Guillermo Almeyra
Dos visiones del neoliberalismo

Hay quienes ven al neoliberalismo sólo como una de las políticas posibles del capital en su fase actual de desarrollo. Proponen, por lo tanto, reemplazarlo por otras políticas anteriores, como la cepalina basada en la sustitución de importaciones o la keynesiana (en sus diferentes formas, desde el populismo hasta las otras variantes estatistas). Independientemente de que todas esas políticas han fracasado en su momento y son obsoletas, queda el hecho de que, una vez nacido un niño, se puede discutir si bautizarlo o no o cuál educación darle, pero no se puede pretender que vuelva al vientre de la madre: y el neoliberalismo no es una política más sino que es la política del predominante capital financiero en un mercado ya mundial, que no admite autarquías ni ``desenganches''. El neoliberalismo es inseparable del capital en su forma actual.

Además, no ha fracasado, sino que está triunfando en su proyecto. No es posible juzgarlo sólo por el aumento de la miseria de masas, por la destrucción de las soberanías, por la destrucción de las pequeñas y medias industrias y de ramas enteras de las industrias nacionales, por el crecimiento mínimo (o negativo); en resumen, por todos los males que ha provocado y que son terriblemente reales (e irreversibles, si subsiste el régimen). Hay que juzgar, en cambio, el éxito del proyecto del neoliberalismo precisamente por la concentración de la riqueza, por la lista de multimillonarios que exhibe orgullosa Forbes, por el desarrollo de pocas empresas y pocos ramos a costa de todos los demás. Porque el neoliberalismo busca ``desgrasar'' la economía y la sociedad, concentrar la riqueza y la propiedad, eliminar todas las conquistas de civilización y las reglamentaciones (correspondientes a fases anteriores y que hoy impiden todavía que los ricos sean cada vez más ricos) a costa de una mayor explotación, relativa y absoluta, de los trabajadores y de la destrucción de todo lo que sea identidad cultural, comunitaria, nacional. Augusto Pinochet no fracasó sino que hizo lo que él y sus cómplices y amos querían hacer.

Ahí está el otro defecto de visión de quienes combaten al neoliberalismo queriendo volver al pasado: la causa de la dependencia no reside en los subdesarrollantes extranjeros, como dicen los desarrollistas. El capital foráneo aplica su política mediante las clases dominantes nacionales, la mayoría de cuyos miembros (Salinas en el Dow Jones es un ejemplo) integra ese capital financiero internacional (que está formado, por otra parte, también por los miles de millones de dólares exportados legal o ilegalmente por los banqueros y empresarios de los países subdesarrollados). La visión de un Primer Mundo que explota al llamado Tercer Mundo olvida que en el Primer Mundo hay también un Tercer Mundo y que en éste manda la capa que pertenece al primero. No es posible, por lo tanto, buscar los lobos vegetarianos de un capital ``bueno'' que no especule con las monedas, que no viva del intercambio desigual, que no se apodere de los recursos naturales de todo el mundo, que no menosprecie el mantenimiento del ambiente, que no practique el ``después de mí, el Diluvio'' poniendo en riesgo la existencia misma de decenas de miles de millones de seres humanos y la de todo el Planeta.

Entonces ¿cómo imponer la otra visión del neoliberalismo, ese sinónimo del capitalismo dominado por el capital financiero? En primer lugar, rechazando las soluciones utópicas desarrollistas para preparar en cambio la Utopía de un mundo sin explotados ni explotadores, de la República de iguales. O sea, organizando la resistencia democrática a la destrucción de las conquistas cívicas y sociales y de las bases de la civilización de modo de convertirla en una escuela de construcción de una conciencia alternativa. No basta el NO a la política neoliberal, sino que hay que darle a la resistencia civil objetivos prácticos, instrumentos, aprendiendo a hacer el camino mientras se lo abre, y a planificar desde abajo (la planificación burocrática y desde arriba fracasó y es imposible) priorizando las necesidades y problemas determinados directamente por los productores/ciudadanos y elaborados bajo la forma de los Cuadernos de Reivindicaciones de la Revolución Francesa. La construcción de una conciencia generalizada antineoliberal (que hoy no existe) y avanzar al mismo tiempo que la resistencia civil, la autogestión social, la aplicación de una visión democrática, tolerante y pluralista de la unidad de los afectados por el sistema, la elaboración de programas y determinación de prioridades por ellos mismos. Por supuesto, hoy, eso no basta para eliminar al neoliberalismo, pero sin eso no es posible reducir los daños que provoca ni, sobre todo, se puede preparar el mañana