco mismo de las asociaciones. Si se les ponen demasiados requisitos para que puedan tener un registro, estos grupos van a optar por acogerse al amplio palio del artículo 9o. de la Constitución que garantiza la asociación política. Si se quiere que estas agrupaciones colaboren en el proceso de reforma dentro del marco de las instituciones habrá que darles incentivos, pero no subsidios directos. Por ejemplo podría generarse una Fundación donde se apoyen proyectos viables de estas agrupaciones siempre y cuando puedan dinamizar la transición. Los mismos partidos con registro y el Instituto Federal Electoral (IFE) podrían vigilar adecuadamente las asignaciones.
2) Otros temas muy interesantes serían los relativos al referéndum a la consulta popular y al plebiscito, instituciones por las que se ha inclinado, al menos en la retórica, el actual gobierno y que son de vivo interés para la ciudadanía.
3) Hay que tomar en cuenta que muchas de estas agrupaciones no tendrán interés en promover por ahora candidaturas ni coaligarse con los partidos para promoverlas, pero ése tampoco es tema desechable. Podrán presentar iniciativas muy interesantes por lo que toca a la integración de los órganos electorales, a la vigilancia electoral, tesis de desarrollo democrático, la capacitación política y la difusión de los valores de la transición.
En esta forma las agrupaciones políticas no sólo encauzarán las ambiciones perfectamente legítimas de participar fuera de las opciones que ya existen sino también coadyuvará a volver más fresco y dinámico el proceso del cambio que esperamos seguir viviendo.